En unión sagrada con un pastor

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¿Es extravagante el viajar o tomar vacaciones? No lo creo. “(Dios) nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos” (1 Tim 6:17). El mundo es nuestro como creyentes y es para explorarlo y disfrutarlo. Las vacaciones puedes ser comparables a las fiestas del Antiguo Testamento, las cuales Dios le ordenaba a Su pueblo celebrar durante el año. Estaban la fiesta de la Luna Nueva, la fiesta de Pentecostés, la de Purim, la de los Tabernáculos, la Pascua, la fiesta de las Trompetas, las fiestas de Aniversario, la del Año Sabático y la del Jubileo. Él era tan generoso en darles ocasiones para detener el trabajo y celebrar como familias y pueblo de Dios.

Además, las vacaciones no tienen que ser costosas. Cuando nuestro presupuesto era poco, íbamos a acampar o a visitar amigos o familiares. Acampar no es sólo económico, sino que da la oportunidad de disfrutar y explorar hermosos paisajes como lagos u océanos. Tanto como era posible, empacábamos nuestras maletas y salíamos a alguna aventura. Desde que nuestros hijos eran pequeños, Bob y yo los llevábamos a lugares lejanos para experimentar los diferentes sabores de diferentes partes del país. Amigos y familiares nos recibían con brazos abiertos. Claro, no los visitábamos sólo por razones monetarias, sino que ha sido una prioridad para nosotros el pasar tiempo con nuestros familiares a pesar de que estamos en puntos opuestos del continente.

Otra forma de pasar vacaciones es en campamentos cristianos o conferencias bíblicas. Mis padres invirtieron en una cabaña que se encuentra en un centro de conferencias bíblicas en las montañas y ahí pasábamos la mayoría de los veranos de mi infancia.

Fue una inversión sabia para todos los miembros de la familia. Siguiendo el ejemplo de mis padres, Bob y yo hemos experimentado algunas de nuestras mejores vacaciones familiares en campamentos cristianos donde hemos sido refrescados tanto espiritualmente como físicamente.

Algunos argumentan que, a pesar de todo lo que gastas en unas vacaciones, no te quedan más que fotografías para un álbum. Yo diría que construyes en las vidas de tus hijos la unidad, amor y gozo de la familia que es tan importante en nuestro mundo actual—junto con fotografías para el álbum.

Nuestros dos hijos están ahora casados, pero aún vacacionan con nosotros como parejas—un evento muy importante en el año. A veces es necesario viajar hasta el otro lado del mundo para vacacionar con nuestros hijos misioneros, pero vale la pena. No se puede exagerar la importancia de tomar tiempos de descanso en el ministerio para ser rejuvenecidos y reanimados.

10) Tomar pequeños descansos

Es grandioso poder tomar pequeños descansos con tu esposo para tener tiempo a solas con Dios por un día o parte de un día. Nosotros vamos a un parque en la montaña y tomamos nuestras Biblias para tener un encuentro con Dios. En la prisa y el ajetreo de nuestras vidas ocupadas, este es un tiempo para estar quietos y escuchar a Dios, disfrutar su presencia y enfocarnos en el por qué hacemos lo que hacemos. Jesús dijo, “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). Al ir hacia Él, alejándonos del clamor de nuestras vidas y escuchando su voz, recibimos descanso y nuevo aliento para nuestras almas.

Jesús nos dejó ejemplo con ésta práctica. A menudo, Él se escapaba de su ocupado ministerio para comunicarse con Su Padre. En una ocasión, “Él les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aun tenían tiempo para comer. Y se fueron solos en una barca a un lugar desierto” (Marcos 6:31-32).

Otro propósito de estos pequeños descansos es pasar un tiempo a solas como pareja para establecer metas y realizar evaluaciones. Algunos amigos toman un día cada 6 meses para evaluar si están cumpliendo las metas que se han fijado como pareja.

11) Compartir cargas con el personal

Si trabajas con otros miembros del personal de la iglesia o con otros misioneros, es importante reunirse de manera regular como esposas para tener compañerismo y compartir las cargas. Nuestros esposos tienen juntas de personal y se reúnen regularmente para sentirse como un equipo, pero nosotras como esposas podemos sentirnos aisladas y solas con nuestras cargas y responsabilidades. Esto es especialmente cierto si tus hijos son pequeños y debes pasar la mayor parte del tiempo en casa.

La unidad que tenemos en el ministerio no es casualidad; requiere de esfuerzo el tener una camaradería cercana, porque cada quien está ocupado en su área del ministerio. Las semanas y meses pueden pasar sin que tengamos contacto con otras esposas de pastores de la iglesia. Es importante que alguien del personal inicie este vital compañerismo.

Las esposas del personal de la iglesia vienen a nuestra casa a desayunar a las 6:30 a.m. una vez al mes. Vienen temprano para que nuestros esposos puedan estar en casa con los niños. Es un gran tiempo de compañerismo, en donde compartimos y escuchamos lo que acontece en cada una de nuestras vidas. También oramos unas por las otras, conscientes de nuestras posiciones como esposas de ministros.

Así como nuestros esposos deben dar cuentas de ciertas cosas en sus reuniones de personal, nosotras hemos elegido también asignar tareas, haciendo algunas preguntas para estimular nuestro andar con Dios. Consulta el apéndice, en donde encontrarás una lista de preguntas.

12) Reconocer las diferentes etapas de la vida

Podemos descansar al saber que hay diferentes épocas de la vida para distintos enfoques. Tu rol en el Cuerpo de Cristo cambiará con el transcurso de los años. Bob y yo nos encontramos en la etapa del “nido vacío”, es decir, nuestros “polluelos” ya no están en casa, lo que me permite hacer mucho más trabajo relacionado a la iglesia.

Recuerdo cuando Daniel se fue a la escuela después de tener, durante 8 años seguidos, al menos un niño que permanecía en casa todo el día; sentí una nueva libertad. Podía involucrarme más en la vida de Bob y el ministerio. Aun cuando los niños estaban en la escuela, no podía hacer tantas cosas como ahora. Cuando ambos hijos se fueron a la universidad, hubo otro gran ajuste para cambiar el enfoque de mi vida, de mis hijos a otras metas. Dios está ahí para nosotros, y puedo decirles honestamente que esta etapa es igual de enriquecedora.

A continuación, encontrarán un extracto de mi diario en una semana típica de la actual etapa de mi vida:


Domingo Después de la iglesia, organicé la clase de membresía en nuestra casa. Serví a 9 personas – lasaña, pan francés, ensalada y tarta de manzana hecha en casa. Trabajé en la escuela dominical
Lunes Fui de compras con una amiga, quien es nueva en la ciudad y visitó nuestra iglesia, con el propósito de que se familiarice con la comunidad. Una pareja de la iglesia cenó en casa.
Martes Trabajo relacionado a madres adolescentes. Por la tarde asistí a nuestro estudio bíblico con Bob.
Miércoles Dirigí un grupo pequeño en el estudio bíblico de mujeres. Asistí al almuerzo que siguió al estudio bíblico. Visité a una mujer que se encuentra en el hospital, luchando contra el cáncer.
Jueves Organicé el desayuno para esposas de pastores. Trabajo relacionado a madres adolescentes.
Viernes Tuve el día libre con Bob.
Sábado Tuve un día de entrenamiento en “Enseñanza para mamás”. Bob asistió a un retiro de ancianos.

En una etapa de nuestro ministerio, cuando nuestros hijos eran bebés, mi esposo me pidió que dejara todos los ministerios de la iglesia y me dedicara por completo a mis hijos y a las responsabilidades del hogar, que incluía la hospitalidad. Ahora que los niños han crecido, puedo estar más activa en el trabajo de la iglesia. Si tus hijos son pequeños, déjame animarte en esta etapa de tu vida—dedicada al cuidado de ellos—ya que es igual de valiosa a los ojos de Dios que el trabajar al lado de tu esposo en tareas específicas de la iglesia.

Una joven esposa de misionero, quien es madre de siete hijos (el mayor tiene nueve años), encuentra consuelo al denominar esta etapa como sus “años encubiertos”. Si se dedica solamente a la crianza de hijos temerosos de Dios, imagina la plataforma que tendrá en los años venideros. Las mujeres querrán saber cómo lo hizo y cómo pueden aprender de ella.

Cualquiera que sea la etapa de tu vida en la que te encuentras, saboréala y disfrútala al máximo, porque no será eterna.

Te recomiendo usar estos consejos para ayudarte a disminuir las demandas físicas del ministerio. En lugar de estar derrotada, espero que puedas—con la gracia de Dios—encontrar Su fortaleza para tu camino.

Repasemos, te aconsejo:

• Enfócate en tu rol en el Cuerpo de Cristo

• Recluta y entrena a otros

• Establece prioridades y organízate

• Mantén a la familia primero

• No añadas a la carga de tu esposo

• Acepta ayuda de otros

• Descansa un día a la semana

• Cuida de tu cuerpo

 

• Toma vacaciones

• Toma pequeños descansos

• Lleven la carga unos de otros como equipo

• Reconoce las diferentes etapas de la vida

Espero que veas cada una de estas áreas y puedas percatarte de qué pasos necesitas dar para evaluar tu vida como esposa de pastor y como pareja. Planea ahora sentarte con tu agenda o calendario y evalúa con tu esposo los cambios que sean necesarios—y entonces dedícate a realizar esos cambios para mejorar tu vida como pareja en el ministerio.

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Manejando las cargas espirituales y emocionales del ministerio

En los primeros dos capítulos hablamos del rol de la esposa de un hombre en el ministerio. Hemos tomado un gran suspiro de alivio, dándonos cuenta que no tenemos por qué padecer el peso de las expectativas de todo mundo. ¿Pero qué de las cargas que llevamos al servir al lado de nuestro esposo pastor?

Como esposa de un hombre en el ministerio compartes el peso de todas las dificultades y pruebas que experimenta la grey, las cargas físicas y espirituales de todos. Esto es porque el pastor de la grey siempre está al tanto de las necesidades de sus ovejas así podrá orar por ellas. Tu esposo no puede ministrar todas las necesidades. Ha capacitado fielmente a la grey en el trabajo del ministerio, visitando y orando por aquellos que están experimentando dificultades, y busca suplir las necesidades físicas. (Efesios 4:11-12). De cualquier forma, el tan solo conocer las necesidades con el propósito de orar conlleva una gran carga.

Tu labor es involucrarte con los sentimientos de aquellos de quienes sus matrimonios se están derrumbando, con aquellos con quienes sus hijos van por mal camino, con los que luchan contra enfermedades que amenazan su vida o aquellos que han perdido algún ser querido. Eso incluye llorar junto a tu esposo por deseos insatisfechos de algunas personas y dolor por aquellos que se han apartado del camino de Dios. Significa estar de pie junto a tu esposo frente a la tumba de algún miembro de la iglesia del que tuvieron que despedirse. ¡Me he dado cuenta que ser esposa de pastor no es para un corazón débil!

Al igual que Laura Bush se convirtió en “consoladora en jefe” para nuestro país después de los ataques terroristas del 2001, debemos estar ahí con nuestros esposos para consolar a aquellos que pasan por pruebas de cualquier índole. En su primera entrevista tras los ataques del 9/11, el Presidente Bush declaro sobre Laura, “No pudo estar más tranquila, resuelta, casi apacible, lo cual fue lo más tranquilizador”. 5 El país entero estaba observando al Presidente y su esposa frente al peligro y desastre nacional.

Nuestra iglesia observa al pastor y su esposa de la misma manera. Representamos la fe inamovible, valor y determinación ante tragedias y circunstancias que nos rompen el corazón. Pero, estas expresiones de gracia bajo presión no vienen fácilmente.

Una esposa de pastor dijo que su reto número uno era ser feliz con Dios incluso en el dolor. Ella explica:

Mi más grande reto es amar y deleitarme en mi Dios soberano quien la mayoría de las ocasiones escoge no producir fruto de mi servicio de amor incluso, y especialmente, con mi propia familia. No me refiero tanto al derramar mi tiempo y lágrimas sobre las personas, sino al sorprendente desconcierto de ver a personas que se vuelven peores a pesar de los años de oraciones, ayuno, apoyo y aliento. He visto hombres por quienes he luchado en oración y ayuno dejar a su esposa por alguien más. He tratado con jóvenes por quienes me he desvivido que deciden que Dios no existe y se alejan de su fe. He visto a chicos por los cuales he orado por protección en la atrocidad del abuso sexual. Estas cosas son mis más grandes luchas.

Nuestro esposo lleva una enorme responsabilidad como co-pastor de Jesús, quien es el Príncipe de los pastores, y nosotras, como sus compañeras también padecemos esta pesada carga, espiritual y emocionalmente.

Amando y descansando en el Dios soberano

¿Cómo podemos soportar este gran peso? ¡No podemos! Dios es el único que puede llevar las cargas del mundo porque Él es quien ha determinado estas cosas para bien. Él anuncia lo por venir desde el principio. Si bien Dios no es el autor de mal, Él lo utiliza para Sus propios fines, para Su gloria. Ciertamente la ira del hombre le alabará (Salmos 76:10). ¿Cuál fue el peor crimen que se ha cometido? La muerte del inocente Hijo de Dios. Este acto tan ruin se convirtió en el mayor bien para la humanidad.

Pedro proclamó esta verdad:

Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella (Hechos 2:22-24).

No seremos capaces de entender todas las razones del pecado, heridas y dolor de nuestro mundo, pero sabemos que Dios es Dios y es todo lo que necesitamos saber. El hecho que seamos esposas de un pastor no nos hace exentas de las luchas en la fe. Incluso Asaf, un escritor piadoso de muchos salmos, casi pierde su fe al ver la prosperidad de la impía y aparente ausencia de recompensa de los que viven para Dios. Él admite que si públicamente expresara sus dudas, causaría que los jóvenes creyentes tropezaran (Salmo 73:15). Sin embargo, él corre a la presencia de Dios. Estando ahí puede ver el porqué de las cosas. Diciendo: “Mi carne y mi corazón desfallecen; Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre. Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien; He puesto en Jehová el Señor mi esperanza, Para contar todas tus obras” (Salmo 73:26,28).

¿Y qué hay del caso de Job? Él no tenía idea de la gran gloria que vendría al perder su familia, riquezas, reputación y salud. Job soportó su sufrimiento con justicia. Pero cuando quería cuestionar el propósito de Dios, fue humillado en el silencio cuando Dios le recordó quien fundó la tierra, extendió los cielos y puso el alba en su lugar. Dios le pregunto, “¿Enviarás tú los relámpagos, para que ellos vayan? ¿Y te dirán ellos: Henos aquí?” (Job 38:35). Al final de la abrumadora revelación de Dios de sí mismo, Job responde. “Respondió Job a Jehová, y dijo: Yo conozco que todo lo puedes, Y que no hay pensamiento que se esconda de ti. De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, Y me arrepiento en polvo y ceniza” (Job 42:1-2, 5-6).

Nuestra dolida esposa de pastor, la cual citamos hace un momento, tenía la respuesta. Cuando nuestros corazones se duelen por la desilusión, debemos amar y deleitarnos en nuestro soberano Dios, confiando que Él hace lo que es sabio y bueno. ¿Pero cómo hacemos esto?

Conociendo personalmente a Cristo

Es necesario que conozcamos a Dios, así podremos confiar en Él como lo hizo Job. La única manera de conocer a Dios es a través de Su Hijo Jesucristo. Si verdaderamente logramos dar un vistazo a Jesús, nos veremos obligados a adorarle a Él y deleitarnos en Él por sobre todas las cosas.

La Palabra de Dios nos dice, “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?” (2 Corintios 13:5). Sí, incluso nosotras como esposas de pastor necesitamos probarnos a nosotras mismas.

Una muy querida amiga vino por fe a Jesucristo reconociéndole como Salvador después de que se casó con un graduado del seminario. Era una mujer muy dulce de quien este hombre se enamoró, pero nunca había comprendido la dolorosa verdad de su insuficiencia al cumplir los estándares de perfección de Dios y confiar en la muerte de Cristo en la cruz. Ella había confiado durante toda su vida en su propia bondad, no dándose cuenta de su miseria ante Dios y que necesitaba de Su gracia para la salvación. Que gozo fue para ambos cuando ella nació de nuevo en la familia de Dios solo por fe (Juan 3:1-21).

No se trata de si somos suficientemente buenos o incluso si somos religiosos. Todo es por la gracia de Dios. Como Job, debemos arrepentirnos de nuestros pecados y confiar en la salvadora muerte de Cristo. Es nuestra pobreza de espíritu, debemos darnos cuenta que no es por nuestra habilidad de hacer que Dios nos ame porque toda nuestra justicia es como trapos de inmundicia ante Él (Isaías 64:6). Es necesario tener una experiencia personal con el increíble amor de Dios y confesar que Él es Dios y Salvador. La salvación es un don de Dios (Efesios 2:8-9).

¿Cómo probarte a ti misma si estas en la fe? Hazte las siguientes preguntas, “¿He respondido a Su gran amor al confiar personalmente en la cruz de Jesús, quien es Dios encarnado, pagando todos mis pecados? ¿He confesado a Cristo como mi Señor y Salvador—el Único que ha perdonado mis pecados y me ha justificado ante Dios?”

Cuando nos unimos a Cristo a través del nuevo nacimiento, cada momento que compartimos con Él es de gran satisfacción en nuestra vida y tienes una pasión por glorificar a Dios en todo lo que haces.

El rey David tenía esa relación de un alma satisfecha en Dios. Conoció al Pastor personal e íntimamente siendo él un joven pastor. Podrías tu decir como David en el salmo con todo tu corazón, “Jehová es mi pastor; nada me faltará” (Salmo 23:1).

Debido a que el Pastor se convirtió en el sacrificio y pagó el precio de nuestro pecado, tu y yo tenemos todo lo necesario. Satisface todas nuestras necesidades—de perdón, restauración, guía, protección en medio del peligro, consuelo, bendición, gozo, bondad, misericordia y además el cielo. Él es nuestra sabiduría, rectitud, sacrificio y redención (1 Corintios 1:30). Él es todo lo que necesitamos para la salvación y vivir la vida de fe para complacer a Dios y satisfacer nuestra propia alma.

En el maravilloso tratado acerca de la supremacía de Cristo en todas las cosas, Pablo escribe, “Y Él es ante todas las cosas, y todas las cosas en Él subsisten; y Él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, Él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia” (Colosenses 1:17-18).

Querida amiga, ¿has buscado hacer de Jesucristo la preminencia de tu vida? No podemos hacerlo en nuestra propia fuerza. Pero a medida permanecemos en Él, se convierte en nuestro todo en todo.

Permaneciendo en Cristo

Justo antes de que Jesús fuera a la cruz, Sus palabras de despedida fueron dirigidas a Sus discípulos, quienes en breve estarían enfrentando la devastación de Su muerte. Les dio la hermosa imagen de Él como la vid y Sus discípulos como los pámpanos (Juan 15:1-17). No puede haber una relación más cercana que esa. Los pámpanos tienen la vida y nutrientes por medio de la vid—todo lo que necesita para crecer y ser fiel. Jesús les dijo que debían estar unidos a Él como los pámpanos estaban unidos a la vid. Esto nos ilustra la dependencia y constante comunión entre Cristo y nosotros y que es Él mismo quien produce el fruto en nuestras vidas a través de esa conexión viva.

El llevar fruto es importante. Jesús dice, “Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitaré” (Juan 15:2). Si tenemos esa conexión con Jesús, tendremos frutos visibles—el fruto del Espíritu que crece en nuestra propia experiencia, otras personas que vienen a los pies de Cristo y sus vidas son edificadas al nosotros instruirlas. Pero si nuestras vidas no dan fruto serán quitadas (juzgadas). El Jardinero celestial se deshace de las ramas secas para que las ramas vivas puedan mostrar que son realmente de Él. Él poda y recorta las ramas para que lleven más fruto. Este puede ser un proceso doloroso, pero Él nos poda por un propósito lleno de amor—para que cada pámpano pueda ser más fiel. Esta enseñanza de Jesús nos impulsa a examinar nuestras vidas acerca de nuestro fruto.

¿Estás llevando fruto? Ten en mente que el fruto generalmente se da cuando hay pruebas. Esas pruebas que probablemente estemos pasando en el ministerio están produciendo fruto para Su gloria, por las cuales Él nos recompensará. ¡No es increíble que sea Él quien produce el fruto y después nos recompense por ello! Él desea que hagamos cosas más grandes que las que Jesús hizo en la tierra y esto trae gloria a sí mismo (Juan 14:12-14, 15:7,16, 16:23-24,26).

 

¡Qué maravilloso es darnos cuenta que no tenemos que producir fruto por nuestras propias fuerzas! Él está viviendo Su vida a través de la nuestra. Apartados de Él nada podemos hacer—no dice “algunas cosas”, dice ¡nada! Pero a través de Él podemos hacer todas las cosas (Filipenses 4:13). Él es nuestra fuente de vida, gozo y consuelo. Siendo uno con Cristo, así como sus discípulos, podemos llevar acabo Su comisión de ir y hacer discípulos en cada nación y enseñarles sus mandamientos.

Estar unidos a la vid es lo mismo que ser llenos del Espíritu, como nos dice Efesios 5:18. Si vivo en obediencia a Su palabra viviendo una vida de pureza, confesando todos mis pecados y dependiendo de Su poder para producir fruto en mi vida, estoy siendo lleno de Su Espíritu.

Jesucristo vive dentro de nosotros en la persona del Espíritu Santo, ¿pero lo contemplamos en todo lo que hacemos? ¿Sus pensamientos dominan nuestra vida? ¿Nuestros pensamientos se basan en Él al despertar y antes de irnos a dormir? ¿Por qué será que constantemente dejamos que nuestras mentes se desvíen a cosas menos importantes si no hay nada que se le compare a Él y habitar en Su hermosura?

En cuanto pongamos ante Él lo que hacemos, todas las cosas que realicemos serán como actos de adoración. Estallará nuestro corazón de alabanza si constantemente pensamos en Su gracia y amor. Vivir constantemente en la presencia del Señor Jesús traerá gozo a nuestras vidas.

Para poder soportar el peso constante del ministerio y poder crecer en el fruto del Espíritu debemos tener esa vital conexión con Jesucristo. No hay otra forma para poder llevar esta clase de vida.

Viviendo a través de la Palabra de Dios

¿Cómo nutrimos esta unidad con Jesucristo? ¿Cómo llevar a la práctica de nuestra vida diaria el valorar a Cristo sobre todo y permanecer en Él?

Jesús dijo, “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho” (Juan 15:7). Escuchar y obedecer Su Palabra debe ser importante para nosotros.

Para poder comprender la importancia de esto necesitamos ver la historia donde Jesús llevó a tres de Sus discípulos a la montaña a orar. Cuando Jesús comenzó a orar, Su gloria fue evidente y Sus ropas se volvieron blancas y resplandecientes. Moisés y Elías vinieron a hablar con Él acerca de su próxima muerte. Después de quedarse dormidos durante el tiempo de oración, los discípulos despiertan para ver la gloria de Jesús y a los dos hombres con Él. Cuando los hombres se iban, Pedro le dijo a Jesús, “hagamos tres enramadas” (Lucas 9:33). Lo que quería hacer era algo bueno. ¿Qué sucedió? “Mientras él decía esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube. Y vino una voz desde la nube, que decía: Éste es mi Hijo amado; a él oíd”.

Era más importante escuchar a Jesús que construir algo. Es lo más importante en nuestras vidas—más importante que lo que podemos lograr para Él. Grandes cosas podemos hacer para Él pero estas tienen su origen en la intimidad que tenemos con Él, pero es más importante escuchar la voz de Dios y obedecerle que hacer grandes cosas para Él. Debo de guardar esto en mi mente porque constantemente tiendo a ser como Pedro—“hagamos algo”. Al tener vidas tan ocupadas es importante que pasemos tiempo con el Señor leyendo y meditando en Su palabra para no enfriarnos espiritualmente y cansarnos de hacer el bien.

Podría necesitarse una buena planeación para encontrar tiempo a solas con el Señor—un tiempo lejos de las presiones y demandas del ministerio. Todos necesitamos tiempo para estar quietos y escuchar Su voz a través de Su palabra.

La forma principal en que he podido buscar Su voz y sostener mi caminar con Cristo ha sido llevando un diario. Alrededor de hace veinte años comencé a llevar un diario de mi tiempo a solas con Él y no sé por dónde comenzar a decirte la gran bendición que ha sido a mi vida. Por favor toma en cuenta que no lo he practicado a la perfección, pero ha sido mi meta.

Para comenzar mi tiempo en la Palabra, comienzo orando la oración hecha por el autor del Salmo 119—es el pasaje más largo de la Biblia, el cual exalta la palabra de Dios: “Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley” (Salmo 119:18). Como Dios es el autor principal, Él puede abrir nuestros ojos para entender y aplicar Su preciosa Palabra en nuestras vidas.

Leo en forma consecutiva y tomo nota de una “cosa maravillosa” cada día en mi diario. También busco responder a lo que he leído al escribir una oración alabando a Dios y pidiéndole que obre acorde a lo que leí—para ser más como Cristo. Por ejemplo, mi respuesta al pasaje de la transfiguración de Jesús sería, “¡Señor eres increíble! Jesús eres más grande que Moisés y que Elías. En Ti la ley y los profetas están completos. Tú eres el Verbo hecho carne. ¡Oh que pudiera contemplar Tu gloria! Oro para que me puedas ayudar a constantemente escucharte y obedecer Tu voz”.

Mi esposo también guarda un diario y a menudo comenzamos nuestro día compartiendo nuestras “cosas maravillosas”. Es nuestro alimento espiritual. Nos ayuda a mantener una fresca relación con Cristo. No hay sustituto a la Palabra de Dios.

Deseo que tú también, tengas un plan para llegar a la indefectible verdad de la Palabra de Dios cada día. Es la verdadera forma de construir tu relación con Cristo.

Viviendo mediante la comunión con Dios en la oración

También podemos nutrir nuestra unidad con Cristo por medio de la oración. Al orar, Dios imprime su propia imagen del carácter de Cristo en nuestras vidas—Su amor, sabiduría y Su compasión por aquellos por quienes oramos. Nos sometemos a Su voluntad al orar, “Señor, que se haga tu voluntad”. No oramos para nuestro propio provecho sino para la gloria de Dios.

En ocasiones, sin embargo, cuando queremos ir a Dios en oración nos sentimos insuficientes o que le hemos fallado de algún modo importante. Sentimos cómo si Dios no quisiera escuchar de nosotros y ciertamente no quisiera responder a nuestras oraciones.

Es necesario recordar que nuestra justicia ante Dios no se basa en nuestra habilidad de hacer lo que es correcto. Podemos venir ante “el trono de gracia” de Dios por el sacrificio de Jesús en la cruz. Nos salvó y nos oye totalmente por gracia. ¡Podemos valientemente llegar ante Su trono porque Jesús ya abrió el camino (Hebreos 4:16)! Al entrar en la presencia de Dios, podemos llamarle “Abba” o papito, ya que tenemos el espíritu de adopción, es decir, una conciencia de que hemos sido adoptados a Su familia. Somos Sus hijos (Romanos 8:15).

En el modelo de oración que Jesús nos dejó, incluyó la confesión de pecados. “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.” Cuando venimos a la presencia de nuestro Santo Padre debemos venir buscando perdón y limpieza, y eso es lo que nos dará (1 Juan 1:9). Es entonces que podemos entrar tan puros como Jesús, sin temor y sin duda.

No solamente venimos ante Él para confesión de pecados, sino también con acción de gracia y adoración. El salmista escribió, “Entrad por sus puertas con acción de gracias, Por sus atrios con alabanza; Alabadle, bendecid su nombre” (Salmo 100:4). Y “Sacrifica a Dios alabanza, Y paga tus votos al Altísimo; El que sacrifica alabanza me honrará; Y al que ordenare su camino, Le mostraré la salvación de Dios” (Salmo 50:14,23). Glorificamos a Dios por medio de nuestra gratitud y honra a Él. Derramemos nuestros corazones en agradecimiento por quién es Él. Al leer Su palabra vemos Su carácter retratado de tantas formas—Su soberanía, Su amor y perdón, Su omnipotencia y omnisciencia. Podemos ver Su hermosura y perfección, Su santidad y justicia. Vemos Su misericordia y gracia. Esto como resultado de un corazón que le alaba y da gracias por todo lo que Él es y lo que ha hecho por nosotros.

Jesús dijo, “pedid todo lo que queréis, y os será hecho” (Juan 15:7b). Quiero hacerle caso a Jesús en ese deseo que Él tiene de que le pidamos y así ser retada a orar de la manera que Dios desea—por cosas que solo Él puede hacer. Dios le dio un hijo a Sara cuando ella tenía 90 años y su esposo 100. Eso es algo que solo Él puede hacer. Dios puso a Su Hijo en el vientre de María. Eso es algo que solo Él puede hacer. ¿Hay algo difícil para Dios? Si la respuesta es no, ¡entonces vayamos a Él en oración, esperando cosas grandes y gloriosas!