Que todo el territorio se vuelva feminista. Las protagonistas de las tomas universitarias del 2018

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El feminismo viene a cuestionar el sistema

Carolina Unda Villarroel, 22 años

Cuarto año de Arquitectura, Universidad de Chile

Santiago, junio de 2018.

Soy presidenta del Centro de Estudiantes de Arquitectura, también hice parte del colectivo Hijas Venéreas y actualmente participo de la Secretaria de Género de la FAU.

Soy de Rancagua, estudié en un colegio bien elitista donde nunca se daba este tipo de discusiones. Por lo que mi despertar fue netamente en la universidad. Empecé a militar en izquierda autónoma y ese fue mi despertar político, pero todo partió por el feminismo.

Creo que acá me di cuenta de algunas cosas: había pocas profesoras, existe cierto autoritarismo y se ve el uso del poder dentro de la sala de clase. Me empecé a involucrar también con colectivos feministas por fuera de la universidad, pero empecé a trabajar en feminismo más bien en la universidad.

El feminismo para mí es una postura política

En mi opinión, el patriarcado es el sistema de relaciones de dominación y de opresión que ha existido, sobre todo lo que no está bajo la ley de la masculinidad. Todo lo que históricamente se ha apartado de ella ha significado la opresión para las mujeres y para lo que no se define como un hombre heterosexual, digamos, para las disidencias sexuales. Y eso demarca nuestras relaciones cotidianas de abuso de poder, de autoritarismo, de violencias, que es como la punta del iceberg, pero que vivimos diariamente de muchas maneras y su manifestación tiene muchas formas: desde el uso del lenguaje hasta la violencia física.

El feminismo para mí es una postura política. En este sentido, el feminismo viene a cuestionar de manera estructural el sistema y su implementación desde que nació la humanidad. Viene a cuestionar el sistema capitalista y a poner en duda todas las relaciones que nosotros establecemos; por eso son importantes los temas de interseccionalidad, de clase, de raza y ahora de género.

Puedo decir que me enmarco en el feminismo socialista, por lo tanto, creo que debe haber un horizonte en el que empecemos a cuestionar las prácticas del sistema. Nosotras ahora estamos cuestionando la educación, y es una cuestión bien ejemplificadora eso de que las carreras más «feminizadas» están sumamente relacionadas con la inserción del mercado de la educación. No es casualidad que, en la FAU, la carrera más precarizada, que es Diseño, sea también la que tiene mayor composición femenina. O que en la Universidad de Chile las más precarizadas, como Arte y Teatro, que son las carreras que menos sirven al mercado, son precisamente las más feminizadas. En este sentido creo que es esencial encontrar el vínculo que existe entre el feminismo y lo que pasa en el sistema económico, social y cultural más profundo. Creo entonces que para ser feminista es muy importante ser también activista, tomar posición respecto de estas cosas. Pienso que las movilizaciones sirven para que todos den su opinión, y nosotros vemos cómo olas de opiniones se dan en facebook, en twitter, lo que considero muy valorable para poder empujar por un cambio en la sociedad. Pero creo que el verdadero cambio se vive ejerciendo un trabajo directo en el espacio de inserción, ya sea en las facultades, en los colegios los secundarios, en el espacio de trabajo, en el entorno inmediato. Es sumamente importante que nos empecemos a articular con los individuos de nuestro entorno, porque solo de esa manera vamos a generar un cambio. Creo que para ser feminista no basta solo con tener una opinión, es muy importante ser activista. Y no creo que el feminismo sea un estilo de vida ni una identidad.

Hoy en día ser mujer no asegura que vas a ser feminista

Pienso que una educación no sexista es la que estaría cimentando el piso mínimo para que nosotras podamos andar libres por nuestras facultades. La educación no sexista viene a proponer que desde la etapa preescolar se cambien todas las históricas discriminaciones que han existido contra la mujer y la violencia agregada. Me parece que esta movilización se ha caracterizado por pedir cosas que son bastante básicas para que nosotras podamos estudiar tranquilas. Pero el horizonte debiese ser que nosotras apostemos por una educación feminista, donde estemos cuestionando nuestra disciplina cotidianamente, donde estemos problematizando de manera transversal lo que estamos estudiando, el patriarcado en su totalidad, en la sala de clase. Ahora, abogando por cosas básicas: que frente al acoso existan protocolos que sean efectivos y que no exista discriminación en el aula.

Creo que las mujeres también incurrimos en prácticas machistas, discriminatorias entre nosotras mismas; e incluso cuando las mujeres alcanzan rangos de poder dentro de los espacios universitarios, cuando son profesoras titulares, cuando son decanas, también incurren en esas prácticas. O sea, hoy en día ser mujer no asegura que vas a ser feminista. Pienso que nosotras debemos insertarnos en el ámbito laboral de manera completa, pero eso también debe significar que tenemos otras prácticas de liderazgo que no son las que usualmente ocupan los hombres para dominar.

Nosotras en general estamos acostumbradas al profe que es dominante y autoritario, que ocupa su cuerpo, que ocupa su gesticulación, su proxémica para violentar, y tenemos pocos referentes femeninos de otro tipo de prácticas. Nosotras tenemos que apostar a ser más inclusivas, a ocupar un liderazgo que sea participativo, que sea paritario.

Sin nosotras esta cuestión no va a funcionar

Carolina Olivares Rojas, 26 años

Cuarto año de Diseño Industrial, Universidad de Chile

Santiago, junio de 2018.

Estudié antes Química y Farmacia en esta universidad. Estuve en las movilizaciones del 2011 y 2015. Durante ese último año se hizo una gran toma aquí en la FAU que duró tres meses. El 2006 lo viví en la enseñanza media. Como ven, he participado en varias movilizaciones de carácter estudiantil.

Una va politizando la mirada

Pienso que las mujeres siempre nos identificamos con el feminismo, o bien llegamos al feminismo, porque en algún momento de nuestras vidas nos damos cuenta de que la opresión se hace tangible, se siente; luego algunas lecturas y el conocimiento de experiencias de otras realidades. Personalmente el feminismo llegó a mi vida cuando buscaba salir de ciertas opresiones de las que estaba siendo víctima, de relaciones violentas tanto a nivel familiar como de parejas. Cuando conocí el feminismo fui entendiendo que las opresiones y las incomodidades que yo sentía tenían una explicación que iban más allá, y que no era algo que me pasaba solo a mí. Cuando una comienza a reconocer sus propios relatos en los de otras personas, ahí te das cuenta de que lo que estás viviendo no es un problema personal, sino que llega a ser un problema social, un tema cultural. Después ves cómo eso se traspasa al plano educacional, económico y te hace sentido, una va politizando la mirada.

No vengo de una familia con tradición política. Soy de la comuna de La Granja, una comuna periférica de Santiago, de las llamadas comunas «dormitorio», donde en el día no hay nadie; uno está allí y no pasa nada. Tuve la suerte de que mi madre me diera una muy buena educación y pude llegar a la Universidad de Chile. Siempre me interesó la política, a lo largo de mi vida he tenido una visión crítica y política, pero ha sido algo muy autodidacta. Siempre he buscado hacerme parte de los movimientos sociales.

El movimiento pingüino de 2006 fue para mí encontrarme con demandas que sentía muy propias. Me identificaba mucho. Entendía que la educación gratuita era algo muy importante para todos. Y desde ahí fui haciendo un proceso de construirme a nivel político. Trabajo también en una escuela popular de acá de la Facultad que ayuda a los tíos y tías del aseo para rendir el octavo básico. En el 2015 la toma de la Facultad consiguió poner fin al subcontrato, pero para que eso se hiciera efectivo los auxiliares de aseo debían tener el octavo básico cursado. Esa experiencia me acercó mucho a la educación popular, así me hice parte de un grupo con un enfoque más político. Ahora milito, no es ningún partido político sino el Frente Feminista La Trenza. Llevo dos años militando y bueno, ahí me encontré. Antes no me había sentido representada en ningún partido político, además, siempre, en los movimientos estudiantiles de los que participaba las mujeres no teníamos opinión. O sea, las mujeres nos quedábamos en la cocina durante las tomas. En las asambleas, los hombres eran quienes tenían la voz y el voto y las mujeres nos encargábamos de cocinar y que se mantuviera el aseo. Nunca me encontré en esas asociaciones políticas mixtas porque no era posible alzar la voz, bueno, como sucede también en el lugar de donde vengo. Una solo alzaba la voz en la marcha y gritaba, pero era algo más catártico; en un debate de asamblea, o en las salas de par a par, las mujeres no levantaban la voz, lo que no era muy fructífero.

En el Frente Feminista La Trenza somos puras mujeres… bueno, sí, hay dos hombres que nos apoyan en nuestras actividades, pero no son ellos quienes deciden las cosas que hacemos. Allí no se niegan las dobles militancia, pero nosotras tampoco nos posicionamos como un partido. Tenemos nuestros propios lineamientos, nuestros propios principios: somos mujeres anticapitalistas, antipatriarcales, anticlericales.

Debemos entender que el sexo, el género, es un constructo social

El patriarcado es un sistema que se expresa de distintas maneras y el machismo es una de esas expresiones, a través del cual se subordina a la mujer. El patriarcado no solo oprime a la mujer, sino a todo lo que se escapa de la heteronorma binaria, lo que es hombre o es mujer. Entonces, el hombre que es un poco más afeminado también sufre de ciertas violencias. Debemos entender que el sexo, el género, es un constructo social, con normas que nos imponen y que debemos cumplir, asumir el rol asignado.

 

Ese constructo social es muy tangible acá en la universidad. Recuerdo haber tenido una experiencia al presentar un trabajo que hablaba de cómo los juguetes seguían reproduciendo los roles de género. El trabajo fue desechado porque al profesor no le parecía y, bueno, reprobé el ramo. O sea, finalmente, también hablar dentro de la sala de clases de algunos temas de género es súper juzgado. Incluso plantear lógicas más comunitarias en el enfoque de las carreras no es posible, y esto, ¡dentro de la Universidad de Chile!

Además, encuentro que mi carrera, Diseño Industrial, tiene un enfoque súper neoliberal, súper de mercado: ojalá saques el producto que más ventas produzca y chao. Se olvida todo este rol social que dice tener la Universidad de Chile. Y yo decidí entrar a esta universidad por eso, es decir, entendía que la Universidad de Chile era el lugar desde donde yo podría retribuir, y es lo que sigo sintiendo que tengo que hacer, lo que puedo hacer hacia la sociedad. En mi población, los de mi barrio, me miran y me doy cuenta de que soy una privilegiada. Entonces, ¿cómo al final uno devuelve eso?; porque cuando uno entiende que es una privilegiada, te das cuenta de que la meritocracia acá no tiene mucho que ver.

El feminismo incomoda, no es algo que llega y que una lo abraza

Para mí el feminismo aborda muchos aspectos de la vida de una mujer, se mete en nuestra vida privada, nos hace cambiar nuestras relaciones personales, nuestras relaciones de pareja. El feminismo se mete hasta en la cama, porque ahora las mujeres podemos empezar a disfrutar de nuestra sexualidad más libremente. Sin embargo, siempre he creído que el feminismo incomoda, no es algo que llega y que una lo abraza. En realidad, el feminismo te hace despojar de muchas cosas, te hace reconocer muchos miedos, te refleja, te pone enfrente cosas que uno nunca antes había cuestionado. Entonces, me parece que es una forma de ver la vida, de enfrentarla, de practicarla diariamente y también de cuestionarse las cosas, como la política. Creo que el feminismo debe impregnar todas las políticas que se aborden, todas las cosas que se hablen. Para mí la mirada feminista debe estar en todo.

Por esto creo que el feminismo involucra a todos; de ahí el cántico «que todo el territorio se vuelva feminista». El feminismo tiene que tocar también a los hombres. En nuestros relatos acá en los círculos, nos hemos dado cuenta de que los hombres también se sienten muy oprimidos. También sienten que deben mantener una forma de vida que es a causa del patriarcado.

Hay quienes dicen que las feministas somos «camionas», somos todas peludas y hediondas; que somos feministas porque somos gordas y nadie nos pesca, porque somos feas. ¡Y nada que ver! El feminismo es algo que te invita a ser libre y a expresarte como una quiera. Y la feminidad tiene un componente cultural potente: el contexto en el que uno está define lo femenino. La realidad la vamos traduciendo y la vamos aprendiendo desde que nacemos: los juguetes que tenemos cuando somos chicas, el cómo vemos a nuestra madre desempeñarse en la casa, a nuestra abuela, y así uno va reproduciendo esas cosas, como las reglas que te van imponiendo, la educación sexista que tenemos, etcétera. Entonces, lo «femenino» es algo que sí está construido socialmente y creo que lo importante acá es cuando el feminismo te plantea «sabes, que esto no tiene por qué ser necesariamente así. Si tú quieres ser así, tómalo o déjalo, pero no es obligación».

Cuando nos oponemos al «amor romántico», no es que nos opongamos a que haya detalles, atenciones u otros gestos de ese tipo en la pareja. El amor romántico es el que entiende que la persona con la que estás te pertenece, que tu pareja es de tu propiedad. Entonces ahí empiezan los celos y otras muchas cosas en las que la violencia patriarcal se expresa. O sea, esto de los «crímenes pasionales» en realidad no son crímenes pasionales. El hombre cree que la otra persona es de su propiedad y no logra entender, por ejemplo, que esa persona ya no quiera estar con él o con ella. Es necesario entonces destruir esta idea y ahí lo personal es político. Lo político es también la vida privada.

No estoy de acuerdo con hacer y hacer leyes y dejarnos llevar por estas lógicas punitivas, porque creo que se deja de lado el análisis profundo en relación a la educación que debiese existir. También creo que debemos entender que es distinto cuando una persona ejerce una violencia con total conocimiento de lo que está haciendo, respecto de otra que nunca ha recibido educación, que no sabe manejar bien sus emociones y que a veces terminan involucrados en situaciones tan fatales. Con esto no quiero quitarle importancia a la condena social para estas conductas, para que no sean repetidas, pero creo que debiese haber una lectura más allá de la aplicación de más condenas, o condenas más duras. Se ha planteado a veces, incluso, la pena de muerte. Yo creo que eso no sirve; tampoco llenar las cárceles nos va a servir. Por eso me parece muy importante este llamado que hace el movimiento feminista por una educación no sexista, a lo que Piñera no se refirió dentro de su discurso y cuenta pública, porque es ahí donde necesitamos que se produzca el cambio, el cambio real. Porque tener más presos, tener más cárceles y más condenas, no va a ayudar nada; tampoco estaba de acuerdo con estas condenas como de los piropos callejeros y todas esas cosas, porque creo que cae en la misma lógica de castigar y castigar estas conductas, pero en realidad no estamos enseñando nada, no estamos dando el mensaje que se debe dar. Simplemente se está diciendo «esto que tú consideras cultural está manchado», pero no se explica el porqué, no se entiende, no se hace algo más allá, y eso hace que la sociedad se polarice.

La educación no sexista debe apuntar a que no se siga reproduciendo este tipo de miradas, estos roles sociales. La educación es uno de los pilares de nuestra sociedad, todo lo que se enseña allí es reproducido finalmente en el funcionamiento de la sociedad. Creo que desde la educación pre-escolar debiese existir un enfoque no sexista. Y ojalá que a los niños cuando nazcan no se les asigne el color azul o rosado según su sexo. Que los juegos no sean clasificados para niñas o para niños, y dejar que los juguetes sean juguetes para unos y otros. ¿Por qué a los niños siempre se les orienta hacia una perspectiva más aventurera y a las niñas a las cosas domésticas?

Si las mujeres paramos, el mundo para

Este movimiento feminista empezó desde las universidades como llamados de emergencia, llamados de alerta por las situaciones de abuso. Las mujeres nos empezamos a cansar de lo que estaba pasando y dijimos no queremos seguir aguantando. Nos dijimos vamos a tener que paralizar las actividades para que nos escuchen. Y este movimiento dio pie a que comenzaran otras organizaciones a movilizarse, no solamente las estudiantes.

Soy parte de la Coordinadora 8 de Marzo y ahí he podido encontrar a otras organizaciones sociales tanto de pobladoras como movimiento No+AFP, donde también se hacen estos cuestionamientos desde el feminismo. Por lo que creo que el feminismo permite, en esta instancia que está naciendo, primero, encontrarnos como mujeres, encontrarnos en nuestras opresiones, en las cosas que lamentablemente nos asemejan, nos hacen similares las unas a las otras, y desde ahí comenzar a cuestionarnos otras cosas.

Lo que busca la Coordinadora 8 de Marzo es lograr una huelga feminista, una huelga de mujeres el 8 de marzo de 2019, es decir, un paro general que sirva para darnos cuenta de que si las mujeres paramos, el mundo para. Somos la mitad del mundo, tenemos que hacernos escuchar, no somos insignificantes, no podemos seguir siendo insignificantes, porque así no importará cuántas denuncias hagamos, porque nos van a matar igual. Entonces vamos a parar y se van a dar cuenta de que sin nosotras esta cuestión no va a funcionar, porque sí somos muy importantes en el desarrollo de esta sociedad. Y eso nos significa empezar ya el trabajo de concientización, empezar a hacer estos llamados, encontrarnos en asambleas de mujeres, en asambleas territoriales para hablar de estos temas. Porque lo que queremos es cambiar este paradigma social, este paradigma económico, esta forma de entender la vida. Podemos lograr este cambio cultural, porque es lo que buscamos y es algo muy potente.

Nuestra sociedad está totalmente permeada por los medios de comunicación masiva, en donde los problemas de los ricos se hacen los problemas de los pobres. Donde la mujer que ni siquiera tiene un auto, ni siquiera tiene reja, ¡ni casa tiene!, está preocupada de los portonazos. Al final, nos traspasan todos los miedos de la burguesía y los hacen los miedos de los pobres, de nosotros, y así nos mantienen embobados y preocupados de otras cosas y no de lo que realmente nos está pasando. Al final nos hacen pelear entre nosotros, entre la clase oprimida, manteniéndonos ocupados de otros problemas. Creo que el feminismo en este momento tiene que ir pasando por esas etapas, por esas lecturas en donde primero es llegar, instalar el tema, hablar sobre las cosas, movilizar y empezar a hacer un trabajo bien de hormiga, de a poco, pero debe ser algo potente social y cultural, debe ser un cambio profundo.

Cuestionarse el sistema heteronormado

Valentina Zúñiga Olave, 21 años

Cuarto año de Geografía, Universidad de Chile

Santiago, junio de 2018.

Soy presidenta del Centro Estudiantes de Geografía y también soy parte de la Sesegen. Participé en la formación del colectivo Las Hijas Venéreas, en el año 2015.

Estudié en un colegio mixto, con muchos compañeros bien machistas, a los que siempre les hacía la crítica, pero nunca vi eso como algo político o lo relacioné con el feminismo. Creo, además, que en ese entonces ser feminista se veía como algo malo o algo muy radical. Entrar a la Facultad y hablar de estos temas me abrió los ojos. De hecho, cuando formamos el colectivo me di cuenta de que el feminismo es político y es a la vez muy personal, por lo que me hizo sentido. Luego empecé a salir con una mujer, entonces el feminismo me hacía mayor sentido: ser mujer y, además, ser mujer lesbiana.