En unión sagrada con un pastor

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Para mí, ha sido una práctica constante el llevar un diario de oración. Es allí donde llevo un registro de mis oraciones y la fecha donde la oración se respondió. Si no tienes una estructura de oración, ¿por qué no intentar un método para construir la fe? Alienta no solo tu fe sino la de aquellos por quienes oras.

Les comparto una respuesta de oración por la cual alabo de Dios. Mateo y Margarita son muy queridos para nosotros; Bob llevó a cabo su boda. Margie tuvo un embarazo delicado donde esperaban que el nacimiento tuviera complicaciones, ellos fueron fuertes al resistir la insinuación de parte del doctor para que abortaran a su hijo. Los problemas que su hijo tuvo pudieron ser corregidos con algunas cirugías menores y nos regocijamos con ellos sobre todo lo que Dios hizo. En el momento en que las cosas se tranquilizaron ellos se alejaron de Dios, dejaron de venir a la iglesia, inclusive se involucraron en una secta. Esto los llevo a tener una ruptura en su matrimonio y eventualmente una separación. Estuvieron en mi lista de oración por 6 años. Un día recibí la llamada de Margarita; quería que nos reuniéramos. ¡Cuán grande regocijo fue cuando ella regreso a los pies de Cristo! Ese mismo día Mateo llamó a Bob y ¡él también se reconcilió con Cristo! Se reencontraron y gozosamente comenzaron a tener compañerismo.

Esta es una historia muy dramática, pero hay muchos más testimonios de la fidelidad de Dios, los cuales se multiplican en cada diario. Así como fue un deleite para el apóstol Pablo el interceder por los creyentes a quienes él llevó a Cristo, de igual modo es un gozo para nosotros (Filipenses 1:3). Eran sus hijos en la fe. Él sabía que Dios trabajaría en sus vidas al Él orar por ellos. No es una carga sino un privilegio presentar a sus amados ante Su trono de gracia. Y cuando Dios contesta las oraciones trae gloria a Él mismo.

En mi diario también llevo una “lista especial de oración” basada en la siguiente promesa, “Deléitate asimismo en Jehová, Y él te concederá las peticiones de tu corazón” (Salmo 37:4). Le pido a Dios que solo responda esas peticiones si esto deleitará Su corazón como al mío. Al final de la hoja donde tenía estas peticiones escribí esta oración, “Señor si esto no es bueno para mí o no traerá gloria a Ti, por favor no lo hagas”. No quisiera que me diera algo que será dañino para mí. Ha sido hermoso ver como Dios responde a estas peticiones especiales.

He aquí un ejemplo de respuesta a una de las peticiones especiales. Le pedía al Señor que pudiéramos mi esposo y yo ir al otro lado del mundo a ministrar. Era una petición muy sincera ya que habíamos deseado trabajar en misiones. Sin embargo, era un salto de fe ya que era la primera vez que Bob predicaría internacionalmente.

Un día que Bob estaba husmeando en mi diario y se topó con mi lista de peticiones especiales. “¿Qué? ¿Alguien me va a pedir que predique del otro lado del mundo?”, me dijo riéndose. Y justo unas semanas después vino un hombre a nuestra iglesia representando a la Asociación Bíblica Consejera de Alemania a pedirle a mi esposo que predicara por tres semanas por todo el país. “Por cierto, también deseamos que venga su esposa”, añadió.

Resultó que el seminario donde mi esposo obtuvo su doctorado en el ministerio en consejería bíblica le recomendó. Durante nuestro tiempo en Alemania impartiendo consejería bíblica nos fue posible conocer a misioneros con nuestra misma carga. Bob llamo a esa aventura “Operación Isaac” porque se rió.

Desde ese momento, sabiendo el deseo de nuestro corazón en esta área, Dios nos ha dado el privilegio de ministrar a los misioneros en todo el mundo. Él se deleita en deleitarnos al nosotros deleitarnos en Él.

Bob y yo también hacemos “caminatas de oración” varias veces a la semana. Oramos juntos por nuestras peticiones, peticiones familiares y de la iglesia. Si el clima no es bueno, caminamos en una banda sin fin y usamos el directorio de la iglesia para actualizar las necesidades de las familias. Qué alivio es saber que Dios tiene el poder de actuar en cada situación. Él responde las oraciones. No es posible que nosotros suplamos cada situación, ¡Pero Dios sí puede!

Cultivar el hábito de alabanza diaria e intercesión es la mejor manera en que la esposa de pastor puede hacer frente a las cargas. Echemos todas las cargas en el Señor, quien puede llevarlas completamente (1 Pedro 5:7). El orar se convierte como en respirar. Cada necesidad que tenemos debe ser llevada ante Dios. Debemos orar por todo. Cada petición de la cual sepamos, oremos por ella aquí y allá—si es a través del teléfono, en la calle o en un restaurante. Puede ser hecho en silencio o audiblemente. No debemos llevar nosotros esa carga ni un minuto, sino inmediatamente entregársela a Dios. Él nos enseñará la parte que nos corresponde en esa necesidad, pero Él es quien lleva todas las cargas.

Te reto a que aumentes tus “ejercicios de rodilla”. Comienza con 5 minutos, 20 minutos, media hora, una hora diaria y ¡observa lo que Dios puede hacer!

Tomando Parte en los Sufrimientos de Cristo

Hemos hablado de cómo debemos esforzarnos para acercarnos a Cristo a través de nuestra disciplina espiritual de leer la Biblia y orar. Ahora quiero compartir contigo cómo es que Cristo nos acerca a sí mismo a través de las pruebas y oportunidades que Él mismo trae a nuestras vidas. ¿Estamos deseosas como Pablo, de agradecer a Dios por cada oportunidad de morir a nosotras mismas? Podremos desear esto si vemos la recompensa.

Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos. (Filipenses 3:8-11)

Pablo está escribiendo sobre las dificultades que sobrellevó en su ministerio. “Y además de otras cosas (las cuales eran muchas), lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias” (2 Corintios 11:28). Pablo invitaba al joven Timoteo a “sufrir las penalidades” del ministerio (2 Timoteo 2:3). Sería difícil estar en el ministerio si no cargáramos un poco del peso del mismo. Esto parece contradecir lo que acabamos de decir acerca de echar las cargas sobre Cristo.

Experimentamos las presiones del ministerio, pero luego las echamos sobre Cristo a través de la oración. El preocuparse por la iglesia es parte del corazón del pastor y su esposa. Esto es parte de conocer a Cristo en el compañerismo de Su sufrimiento.

El peso puede ser algo bueno. Uso el peso para incrementar mi fuerza durante el ejercicio. No es particularmente divertido. He notado que cuando aflojo y no uso el peso constantemente me vuelvo flácida y fuera de forma. No es bueno ser creyentes flácidas. Necesitamos usar el peso para desarrollar los músculos espirituales de confianza en Cristo y acercarnos a Él.

Podemos clamar las promesas de nuestro Padre de que Él trabajará todas las cosas para bien en nuestra iglesia, sabiendo que Él es amoroso y soberano (Romanos 8:28). Podemos agradecerle por adelantado por cada situación estresante, por cada cosa que nos cause pena, cada presión y decepción, cada interrupción que pueda venir en nuestro día y semana. Esto es a pesar de cómo nos sentimos. Podemos escoger no resistir las cargas como si fueran intrusas, sino darles la bienvenida como amigas, considerarlas como un gozo, y agradecerles a Dios por ellas (Santiago 1:2-4). Dios sabe lo que está haciendo. Nos está moldeando a ti y a mí conforme a Cristo. Esto es parte de Su voluntad, la cual es “Buena, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).

Solo considera lo siguiente, ¡Dios está trabajando para hermosear tu carácter en cada problema; exponiendo tu debilidad, pecado y egoísmo y así perfeccionarte hasta ser lo que Él desea que seas en Cristo! Este es el objetivo principal de Dios para nosotros (Romanos 8:29).

Sí, estamos bajo el constante peso del ministerio e involucra sacrificio, pero lo mejor de compartir Sus sufrimientos es que también compartiremos Su gloria. “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18).

Conociendo a Cristo en Su poder de resurrección

Hermana, ¡no podemos tener mayor esperanza que nuestra unión con Cristo en Su muerte y resurrección! Pablo captó la verdad de la unidad con Cristo cuando escribió las siguientes palabras, “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).

Morimos y resucitamos con Cristo. Gracias a Su victoria sobre el pecado y muerte tenemos esperanza para el huérfano y el niño que ha sufrido abuso. Tenemos esperanza para el alcohólico y el adultero. Si Dios puede resucitar a los muertos, entonces Él puede transformar esas vidas en respuesta a nuestras oraciones.

No nos encontramos en una “misión imposible”. Tenemos el poder del Cristo resucitado. Podemos ser y hacer más de lo que imaginamos en nuestras vidas y dentro del ministerio a través del poder de Cristo.

Teniendo esperanza

Podemos despertar por las mañanas con esperanza y no debemos temer por lo que pueda venir a continuación a nuestra iglesia, familia o mundo. ¿Qué sería lo peor que puede pasarnos a nosotros como creyentes? Nuestro peor y final enemigo es la muerte. Tendremos poder sobre los peores enemigos a los que podamos enfrentar.

 

Mi querida madre eligió Romanos 8:28 como versículo lema para su vida cuando llegó a Cristo a la edad de 16 años. Ella confió en la bondad y soberanía de Cristo por el resto de su vida. Ella decía, “Confiemos en Dios. Él está trabajando para nuestro bien”. Cuando ella estaba en su quinta década de vida, esa fe fue puesta a prueba cuando le diagnosticaron cáncer terminal. Como era su costumbre, se aferró de las promesas de Dios sin vacilar. Ella me mostró como vivir confiando en el Pastor y me enseñó como morir—llena de fe y esperanza en que ella moraría en Su morada por siempre. Su partida exaltó al Salvador.

Tres meses después de la muerte de mi madre, mi padre escribió a nuestra iglesia la siguiente carta que yo guardo en el álbum de su vida.

Querido pastor Ricardo, familia y queridos amigos,

Este es un pequeño agradecimiento hacia la iglesia debido a la bendición que usted y su gente ha sido para mi familia y para mí a través de los años— en tiempos de gozo y tiempos de duelo.

Agradezco a Dios en esta época de acción de gracias por los pecados perdonados, por un Sumo Sacerdote compadecido por mis debilidades, por el privilegio de ser una pequeña herramienta en Su mano poderosa, por Su guía, por Su oído que escucha mis oraciones, por Su brazo en el cual me puedo apoyar, por Su preciosa Palabra a través de la cual Él nos habla explícitamente y por la gran esperanza de Su pronto regreso.

Le agradezco más que nada por la salvación absoluta. En el pasado, he sabido lo que es tener miedo, más ahora sé que estoy entera y perfectamente seguro. Siento que he llegado a un lugar seguro, un puerto seguro. Nada, absolutamente nada, ni mis obras ni las de otros, ni el trabajo del maligno, ni las circunstancias o el así llamado destino, nada puede separarme del amor de Cristo. La pena y duelo pueden venir, la muerte puede poner mi cuerpo o el de mis amados en la tumba, pero sea lo que sea que venga, pasa primero por Sus tiernas manos, ¡así que puedo amarlo porque viene de Él!

Nada puede dejarme fuera del cielo. Estoy tan a salvo ahora como si ya estuviera allí. Sólo unos pocos años más de vida, unas cuantas tareas más que cumplir y después me iré a estar por siempre con Él y nuestros amados que han partido antes, ¡nuestra porción gloriosa más allá de la gloria infinita! ¿Estoy agradecido? Mis mejillas continuamente se humedecen con lágrimas de alegría. El por qué el da todo esto a alguien tan pobre como yo, eso no lo sé, pero sé que necesitaré toda la eternidad para agradecerle por ello.

En este tiempo de compañerismo por el Festival de la Siega, agradeciéndole a Él por su bondad, oro para que sus expectativas y deseos estén en Él y en la Esperanza bienaventurada.

Afectuosamente suyo hasta que Él regrese,

-Robert L. Gates

¡Qué gran legado de fe! Mi padre concluyó sus “pocos años de vida” a la edad de 90 años y está ahora con Jesús también. Nada puede separar a nuestros amados o a nosotros del amor de Cristo—“ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada” (Romanos 8:38-39).

Esta es la clase de paz y seguridad que debemos reflejar y compartir con aquellos que están en nuestra iglesia. ¿Te sucede que te olvidas de las riquezas que tenemos en Cristo? ¿Te pasa como a mí, que tomo el camino de la autocompasión y la auto-justificación? ¿Batallas con el desaliento? ¿Sientes deseos de renunciar? (Mi esposo dice que él tiene deseos de renunciar una vez a la semana.) ¿Tu mente se centra en todos los problemas en lugar de en la meta—la Gloria de Dios?

Querida hermana, la respuesta es Cristo. Él es antes de todas las cosas y en Él todas las cosas se sostienen. Él es el Gran Pastor quien cuidará de Su grey. Él es la vid y tú eres el pámpano. Se una con Él a través de Su Palabra. Se una con Él en oración. Se una con Él en Sus sufrimientos y se una con Él en el poder de Su resurrección. Si eres una con Él, entonces no habrá derrota.

Me encanta la oración de Pablo por los creyentes en Éfeso porque nos enseña como Dios obra, no dándonos tan solo lo necesario, sino en abundancia:

Para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén (Efesios 3:16-21).

Él te sostendrá en tu rol. Es solo por esta corta vida y después pasaras la eternidad con Él. Pedro anhelaba la segunda venida de Cristo con estas palabras, “Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores” (1 Pedro 5:4), y es así como estimula a los pastores a cuidar la grey que se les ha confiado. ¡Jesús regresará! Nuestros esposos devolverán la grey al Príncipe de los pastores.

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Cómo evitar el síndrome del éxito

“¡El pastor Villegas construyó esa iglesia, la cual pasó de ser nada a tener dos mil miembros en seis años!” “¡Deberías ver el edificio de su iglesia! Ellos oraron la oración de Jabes y ¡mira lo que pasó!” “Conozco a la familia misionera Martínez, y ellos terminaron la traducción del Nuevo Testamento en cinco años” (mientras que tú ya vas por 25). “¿No tienen escuela en tu iglesia? ¿Acaso no conoces el tremendo alcance de una escuela para la comunidad?” Estos son algunos de los comentarios que pueden traerte desaliento como esposa de un hombre en el ministerio. Ves otras iglesias u otros ministerios florecer mientras tú te encuentras estancada. Comienzas a preguntarte qué estás haciendo mal y qué puedes cambiar. Comienzas a ser consumida por el deseo de ver más resultados en tus labores. En poco tiempo, has caído presa del “síndrome del éxito”.

El síndrome del éxito es una espiral descendente de deseos pecaminosos y acciones que surgen de una definición mundana del éxito y culmina en depresión o agotamiento. Se vence reemplazando la pasión por alcanzar logros, fama, prosperidad y éxito, con una pasión por complacer a Cristo, exaltar Su nombre, sacrificar el ego y llevar verdadero fruto, a través de un servicio fiel.

Síntomas del síndrome del éxito:

• Hacer las cosas espirituales de una manera mecánica.

• Descontento con el ministerio de tu esposo

• Deseo de cambiar de iglesia o ministerio o abandonar el ministerio

• Poner presión sobre ti misma o tu esposo para tener mayor visión, añadir programas o expandir el territorio.

• Desaliento

• Depresión

• Falta de entusiasmo por tu ministerio

• Sentimientos de fracaso

• Envidias y Celos

• Orgullo

• Agotamiento

Si estos síntomas no son tratados, tu ministerio, e incluso tu vida, serán destruidos. Debemos encontrar el origen del devastador síndrome del éxito.

¿Cómo pueden estos buenos deseos, deseos de ver nuestros ministerios tener éxito y que nuestras vidas sean útiles, convertirse en una espiral descendente tan dañina? El proceso ocurre lenta y sutilmente, a medida dejamos que el mundo se introduzca y nuestros corazones comiencen a buscar su versión engañosa del éxito.

Cuando contemplamos la manera en que la gente de nuestra sociedad consumista busca una iglesia, parece ser que se aproximan a ellas de la misma manera en que lo hacen cuando compran mercancía. Cuanto más grande la tienda, más cosas tiene que ofrecerte—entonces hay que comprar ahí. Las iglesias responden empleando buenas técnicas de mercadotecnia, mayores presupuestos y edificios más grandes y elegantes. La predicación debe ser corta y no debe confrontar para no ahuyentar a nadie. El éxito consiste en que reconozcan el nombre, tener a un pastor con un programa de radio, que escriba libros e imparta conferencias internacionalmente. Es el tener un lugar de alabanza moderno y todo tipo de programas para satisfacer las necesidades de la gente. El American Heritage Dictionary (Diccionario del Patrimonio Americano) define el éxito como lograr algo que se intenta; alcanzar fama o prosperidad.

Si te encuentras esforzándote para que tu iglesia alcance la aprobación de la mayoría de los cristianos del siglo veintiuno y los buscadores de iglesia, probablemente estás cayendo en la definición mundana del éxito. ¿Acaso los números, el crecimiento, los aplausos, la fama o la prosperidad definen el éxito de acuerdo a la perspectiva de Dios?

¿Qué hay de ti en lo personal? ¿Qué define el éxito desde tu perspectiva— ser una anfitriona perfecta, destacar como una persona “real” con un oficio “real”, tener una hermosa casa? ¿Estás permitiendo que la definición mundana del éxito se introduzca? Puedes estarlo haciendo si buscas logros rápidos y cuantificables, algún tipo de fama o prosperidad. Si de te fijas en lo que te motiva verdaderamente, ¿encontrarías un ansia de auto-promoción y progreso?

Si este es el caso, cuando no obtienes los resultados que deseas, te volverás depresiva, crítica y aún más determinada a encontrar la aprobación de alguien. Es entonces cuando sabes que estás en las garras del síndrome del éxito (Santiago 4).

¿Cuál es la cura para el síndrome del éxito?

¿Existe algún medicamento que podamos tomar para calmar nuestras ambiciones y depresiones? ¿Hay alguna clase de anteojos que nos hagan ver nuestra situación como ideal? Tal vez solo necesitamos hablar más positivamente de nuestros ministerios y tener más fe en que Dios cumplirá aquellas metas que anhelamos.

No, el síndrome del éxito debe ser atacado desde la raíz. Es impulsado por una codicia hacia un éxito mundano, logros, fama y prosperidad. Puede solamente ser conquistado por una transformación de nuestras pasiones. El síndrome del éxito no es una enfermedad sino un ciclo de pecado que puede ser destruido a través del arrepentimiento. La sanidad viene a través de la humildad, a medida cambiamos la pasión por la exaltación personal con una renovada pasión por la exaltación de Dios.

Despójate de la pasión por logros personales y aprobación.Vístete de la pasión por agradar a Cristo

El síndrome del éxito establece que debes alcanzar tus propias metas; debes obtener la aprobación de los hombres. Dios dice que debemos buscar agradarle a Él. En lugar de agradar a los hombres, necesito ser como Pablo, quien no buscaba el favor de los hombres, sino el de Dios. Él dijo, “Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo” (Gálatas 1:10).

Es natural el desear los aplausos de la gente, pero solo necesitamos los del cielo. ¿Quién es el que juzga el éxito? La preocupación de Pablo era solo lo que Dios pensaba. “Porque aunque de nada tengo mala conciencia, no por eso soy justificado; pero el que me juzga es el Señor” (1 Corintios 4:4). Esto nos da un estándar más alto con el cual debemos medirnos.

El objetivo de Pablo era ser agradable para Dios sabiendo que, “Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables. Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (1 Corintios 5:9-10). Solo necesitamos agradar a Dios.

A todos nos complace el ser amados y apreciados por todos todo el tiempo. He luchado con el deseo de que toda mujer en nuestra iglesia me considere su mejor amiga. Amo a cada uno de ellas y deseo estar cercana a ellas. Sin embargo, eso no es posible. ¿Me imposibilita esto de acercarme a ellas? No.

El saber que soy completamente amada y segura—segura en mi relación con Dios— debería ayudarme a lidiar con los desaires, las críticas, el rechazo y los malos entendidos que puedan surgir.

En lugar de buscar el agrado de los hombres, Dios dirige a sus hijos a trabajar de corazón para el Señor, ya que sus recompensas son las que realmente importan. Algunas parejas de ministros trabajan hasta el agotamiento buscando convertirse en una mega-iglesia, pensando que eso es el éxito. Debemos encontrar el equilibrio entre trabajar duro, descansar y tomar tiempo para nuestra familia. Jesús dijo que su yugo es fácil y ligera su carga (Mateo 11:30). Debemos prepararnos para la carrera que tenemos por delante. Nosotras, como esposas, podemos ayudar a nuestros maridos a mantener un equilibrio entre el trabajo y el descanso.

 

Para poder derrotar al síndrome del éxito debemos tomar nuestra dosis de humildad mientras reconocemos que Dios es el juez y su estándar es la perfección. No hay nada que podamos hacer para merecer su aprobación. Pero por la gracia de Dios hemos sido justificados y podemos servirle con una conciencia limpia (2 corintios 1:12).

Él (Jesús) debe crecer y yo menguar. Dios se glorifica más cuando usa a un cualquiera, en vez de alguien especial. Pablo escribió que Dios le dio un aguijón en la carne, para evitar que se exaltara a sí mismo. A través de esta situación, él aprendió otra lección del “reino al revés”—el poder de Dios se perfecciona en la debilidad (2 Corintios 12:9). Entre más reconozcamos nuestra propia debilidad, más brillará a través de nosotros el poder de Dios.

Este es el éxito en el que debemos regocijarnos: Su poder trabajando en nosotros. ¿Amamos a Cristo tanto como para servirle cuando nadie nos ve o aprecia o incluso cuando hacemos enemigos por causa del evangelio? Ese es el éxito en sus ojos.

Despójate de la pasión por la buena famaVístete de la pasión por el nombre de Cristo

El síndrome del éxito establece que debes buscar fama—el ser conocido, apreciado o aclamado. Debes ser mejor que alguien más para promoverte. La Escritura nos enseña que no es provechoso el compararnos con otros. “Porque no nos atrevemos a contarnos ni a compararnos con algunos que se alaban a sí mismos; pero ellos, midiéndose a sí mismos por sí mismos, y comparándose consigo mismos, no son juiciosos” (2 Corintios 10:12).

A pesar de lo inútil que es, somos propensos a hacerlo. ¿Ves a tu ministerio como menos exitoso a comparación de aquellos que tienen ministerios más grandes? Parece ser que quienes tienen ministerios más grandes son más apreciados y por lo tanto deben ser más exitosos. Yo he pensado de esa manera. Mi amiga Pat Palau, quien era mi compañera de cuarto en la universidad, tiene un esposo con un ministerio exitoso. Luis ha ministrado a millones de personas a través de sus cruzadas evangelísticas. Él ha escrito libros y su enseñanza es trasmitida a través de la radio en toda América Latina y el mundo. Yo recuerdo que pensaba cuán insignificante era nuestro pequeño ministerio en la iglesia a comparación del ministerio de Luis, en donde predicaba a millones y miles se entregaban a Cristo. Confesé esto a mi amiga Pat hace unos años, mientras estábamos en una conferencia en donde Luis era el orador. Recuerdo sus palabras, “No debes sentirte de esa manera. Tu esposo tiene un llamado diferente—el de pastor y maestro para equipar a los santos para el ministerio. Luis tiene otro llamado—el de evangelista. Si tu alcance no es a miles, no significa que sea menos exitoso. El ministerio de Luis es solo el primer paso. Los creyentes deben ser nutridos en las iglesias. El trabajo del pastor es vital. Su fidelidad en la iglesia local es invaluable para el reino de Dios”. Pat cree en esto tanto que ha escrito libros sobre la importancia de la iglesia local. Sus palabras me han animado a través de los años.

Es importante recordar que cuanto mayor sea la iglesia o la esfera del ministerio, mayor es la responsabilidad. Significa que tendrás que dar cuentas por una mayor cantidad de personas. La Biblia enseña que aquellos que ejerce autoridad sobre la iglesia, darán cuenta a Dios por aquellos que están bajo su cuidado (Hebreos 13:17). Tenemos que tener en mente el hecho de que Jesús es el Señor de Su iglesia. Él guía a las personas a las diferentes iglesias. Él ha llevado a nuestra iglesia a aquellos que Él desea que nuestros pastores tengan bajo su cuidado.

El Señor le ha dado a nuestra iglesia un crecimiento lento pero constante desde su comienzo. Tenemos cuatro puntos de énfasis—una predicación sólida de la Palabra de Dios, grupos pequeños para discipulado, misiones mundiales y demostrar de una manera contundente el amor de Cristo. Tenemos ahora cinco pastores que llevan la carga de las personas que Dios ha traído para ser parte del ministerio. También tenemos un ministerio de consejería bíblica en donde se da entrenamiento para después ministrar a toda la comunidad. ¿Qué de aquellos años en donde Bob era el único pastor? ¿Éramos menos exitosos en aquel entonces? ¡No!

Quizá sientas que tu esposo es menos exitoso porque tiene un ministerio detrás de bambalinas y recibe poco reconocimiento y agradecimiento. Parece que estos van hacia el pastor principal o al pastor de alabanza quienes están en el escenario cada semana.

Cuando comiences a compararte con otros, detente y pregúntate, “¿Estoy buscando fama para mi nombre o para el nombre de Cristo?” El apóstol Pablo se regocijaba incluso cuando el nombre de Cristo era proclamado a causa de ambición personal y buscando causarle aflicciones. Él dijo, “¿Qué, pues? Que no obstante, de todas maneras, o por pretexto o por verdad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo, y me gozaré aún” (Filipenses 1:18).

A pesar de que pensemos que nuestro pastor es el mejor expositor de la Palabra en nuestra comunidad o el mejor misionero o mejor pastor de alabanza, debemos ser humildes delante de Dios. “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (Santiago 4:6). Por más que pensemos que nuestra iglesia es fiel a la guía de Dios, debemos tener en mente que otras iglesias están trabajando de igual manera o mejor y debemos confesar el orgullo como pecado.

Debemos de estar orando regularmente por otros pastores y sus esposas, así como por los misioneros y sus esposas, para que Dios bendiga sus ministerios. No estamos en competencia, sino trabajando juntos. En ocasiones nos ofendemos cuando nuestra gente cambia de iglesia y esas iglesias comienzan a crecer a través de aquellos que hemos entrenado para el ministerio. Corremos el peligro de dar lugar a la amargura.

Esto lo sé por experiencia. Cuando tuvimos el caso de un éxodo a otra iglesia en nuestra comunidad, me sentí herida, fracasada y humillada. Pero “humillarme a mí misma” no es lo mismo. Quería mudarme a otro lugar, huir de este sitio de humillación.

Afortunadamente, aprendí de mi esposo que una de las cosas que Dios estaba tratando de enseñarnos era humildad. Caímos de rodillas ante Él y buscamos aprender las lecciones que Él tenía para nosotros. Leí Una Oportunidad para Morir, la historia de Amy Carmichael. Su vida muestra el “reino invertido” de Dios. A través de la muerte viene la vida. Él nos llama a morir a nosotros mismos y a nuestras ideas de éxito. Jesús dijo, “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará” (Lucas 9:24). Amy Carmichael se gozaba en las pruebas y desilusiones, sabiendo que era la oportunidad para morir a sí misma. Al hacer esto, ella vivía más plenamente para Cristo. Esta fue la oración de Amy cuando una de sus más queridas colegas murió:

Líbrame de oraciones que pidan ser

Protegida de los vientos que soplan hacia Ti,

Líbrame de temer cuando debo anhelar,

De caer cuando debo escalar;

De mi propio ser, Oh Capitán, libera

A tu soldado que te seguirá.

Del sutil amor por cosas vanas,

De decisiones cómodas y debilidades,

(Lo cual al espíritu no fortalece,

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