La adquisición del sistema verbal español por aprendices alemanes y el papel del aspecto gramatical

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El imperfecto “no contiene en su semántica ninguna orientación sobre cómo seleccionar el antecedente” (Leonetti 2004:502), con lo cual tal selección se efectúa en el nivel pragmático de acuerdo con el Principio de Relevancia (Leonetti 2004: 501, a base de Moeschler 1998). Así, Leonetti esboza paralelismos entre el imperfecto, los pronombres y los artículos indeterminados.

“La situación es perfectamente equiparable a la que surge al estudiar la interpretación de los pronombres: a veces estos carecen de antecedente lingüístico, pero son aceptables en el discurso” (Leonetti 2004:486).

En cuanto a los artículos indefinidos, existen dos tipos de lecturas posibles. En el caso de la interpretación fuerte, un sintagma como un estudiante corresponde a una lectura genérica o específica, mientras que la interpretación débil permite solamente una lectura existencial, inespecífica o cardinal. Solo en este último caso, se permite la combinación con propiedades como tener los ojos verdes o ser alto. Las lecturas fuertes, en cambio, únicamente pueden combinarse con estadios puntuales y específicos del tipo “me ha estado siguiendo” (ejemplos según Leonetti 2004:492). De esta manera se ve el paralelismo con el imperfecto que necesita una referencia concreta para recibir un significado igualmente concreto:

“una imagen parcial de algo que es parte de una entidad más compleja se interpreta satisfactoriamente cuando se es capaz de recuperar o inferir la información que ha quedado excluida por el enfoque y que constituye el fondo, el contexto, el soporte de la comprensión” (Leonetti 2004:494/95)

De esta manera, el pretérito indefinido corresponde a los artículos determinados, ya que sintagmas como el estudiante necesariamente son concretos. Con esta argumentación, Leonetti (2004) demuestra que la intuición de que el imperfecto se parece a los artículos y a los pronombres definidos (en la que se basan igualmente las afirmaciones sobre la anaforicidad) lleva justamente a la conclusión equivocada. Tanto las expresiones “se casaban” como “una estudiante” desencadenan preguntas como “¿en qué contexto?” y “¿cuál?”. Por otro lado, enunciados como “se casaron” y “la estudiante” tienen referentes ya establecidos: un momento especificado y una persona concreta.

Leonetti (2004) enlista algunos ejemplos más para demostrar que la necesidad del imperfecto por referirse a un marco bien definido:

(37) El tren salía a las ocho en punto.

(38) El partido empezaba a las 8,45.

(39) El tren disponía de todas las comodidades.

(40) El tren era cómodo y silencioso.

(Leonetti 2004: 497-500)

Mientras que en las frases (37) y (38) los predicados son télicos y puntuales, los ejemplos (39) y (40) contienen predicados atélicos. Solamente en los primeros casos, es posible que la frase obtenga una lectura modal de una previsión. En el caso de los verbos atélicos, en cambio, esta lectura resulta imposible. Es decir, Leonetti (2004) aporta ejemplos similares a Giorgi & Pianesi (2004), pero los explica de manera muy distinta. Recuérdese que en los ejemplos (27) y (28) se usaban únicamente eventos télicos.

Dado que el imperfecto, en ambos planteamientos, se contrasta con el indefinido, cabe plantear la cuestión de si puede entenderse como alternativa marcada. En la práctica, sin embargo, es difícil determinar cuál de ellos representa la forma marcada y cuál puede considerarse neutra o menos específica. Comrie (1976: 111) argumenta que esta dificultad se debe a los rasgos implicados en la oposición entre perfectividad e imperfectividad. Gutiérrez Araus (1997: 31), por ejemplo, afirma que, en la mayoría de las situaciones, el imperfecto puede sustituirse por el indefinido, pero no al revés. Eso es porque, mientras que el indefinido se define por ser un tiempo del pasado, el imperfecto es un tiempo del pasado que, además, está marcado por una simultaneidad.

Giorgi & Pianesi (2004), en cambio, defienden otro punto de vista: mientras que el indefinido marca la conclusión de una acción, el imperfecto permite ambas posibilidades. Según esta argumentación, únicamente el imperfecto resulta la opción adecuada, cuando una acción no se lleva a su término. Debería, por tanto, ser más fácil sustituir el indefinido por el imperfecto que viceversa. Dados los distintos usos modales del imperfecto, y la existencia de las varias implicaturas (→4.2.1), tal distinción tampoco parece adecuada.

Schwenter & Torres Cacoullos (2008: 2) argumentan que no deberían mezclarse los conceptos de marcaje y defecto. Mientras que la oposición entre marcado y no-marcado concierne al número de rasgos formales y semánticos, una forma por defecto es aquella que puede sustituir la otra. Tal diferencia se hace visible en el fenómeno del plural gramatical. Mientras que el singular, en muchas lenguas, no se marca de manera morfológica, y por lo tanto manifiesta la opción no-marcada, no puede usarse como forma por defecto cuando se hace referencia a un sintagma nominal en plural. La aparición del imperfecto o del indefinido, asimismo, no es aleatoria. En contraste a otros fenómenos gramaticales, sin embargo, depende de una multitud de rasgos de los cuales algunos se consideran subjetivos y altamente dependientes de la perspectiva del hablante. Esta dependencia se discute en la siguiente sección.

4.2.3 El funcionamiento gramatical frente a la perspectiva subjetiva

Dado que un intercambio entre indefinido e imperfecto, en muchos casos, no afecta el estado de la gramaticalidad de la oración, pueden diferenciarse dos factores generales que influyen en la competición entre dos o más formas verbales: por un lado, la variación lingüística y, por otro lado, la perspectiva subjetiva con la cual el hablante pretende expresar ideas concretas. Especialmente este último criterio es crucial a la hora de interpretar los datos de estudios empíricos.

En cuanto a la variación en el sistema verbal, un ejemplo bien conocido consiste en el uso del perfecto compuesto. Gutiérrez Araus (1997: 21) diferencia entre dos sistemas que, según la autora, se corresponden con las regiones geográficas de España e Hispanoamérica. En ambos sistemas, el perfecto puede emplear la función de un pasado continuativo-resultativo (una acción que sigue continuando en el presente). En comparación con el español europeo, no obstante, el uso del perfecto es bastante menos frecuente (Sánchez Lobato 1994). Solo en el español europeo peninsular el perfecto también tiene el valor del antepresente que tiene una relación estrecha con los complementos adverbiales que subrayan la relación entre el momento del habla y el evento (esta semana, este año y este siglo; Gutiérrez Araus 1997: 24). Propio del sistema americano, el perfecto también puede utilizarse con un valor enfatizador que puede usarse en narraciones o en artículos de prensa para sugerir una actualidad que afecta el oyente o lector (Gutiérrez Araus 1997: 25).

Gómez Torrego (2006: 441) advierte que la clasificación en dos sistemas representa una simplificación desacertada de los hechos, ya que también en España se encuentran regiones en las que la oposición entre perfecto e indefinido no se corresponde con la descrita. En Galicia, León, Asturias y en las Islas Canarias, por ejemplo, se observa una neutralización entre las dos formas verbales con una tendencia a favor del indefinido con ocaciones de ultracorrección (“*Ayer lo he pasado bien”, Gómez Torrego 2006: 440).

Asimismo, es importante resaltar que el español de Hispanoamérica tampoco puede tratarse como dialecto homogéneo, ya que, debido a su multitud de culturas y su extensión geográfica, presenta una alta variación interna (Alba 1992). En cuanto al uso del perfecto, cabe destacar que, mientras que en Argentina el indefinido es la forma preferida en el habla cotidiana, en México pueden observarse similitudes con el español de las Islas Canarias (Almeida 1987).

En este contexto, Schwenter & Torres Cacoullos (2008) postulan un cambio diacrónico general, observable en varias lenguas en las que la forma del perfecto compuesto se extiende hacia el aspecto perfectivo. Puesto que la relevancia actual está sujeta a nociones subjetivas, la extensión de los usos hodiernos a los contextos prehodiernos es una evolución predecible (Schwenter & Torres Cacoullos 2008: 3). Así, se observa que, en varias regiones de la Península Ibérica, el perfecto compuesto tiende a ser aceptado y usado por parte de los hablantes en contextos perfectivos en los que, debido a la presencia de un adverbio específico, la delimitación es evidente (Pérez Saldanya 2004).

Schwenter & Torres Cacoullos (2008) defienden, en base a estas observaciones, un planteamiento de gramaticalización que, en el mundo hispano, se encuentra en distintas fases. A partir de una base de datos recogidos entre hablantes nativos de España y México, concluyen que el perfecto del español europeo está en fases de gramaticalización posteriores a su equivalente latinoamericano.

Otra prueba de que los valores del perfecto compuesto se distinguen en las variedades se halla en las oraciones negativas. Schwenter & Torres Cacoullos (2008) afirman que, en el español mexicano, la negación del perfecto compuesto (como en jamás ha salido, Schwenter & Torres Cacoullos 2008: 5) deja abierta la posibilidad de un cambio futuro de la situación, la negación del indefinido es absoluta. Squartini & Bertinetto (2000: 412) argumentan que, como el perfecto compuesto en el español mexicano significa solapamiento con el momento del habla, no se entiende como un pasado reciente. Por esto, se imposibilitan los usos en (41) y (42).

 

(41) *Todavía no llegó.

(42) *Ya ha llegado. (Squartini & Bertinetto 2000: 412)

En estas observaciones concretas, consiguientemente, la variedad mexicana contrasta con el español europeo en el que dichas implicaciones no se presentan.

Pero la oposición más importante para las siguientes deliberaciones consiste en el contraste entre las formas del indefinido frente al imperfecto. En comparación con los usos del perfecto compuesto, la variación de este contraste es mucho más reducida. Rothman (2008: 86) incluso argumenta que no existe variación dialectal en absoluto acerca de este contraste. Aparte de algunas variedades de contacto que muestran peculiaridades notables (véase, por ejemplo, Rojas Sosa 2008 para la expresión de la evidencialidad en determinados sociolectos limeños), se encuentran muy pocos usos especiales que no concuerdan con las expresiones panhispánicas. Un ejemplo aquí sería el uso del indefinido, que puede expresar una interpretación anticipativa en algunos países. Esta función es tan común que también se enlista en la Nueva Gramática (RAE 2009: 1738, §. 23.9). Cabe mencionar que esta interpretación específica está reservada a los predicados télicos. En comparación con las otras variaciones dialectales, su uso resulta relativamente sorprendente ya que emplea el indefinido del pasado para hacer referencia a un futuro inminente:

(43) ¡Ya está, nos fuimos! (según RAE 2009: 1738)

En cuanto a la variación del imperfecto, Bertinetto (2000: 576) afirma que, en algunas variedades latinoamericanas, la forma progresiva se utiliza para expresar el aspecto imperfectivo en general, sin diferenciar entre continuidad y habitualidad. En estas variedades, el uso del imperfecto sin la forma progresiva, consiguientemente, resulta más reducido.

En resumen, la variación en lo que concierne al contraste entre perfectividad e imperfectividad resulta bastante delimitado. Por consiguiente, el verdadero reto para estudios empíricos se halla en el alto grado de subjetividad conectado con el aspecto gramatical. La selección de una u otra forma no es arbitraria ya que expresa un punto de perspectiva concreto. Salaberry advierte, no obstante, que, a pesar de esta función clara, la selección tampoco necesita resultar evidente.

“On the other hand, the choice to use one or the other inflectional ending is not necessarily deterministic: any given verbal predicate is embedded in a particular context that guides the choices made by native speakers.” (Salaberry 2008: 191-192)

Esto puede ilustrarse a partir de las siguientes dos frases, tomadas de González (2013):

(44) Jari bebió una limonada.

(45) Jari bebía una limonada. (ejemplos de González 2013: 162)

En ausencia de más factores contextuales, ambas frases resultan aceptables. La diferencia no consiste en su estado de gramaticalidad sino en la perspectiva que adopta el hablante. Mientras que en (44) el evento se presenta como completo y terminado, en (45) el hablante focaliza la estructura interna. Otro ejemplo lo aducen Goodin-Mayeda & Rothman (2007):

(46) Siempre que fuimos a esa tienda, compramos mucha porquería.

(47) Siempre que íbamos a esa tienda, comprábamos mucha porquería.

(ejemplos de Goodin-Mayeda & Rothman 2007: 136)

En (46), los eventos se presentan de manera accidental, en (47) nos hallamos ante un condicional contrafactual. Eso es, mientras que el imperfecto ilustra la relación consecutiva entre las dos acciones, el indefinido se usa para subrayar la ausencia de planificación. Goodin-Mayeda & Rothman (2007: 136) explican este hecho mediante dos traducciones distintas en inglés: la forma comprábamos en (47) se traduce simplemente como we bought, el indefinido en (46) se corresponde con we ended up buying. Crucialmente, la apariencia de otros elementos lingüísticos (como la del adverbio siempre) no anula o neutraliza la diferencia.

Estos razonamientos resultan obvios, considerando la función de la morfología verbal. En el contexto la morfología rica del español, el marcaje del aspecto gramatical sería redundante si ya fuera determinado de manera unívoca por otros elementos lingüísticos. Es, por eso, lógico que los morfemas aspectuales también aporten su contribución a la interpretación aspectual.

Salaberry (2008: 25) argumenta que el aspecto, como siempre indica una perspectiva que el hablante adopta, no puede disociarse de una subjetividad exhibida por las personas implicadas y por la situación. Incluso extiende este argumento hacia el aspecto léxico, concluyendo que por la subjetividad se explican las diferentes evaluaciones respecto a la telicidad (recuérdese →3.3). Haßler (2016: 217) advierte que subjetividad no debe de confundirse con arbitrariedad. El hablante solo puede efectuar sus selecciones dentro del espacio permitido por el contexto.

“The choice of grammatical aspect is not arbitrary. In Spanish, in particular, the use of either Preterite or Imperfect is not capricious.” (Salaberry 2008: 191)

Aunque la selección de la forma verbal depende de muchos factores contextuales y, de manera decisiva, de la perspectiva que el hablante elige adoptar, el uso de uno u otro tiempo verbal no es arbitrario. Dependiendo de todos los rasgos definidos por la oración y la conversación, la perspectiva puede ser más o menos delimitada. Con la selección de los tiempos, el hispanohablante nativo decide conscientemente emitir un mensaje determinado y enteramente especificado. La subjetividad restante, finalmente, también explica el límite complicado entre iteratividad y habitualidad (Salaberry 2008: 203). Mientras que el primer concepto pertenece a los contextos englobados por el aspecto perfectivo, la habitualidad es una noción específica de la imperfectividad. El número concreto de repeticiones que convierten una iteración en una costumbre, sin embargo, no está determinado por factores lingüísticos, sino que depende del contexto y la evaluación del hablante (compárese →3.4, →5.2.4).

De estos ejemplos se deduce que, claramente, la oposición entre el imperfecto e indefinido en español está sujeta a un alto grado de subjetividad que, aunque no es aleatoria ni arbitraria, depende de la perspectiva del hablante, del contexto específico y de la situación global en la que la oración está intercalada. Estas deliberaciones son particularmente relevantes en el contexto de tareas de producción que se usan en el aula de español como L2 o en estudios empíricos de lingüística (y afectan también el estudio empírico presentado al final →7.2). Dado que, como se ha demostrado, los demás elementos de la oración (complementos, adverbios, etc.) no determinan el aspecto gramatical de manera inequívoca, la interpretación de los datos de pruebas empíricas requiere una consideración de esta subjetividad implicada.

En conclusión, un hablante ha de comprender que el contexto que determina la (im)perfectividad no está fijado por factores meramente lingüísticos. A nivel gramatical, las formas verbales del imperfecto y el indefinido están ensamblados en conexión con el rasgo [±perfectivo]. Como se ha visto en las últimas secciones, el rasgo [-perfectivo] engloba a nociones de la progresividad, la continuidad y la imperfectividad, lo que un hablante nativo aprende durante la adquisición de su L1. Aunque este ensamblaje parece sencillo, por lo que un reensamblaje debería serlo también, los factores subjetivos dificultan la aprehensión del contexto, y es posible que la configuración exacta no se perciba. Para poder entender esta problemática, a continuación, se describirá en detalle el papel que desempeña la perfectividad en las lenguas germánicas, enfocando en especial el alemán y las diferencias que presenta frente al español. Estas diferencias causan dificultades en la adquisición que, después de una formalización más exacta de la gramática (→4.5) se discutirán en la sección 3.6.

4.3 La expresión del pasado en los sistemas germánicos
4.3.1 Generalidades de los sistemas germánicos y delimitaciones

Giorgi & Pianesi (1997) postulan que las lenguas germánicas y las lenguas románicas se diferencian en cuanto a los valores y rasgos temporal-aspectuales. Especialmente el aspecto gramatical, codificado en su propio sintagma sintáctico (→4.5), está sujeto a una diferencia paramétrica. Así, las lenguas germánicas no poseen un equivalente al imperfecto románico (Giorgi & Pianesi 1997: 181). Consiguientemente, los contrastes aspectuales que en español pueden expresarse con la morfología verbal necesitan explicitarse a través de otros elementos lingüísticos.

En lo que concierne a la gramática contrastiva entre las lenguas germánicas y románicas, resulta que son particularmente abundantes las comparaciones entre el sistema verbal español y el inglés (Domínguez et al. 2011, 2013, Guijarro-Fuentes 2004, 2005a, 2005b, Montrul 2004, Montrul & Slabakova 2003, Salaberry & Ayoun 2005, Slabakova & Montrul 2003, 2008, Rothman 2008, entre otros). Tal y como se ha evidenciado en la sección 3, la mayoría de los modelos temporal-aspectuales se basan en ejemplos del inglés, por lo que no sorprende que esta lengua sea el punto de partida para la mayoría de los estudios contrastivos. Al contrario que el español, el inglés únicamente posee un contraste aspectual básico (Salaberry & Ayoun 2005: 3). Mientras que el aspecto habitual puede explicitarse mediante construcciones con las perífrasis used to (‘soler’) y would más infinitivo, el marcaje del aspecto progresivo a través de la combinación entre una forma conjugada del verbo copulativo to be y un gerundio es obligatorio. Tanto Slabakova & Montrul (2003) como Domínguez et al. (2011) argumentan que la configuración de rasgos es considerablemente distinta al comparar las dos lenguas. Sin embargo, mientras que las primeras autoras sostienen que la diferencia yace en la habitualidad, las últimas resaltan la continuidad. Ambas nociones, en inglés, no pueden marcarse por el pasado progresivo, mientras que en español se explicitan por el imperfecto. Es decir, mientras que el español une las tres nociones imperfectivas (habitualidad, continuidad, progresividad) en una única forma, el inglés solo marca una de ellas.

Slabakova & Montrul (2003) sostienen que en la oposición entre el pretérito simple (simple past) y el pasado progresivo (past progressive), el elemento neutro es el primero. Esta afirmación se basa en la observación de que el pretérito adopta la lectura aspectual de manera directa del aspecto léxico; así, actividades y estados se interpretan de manera genérica (véase (48) y (49) que representan predicados atélicos) mientras que realizaciones y logros se entienden como episódicos (véase (50) y (51) que representan predicados télicos).

(48) Colin wrote travel books.

‘Colin escribía libros de viaje.’

(49) The room was yellow.

‘La sala era amarilla.’

(50) John ran a mile.

‘John corrió una milla.’

(51) John found a wallet.

‘John encontró un monedero.’

(ejemplos de Slabakova & Montrul 2003: 178, traducciones propias)

Como ya fue indicado por Moens & Steedman (1988), el progresivo, en cambio, enfatiza el estado preparatorio de un proceso (→3.5). Así, resalta el carácter dinámico de una situación o actividad lo que explica su combinación imposible con estados (Montrul 2004: 96, Vendler 1957, →3.3).

Además, el sistema verbal inglés está caracterizado por la existencia de un perfecto compuesto (present perfect) que destaca la relación estrecha con el momento del habla, y consiguientemente explicita el aspecto perfecto (Comrie 1976 →3.4, Klein 1994 →3.2). Giorgi & Pianesi (1997) muestran que el perfecto del inglés, mientras que contrasta con los tiempos compuestos del italiano y del francés, se parece al perfecto compuesto del español peninsular. Es decir, en ambas lenguas no puede efectuarse una sustitución del pretérito simple por el perfecto compuesto sin que esta lleve a una alteración completa del significado.

En resumen, el sistema verbal inglés ofrece tanto diferencias como similitudes en comparación con el sistema español. La falta del imperfecto ejemplifica la diferencia paramétrica existente entre las lenguas románicas y germánicas. Sin embargo, se ha demostrado que el inglés posee nociones básicas de aspecto gramatical, y por la presencia del progresivo y de perífrasis específicas para marcar la habitualidad, dispone de algunos mecanismos para explicitar nociones aspectuales de manera morfosintáctica explícita. En este punto, el inglés contrasta con el alemán. Es decir, aunque ambas lenguas pertenecen a la familia de las lenguas germánicas, no se igualan sus sistemas verbales.