Que todo el territorio se vuelva feminista. Las protagonistas de las tomas universitarias del 2018

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Las cuotas de género no solucionan el problema de raíz

Respecto a la efectividad de establecer cuotas de género al interior de la Universidad, si bien estas parecen ser una herramienta positiva para combatir ciertos espacios masculinizados y ciertas áreas del conocimiento particularmente masculinas, cuando discutíamos su efectivo potencial para transformar la situación nos dimos cuenta de que no era así, de que no era una herramienta que pudiera apuntar al problema en su raíz, sino solo en su manifestación: aquí hay pocas mujeres, hagamos entonces que entren más mujeres. Con estas medidas no se apunta a transformar el espacio y la lógica que impera, ni tratar de entender por qué hay carreras en donde estudian más hombres que mujeres, por qué esas carreras son social y económicamente más valoradas; no se abordan esas preguntas. En ese sentido la cuota puede ser una herramienta, pero yo no la estandarizaría para todos, eso puede ser irresponsable.

Aquí en Derecho, que no deja de ser un espacio masculinizado, un espacio violento, estadísticamente somos más mujeres estudiantes que hombres estudiantes, pero no deja de ser un espacio conservador con una carga tradicional profunda. Tampoco se está produciendo un masivo ingreso de académicas, porque sigue habiendo muchas trabas. En la carrera de Arquitectura pasa lo mismo. En Música, donde podríamos imaginar que es una carrera feminizada, no es así, es una carrera sumamente masculinizada, con muchos académicos hombres. Entonces, claro, yo creo que las cuotas pueden servir en ciertos espacios para hacerse cargo de situaciones particularmente críticas, particularmente problemáticas, pero lo más relevante es ser parte de un engranaje más, de un plan mucho más grande. En ese sentido, nosotras no saldríamos a quemar las cuotas, pero sí a decir súper claro que eso no soluciona el problema de raíz.

Necesitamos una educación que descontinúe los roles de género

La educación tiene mucho que decir en los procesos de deconstrucción que planteamos, porque es la que reproduce determinadas formas de sujetos y de sujetas, con determinadas habilidades, conductas y, en definitiva, determinados roles que después se proyectan a la educación superior, al mundo del trabajo, y son las que sostienen esta división y jerarquización de «lo femenino» y «lo masculino». Creo que ahí hay mucho que hacer, y es complejo porque está todo en construcción.

Hay que ir incorporando una visión que deje de invisibilizar el rol de la mujer en la Historia.

Necesitamos una educación que descontinúe los roles de género, que elimine ese currículum oculto en que se hace reforzamiento de ciertas habilidades en función del género, que en el currículo explícito exista la educación sexual y que esta no sea tan binaria ni tan heteronormada. Pienso que así se van dando pasos concretos; capacitación docente para que estos no reproduzcan esa diferencia. Hay mucho que hacer desde este conflicto en particular, para ofrecer un cambio en los roles de género.

Hoy lo accesorio sigue la suerte de lo principal

Sobre qué es ser feminista, o no serlo, creo que hay que partir por entender que para ser feminista no se trata de cumplir con un check-list de actitudes individuales, no es una ética de vida, sino que es una lucha política. Pienso que el hacerse parte de esa lucha política, de esa toma de conciencia, de ese proceso de organización es lo que, finalmente, te va haciendo feminista, o parte del movimiento feminista.

Podemos afirmar que existe un movimiento feminista, pero no es un movimiento homogéneo. Hay varios feminismos. Yo no sé si hay movimientos que coexistan por el lado, pero creo que ahora sí hay un movimiento feminista estudiantil más allá de las dificultades de tener una sola voz, una sola cabeza.

Sin duda el feminismo hoy está en disputa, al igual que todos los otros campos de la política. Nosotras podemos tener un feminismo más ligado a la izquierda, un feminismo socialista, y otras podrán estar yendo hacia otros lados, pero más que hablar de varios movimientos, hablaría más bien de feminismos, y eso significa hablar de distintas estrategias, tácticas y objetivos que se le quieren dar a esta fuerza movilizada. Y desde esos distintos feminismos, se le quiere dar distintos énfasis.

Pienso que una se hace feminista por necesidad, que es una frase de Sofía que comparto. Claro, tomas consciencia de una situación que no te pasa solamente a ti, de que no es algo casual, que le pasa también a tu compañera, a tu vecina, a tu mamá, y que es una cuestión no solo de ahora, sino histórica, que configura un orden social. Así ves la necesidad y comienzas a entender que todos los conflictos que analizas y las cuestiones que ves deben pasar por el feminismo. No pueden dejar de verse bajo esa óptica, porque si no, nunca va a estar completa esta emancipación. Creo que ahí está la necesidad del devenir feminista y del por qué tantas hoy devenimos feministas.

Varias de las que llevamos roles de vocería, de conducción en estas movilizaciones, habíamos estado en el movimiento estudiantil, pero no habíamos visto, por ejemplo, ese proyecto de educación pública completo, porque finalmente no estaba eso que nos pasaba, estaba relegado e invisibilizado desde esa típica lógica sigloveintera de decir «bueno, se soluciona lo principal y esto va a venir después. Lo accesorio se va a solucionar». Hoy lo accesorio sigue la suerte de lo principal.

Ahora, tal vez, la única movilización que ha sido capaz de vislumbrar una izquierda que tiene planteamientos parecidos a nivel mundial ha sido el feminismo, como lo que sucedió el 8 de marzo en España, o acá; sin embargo, es complejo hablar hoy de un movimiento internacional. Ahora, esto te hace parte de un proceso mayor que está visibilizando la violencia y la desnaturalización de la misma, pero creo que falta bastante para que sea un movimiento internacional.

Debemos tender a una articulación política más amplia

Hoy también se debate sobre cómo construir el movimiento feminista y cuáles son sus límites. Yo creo en un movimiento feminista amplio socialmente, que permita articular una gran oposición social de superación de las opresiones de hoy. Y ahí la disidencia sexual tiene un rol importante, y me voy a referir al ejemplo de lo trans porque es lo que yo vivo dentro del movimiento. Se habla mucho de que no tenemos constituciones de identidad iguales, de que no vivimos la misma opresión, y eso es cierto; pero caer en que por fuera de lo trans, por fuera de la disidencia, hay un universal mujer, eso es muy tramposo e invisibiliza muchas otras cosas, como por ejemplo, los factores de clase y raza. Distintas cuestiones que en ese «universal mujer» no se verían. Entonces creo que debemos decir: construyamos un movimiento feminista amplio, en el que las mujeres, las disidencias, las trans, tengamos un lugar y una trinchera de la cual aportar, pero sin homogeneizarlos. Nuestras luchas son distintas, pero no tenemos por qué tratarlas como gremios o sectores separados que no pueden dar una gran pelea juntos, respetando los espacios sólo de mujeres, que, por supuesto tienen que seguir existiendo, debemos tender a una articulación política más amplia.

En estas semanas me preguntan mucho ¿cómo es ser trans y estudiar? ¿Cómo es ser trans y ser dirigente política? Y yo digo «una excepción tremenda», incluso dentro de algo que parecía ser como un grupo de feminismo, no hay homogeneidad. O sea, en lo particular yo no represento desde mi vivencia la generalidad de lo trans en Chile. Me ha tocado estudiar Derecho y ser dirigente. Esa situación no es normal. Entonces ese universal nos juega en contra todo el rato y caemos incluso dentro de los subgrupos que podrían estar en este gran movimiento feminista.

Hoy en día lo que más afecta a todos
es la falta de derechos sociales

Me parece que hay una cuestión bien tendenciosa cuando se dice que el movimiento estudiantil y que el problema de la educación son un problema de élite; eso es no entender lo relevante que es para la sociedad y para la configuración del después, en qué vas a trabajar y dónde te ubicas en la sociedad.

Hay que entender que en un modelo educacional de mercado sexista como el que vivimos nosotras y nosotros, todos y todas estamos precarizados. Hay universidades privadas que viven el mercado mucho más frente a frente, y nuevamente la cuestión es no homogeneizarse, no decir que todos vivimos la vida de la misma manera. Ahora sí hay una cuestión que nos precariza a todas y todos, y negar el factor de clase de ese conflicto es muy fuerte. Hoy en día lo que más afecta a las familias, a las mujeres, a los hombres, a todos, es la falta de derechos sociales, y esto es una cuestión muy relevante, no porque lo decretemos, sino que es relevante porque estalló, y así es como la educación sigue siendo hoy un conflicto abierto. Pienso entonces que negar eso, negar el endeudamiento de muchas familias, negar por ejemplo que esa falta de derecho a la educación la parchan las mujeres con su trabajo, es complicado. Si el colegio no es bueno, si en una sala tienes a cincuenta cabros y no se hacen cargo de sus necesidades, eso recae en las familias; quién ayuda con las tareas: la mamá; quien parcha con esa pega, es la mamá. La mujer endeudada tiene mayor tasa de endeudamiento, por lo que sale ganando menos; estudió algo y luego al ejercer gana menos, y además sigue cargando con el trabajo de cuidado. Entonces, decir que sólo porque en la Universidad Católica hay una clase alta no hay precarización, es también negar que hay distintas formas de vivir el conflicto; lo vivimos de manera diferente. Sin embargo, al mirar la película completa podemos decir que aquí hay un problema en el modelo educacional y esto es un problema de clases sociales, por lo tanto, de todos y todas.

 

El feminismo es un espejo

María José Sepúlveda Páez, 25 años

Quinto año de Arquitectura, Universidad de Chile.

Santiago, junio de 2018.

Soy parte de la Secretaría de Sexualidad y Género (Sesegen) de esta Facultad, y miembro de Las Hijas Venéreas, un colectivo que tiene menos actividad ahora, pero era bien al choque, e hicimos muchas intervenciones. Este nació el año 2015 en la toma de la Facultad, y de alguna manera es heredero de un colectivo que se llamaba Colectivo Venéreo, chicas que se organizaron en torno a temáticas de sexualidad y género, y cuando ellas egresaron nosotras tomamos la posta.

El feminismo me hizo sentido. Estudié en un colegio católico y de mujeres, creo que eso me marcó. Mis papás están separados, por lo que me crié con mi mamá, pero tengo buena relación con mis dos padres. En la casa no había «roles establecidos», porque mi mamá hacía de todo. Y mi familia siempre tuvo este discurso de que las mujeres pueden hacer de todo; entonces mi mamá un día podía estar cocinando y al día siguiente estaba taladrando para colgar un cuadro. Mientras que en el colegio me impusieron muchos estereotipos que a mí no me hacían sentido, no lo pasé bien allí. Me vine a dar cuenta ya más grande, cuando empecé a leer y a conversar con mis compañeras, que no era yo la que estaba «mal», sino que había distintas formas de ser mujer.

Vivimos en un sistema de opresión contra todo aquel que no calza dentro de la heteronorma, o dentro de esta especie de ranking invisible que existe, donde el hombre viene por delante. Se premian ciertas conductas, como la agresividad, la competitividad y se merma todo lo que pueda ser considerado femenino, eso incluye a disidencias, personas homosexuales, bisexuales, trans, queer, etcétera, y a las mismas mujeres. Y esto se enraíza. Hay ciertos comportamientos que son socialmente más aceptados, que están relacionados a personas puntuales y a formas de ser.

Además, en el mundo en el que vivimos existen distintos tipos de opresión y cuando éstas se empiezan a cruzar, vemos que hay personas que son más oprimidas que otras. O sea, es muy distinto por ejemplo ser un hombre gay de clase alta que ser una mujer pobre o mapuche heterosexual. A esto nos referimos con interseccionalidad.

Tenemos también que hacer una lectura de lo que pasó ya en los sesenta y setenta con el hecho de que el movimiento de mujeres tuviera ese discurso «universalista» de la imagen de mujer blanca de clase media, y no tomar en cuenta a las mujeres latinoamericanas, mujeres negras, mujeres transexuales. Y bueno, creo que lo que se está buscando ahora con el movimiento es que no solo sea una lucha de mujeres, sino que incluya a todos los que son oprimidos, a todes los que son oprimides. Es lo que estamos tratando de impulsar acá en la Facultad.

Para mí el feminismo ha sido como tener un espejo enfrente tuyo, y de repente puede que veas cosas muy crudas de ti misma. Es el llamado a preguntarte quién eres de verdad y cómo te relacionas con los otros. Es un llamado a ser un humano decente con todes. Es cuestionarte cómo te compones y configuras como persona, es algo que realmente te nace del corazón, o es algo que te han impuesto. Es una invitación a ser valiente y a sacarse todas esas cosas que te han asignado, a entender finalmente que todos somos personas y que todos merecemos respeto.

Hay mucha gente que siente escozor con la palabra feminismo, porque tiene delante este componente de lo femenino, y siempre ha estado esa tensión. Hay gente que dice «¿por qué feminismo y no «igualismo»?, que a las feministas nos molesta mucho. Y es que es súper importante reconocer que las mujeres, particularmente, históricamente, siempre han sido oprimidas, como también un grupo no menor de personas que no entran en esta idea heteronormada. Es importante reconocerlo así. Como pasa en Estados Unidos, donde el movimiento negro dice «todas las vidas negras importan», eso no significa que las demás vidas no importan, pero es necesario poner luz sobre ese problema. Lo mismo pasa con el feminismo.

Esta movilización me ha puesto el mundo de cabeza

Para mí ser feminista es estar constantemente revisándome. Y esta movilización me ha puesto el mundo de cabeza, porque además siempre he dicho que soy una «feminista en formación, en aprendizaje», y creo que uno nunca termina de aprender. No me gusta decir «soy feminista de tal corriente o de tal corriente», porque pienso que uno puede aprender de todo. Pero me ha dado vuelta el mundo porque me he dado cuenta de que hay un montón de prácticas que yo ejercí años anteriores, en el colegio, que nunca me había cuestionado y que me he venido a cuestionar ahora. Si bien ha sido doloroso darme cuenta de que he hecho cosas de las que no me siento orgullosa, sí puedo observarlas, revisarme y cambiarlas hacia adelante. Y creo que esa es la invitación que estamos haciendo a todos con este movimiento.

El feminismo lo permea todo. De hecho, para mí ha sido súper enriquecedor tener conversaciones tanto con mi mamá como con mi papá, del cómo las mujeres nos sentimos oprimidas y los hombres también. A mí me gusta mucho una autora francesa, Virginie Despentes, que tiene un libro que se llama La Teoría de King Kong, y ella en uno de sus capítulos habla de que el sistema de género es igualmente castrador tanto para los hombres como para las mujeres porque imponer para las mujeres esta idea de feminidad, de ser suave, de no poder ser viril con todo lo que implica ser viril, que es: ganar dinero, tener poder, hablar un poco más fuerte; y a los hombres los obliga a ser máquinas al servicio del Estado, básicamente, a ser fuertes, ganar plata, tragarse sus emociones, no poder ser humanos sino que ser como robots, robots proveedores, fuertes y machos. Creo que al final solo deberíamos revisarnos y tratar de ser felices y ser respetuosos con los demás.

De partida me he preguntado si existe lo femenino, porque lo femenino es un constructo social que cambia en todas las sociedades. Y creo que lo importante es entender que el feminismo abre espacios para que todas puedan ser como les nazca ser. Y si una se siente cómoda siendo como «la chica de revista súper guapa, súper arreglada» y se hace consciente del porqué, y es algo que le nace de adentro, es tan válido como que yo quiero andar vestida de lo que se considera «ropa de hombre».

Creo que hay que empezar a derribar esta idea de que existen ciertas formas de ser, de que hay formas que son correctas y otras incorrectas. Está también esta otra idea de que lo femenino está mal, y que una para ser triunfadora tiene que masculinizarse, ser más ruda y más violenta, pero eso no es necesario. ¿Por qué una mujer no puede ser suave y amorosa y ser «triunfadora», entre comillas, según lo que te impone esta sociedad?... Esto también es otro tema, hay que entrar a revisar el exitismo en el que vivimos.

A mí me gusta mucho leer, toda la vida me ha encantado leer, y a medida que me he ido adentrando en las temáticas feministas, me he dedicado a leer mucho de feminismo y me he dado cuenta de que en esta escuela esos temas no se tratan. Está muy invisibilizado. De todos los cursos que he realizado, tuve un ramo que tenía una pequeña unidad que hablaba de género y espacio; pero no nos hacemos cargo, siendo que es algo súper importante que debiera permear y que está ocurriendo en todas partes. Y también es un tema que se relaciona mucho con las prácticas que hay dentro del aula, que son prácticas patriarcales violentas y exitistas. Arquitectura y Diseño son carreras tremendamente agresivas, donde está ese discurso de la Universidad de Chile en que para ser un buen titulado tienes que resistir lo que venga por delante. Entonces los profesores te humillan, te piden trabajos de un día para otro, y si tú no cumples, te maltratan, te denigran. He tenido compañeras a las que profesoras les han apagado el cigarro en la maqueta. Te rompen los trabajos. Tenemos todas esas prácticas que están normalizadas.

La Universidad no se está haciendo cargo

Creo que la perspectiva feminista es súper importante porque nos ayuda a cuestionarnos, y es lo que dijimos en nuestro petitorio: la universidad completa es un espacio de aprendizaje, no solo el aula y las prácticas que tenemos dentro del aula, los profesores desde su posición de poder, así como nosotros entre compañeros, con los funcionarios, con los profesores. Es así como nos formamos como individuos, y la Universidad en este momento no se está haciendo cargo de eso. Ni la universidad ni las carreras.

La formación pasa por las prácticas, la que tiene dos ramas: las prácticas diarias y la forma en que entendemos el hacer la clase, la existencia de un perfil docente y todo eso. Así como los contenidos que se pasan en el aula, que tampoco tienen temática feminista. Es decir, nosotros en la carrera de arquitectura estudiamos teoría y a mí nunca me han hablado de las mujeres; las únicas arquitectas que conozco, o las que he conocido dentro del aula, han sido Lina Bo Bardi y Zaha Hadid. Por ejemplo, de Robert Venturi y Denise Scott Brown, cuando se habla de ellos siempre se habla de Venturi, a la mujer se le invisibiliza, siendo que ellos trabajaron juntos. Entonces vemos que ese no es un tema. Lo conversaba con mi mamá y ella me decía ¡pero es necesario que ustedes tengan referentes!, entonces me puse a pensar que quizás sería bonito que nosotras podamos crear nuestra propia historia… Creo que es importante reconocer a las mujeres que hicieron algo antes y yo creo que desde esa perspectiva tenemos que dar la lucha.

Tirar el hilo de un tejido mayor

Creo que ahora estamos empezando a tirar el hilo de un tejido mayor que está relacionado a una serie de cosas que pasan también por temáticas personales que te tocan, y te das cuenta de que te han pasado cosas que no están bien, luego eso comienzas a relacionarlo con un sistema más amplio… Y a medida que uno empieza a tirar de ese hilo, uno empieza a ver la historia y sus relaciones.

Creo que este movimiento ha servido mucho para visibilizar el proceso histórico que ha existido en Chile con los movimientos de mujeres, que es algo de lo que tampoco se habla. Hay hombres que dicen que nos dieron el voto, siendo que fueron las mujeres las que tuvieron que luchar para que pudiéramos votar como lo hacemos ahora, como los movimientos de mujeres en dictadura. Pienso que es súper importante reconocer que nosotras somos herederas de esos procesos, tenemos que valorarlos para poder proyectarnos. Yo no sabría decir hacia dónde vamos a llegar, porque creo que cada generación tiene sus caballitos de batalla, como fue por ejemplo en los setenta la emancipación de la mujer en el ámbito de la vida privada y sexual. Obviamente existieron ciertas cosas ganadas y otras se perdieron. Creo que tenemos que seguir cuestionando cómo nos educan, porque la educación forma sociedades, y empujando para articularnos con los demás movimientos, reconocernos desde las diferencias y apoyarnos, por lo que debemos llamar a no elitizar este movimiento.