Incursiones ontológicas VII

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Mi ser adulta joven

Siguiendo la línea de tiempo en mi historia personal, estudié Psicología y comencé a trabajar enseguida, haciendo una pasantia en una empresa de retail. El equipo de HR estaba conformado por siete mujeres y su líder. Yo reportaba a la Jefa de Talent y mi trabajo consistía en realizar tareas administrativas, completar formularios, e y enviar información a las tiendas. La presión de hacer las cosas bien crecía en intensidad, mientras pasaban los días. Eran siete mujeres, quienes, a los ojos de su Jefe (quien era mujer también), competían por hacer las cosas bien. En ese entonces, mi observador intuía que no era aceptado aquel que no era capaz y que cometía errores. Y fue entonces cuando, una vez por error, envié un formulario a una Tienda que no tendría que haber enviado. Mi jefa me llamó a mi celular (ese día yo no había ido a trabajar, tenía examen en la facultad) y me contó lo sucedido, marcando mi error y posibles formas de solucionarlo. Sentí mucha vergüenza, miedo, angustia. En un principio, calor en mi rostro, mi corazón latía muy fuerte, pero luego, mucho miedo por lo que pudieran pensar los demás acerca de este error. Conversaba con mi novio en ese momento y me salía decirle: -“Yo no sirvo para este trabajo. Estas mujeres son muy inteligentes. Yo no soy como ellas”. Pasaron los años, y renuncié allí, porque me ofrecieron una mejor propuesta laboral en otra empresa multinacional, en la cual trabajé catorce años. En mi último año allí, ingresó un nuevo Director de HR, cuya personalidad (según mi observador) era muy fuerte, agresiva y me desafiaba constantemente con su forma poco sutil de decirme las cosas. Yo buscaba que me aceptara, que me quisiera, dado que él, rapidamente formó su grupo de colaboradores selectos, en los cuales él confiaba. Se me viene la sensación de anhlear su protección y cuidado, o ser su preferida y su elegida, mientras que, por otro lado, temía que él no me aprobara. Tenía celos y envidia de todos aquellos a los que él elogiaba. De hecho, buscaba encontrar la manera de despretigiarlos. -“No entiendo por qué Roberto lo quiere tanto. Trabaja muy mal.” El ser dejada de lado de su equipo de gente de confianza, me aterraba, me quitaba el sueño. Me desvelaba pensando posibles conversaciones con él. Me convertí en creadora de buscar momentos para entablar confianza. Por ejemplo: había dejado de fumar hacia 5 cinco años. Roberto se tomaba unos recreos e iba a la terraza del edificio a fumar. Yo sabía que había charlas interesantes y confidenciales en sus ratos de “cigarrillo”. Así que, retomé a ese mal hábito para poder “ganármelo”. Sin lograr mi cometido, yo veía que nada de lo que hacía lograba que él me validara. Aceptaba trabajos adicionales, trabajaba excesivamente, armando presentaciones para destacarme, y siempre recibía críticas y a veces, de malas formas, agresivas, despectivas. Creo haber llegado al punto de dejar de lado mi dignidado persiguiendo el fin de ser aceptada. Un día, después de haber trabajado noches seguidas, haber dejado de lado tiempo con mis hijos, tuve una reunión en donde le presentaría el plan para el Programa de Jóvenes Profesionales. Solo recibí críticas por parte de él, diciendo que no estaba a la altura del puesto, decía, mientras elevaba su tono de voz. Y fue allí, cuando mi temor a no ser aprobada, a no ser querida, se fue por la borda. Creo que ya no había resto de dignidad. Renuncié impulsivamente, ganada por la ira contenida de tanto tiempo de esconder mis emociones. Llorando y angustiada, le dije que no podía seguir en ese puesto ni en la empresa. Él intentó retenerme, dándome nuevas oportunidades. Recitó las mil alabanzas que yo tanto había esperado. Pero ya era tarde. Al terminar de pronunciar esas palabras, brotó un alivio descomunal. Hoy creo entender la dimensión de haber marcado ese límite.

Mi ser pareja

Transcurre mi historia y no puedo dejar de pensar en cómo viví mis vínculos de pareja con respecto al “pertenecer”. En un comienzo, la idea de pertenecer a otro como individuo no representó demasiado. De todas formas, creo que explorar experiencias en este dominio me trajo y me seguirá trayendo aprendizajes.

Desde mis 17 diecisiete años que estoy en pareja de manera casi consecutiva. Tuve algunos meses de soltería, pero prácticamente todos fueron consecutivos. En el año 1999, comencé mi relación con Mateo. Yo no sabía lo que era formar pareja. Puedo describirla como una linda relación, en donde nos divertimos y crecimos. Estuvimos dos años juntos, de los cuales hubo momentos de desconcierto con respecto a mi lugar, es decir, yo dependía por completo de lo que él hacía o dejaba de hacer.

La relación con Juan terminó luego de dos años y al poco tiempo apareció Lucas, a quien había conocido años atrás. Él, cuatro años mayor que yo, estudiaba Psicología. Formábamos parte del grupo de parroquia juntos, y éramos la pareja divertida y graciosa. También habitaban en mí los celos de otras mujeres, sobre todo con una de las chicas del grupo y con una compañera de él de la facultad. Tuvimos muchas discusiones por mis celos, que sólo demostraban mi inseguridad con respecto a lo que él sentía por mí. De esta relación, no me vienen recuerdos, solo la sensación que era una relación dispareja, donde él muchas veces tenía la autoridad, y su palabra no era contradicha por mí. La relación se fue desgastando. Yo me fui desenamorando, y de a poco perdí el interés… Yo empecé a hacer mi vida con otro grupo de amigos, y así llegué a conocer a Martín, quien es mi actual marido.

El vínculo con Martín no fue fácil al comienzo. Él, hasta entonces, había sido un hombre libre de compromisos, mientras que yo había estado siempre en pareja. La relación con él vino aparejada también con formar parte de su familia numerosa, compuesta por cinco hermanos, dos cuñadas de mi misma edad, y dos padres súper presentes. Una familia ideal. Los “Ingalls”. Yo quería estar muchas horas en esa casa armónica y pacífica, donde existían risas, conversaciones y diversiones. Y esa familia se fue transformando a en mi familia de hoy. Mis cuñadas son como mis hermanas. Pero para llegar a eso, viví momentos en donde forcé mucho el pertenecer ahí. Recuerdo situaciones y charlas con mi suegra, quien es muy practicante y ferviente defensora de la Iglesia católica, donde yo me acoplaba a ella, buscando defender también (sin saber si estaba de acuerdo o no). Una vez más, me encontré adaptando mi discurso para seguir agradando al resto.

Perfil Unitario

OSAR

El modelo OSAR debe su nombre a la sigla que describe sus componentes: Observador, Sistema, Acción y Resultados. Si bien con esto sería suficiente para justificar su denominación, se eligió esta sigla ya que también hace referencia a la osadía como una actitud a tener siempre presenta al momento de perseguir sueños, ideales y aspiraciones. (Rafael Echeverria, 2017)

Utilizaré el modelo OSAR, planteado por Rafael Echeverría como forma explicativa para comprender el común denominador que surge de mirar pictóricamente cada fenómeno y experiencias vividas con respecto al valor que ha tenido para mí el pertenecer.

1.ACCIONES

“Tanto nuestras acciones como los resultados que obtenemos con ellas merecen ser evaluados, y es por ello que comenzamos evaluando el resultado en primer lugar. Somos lo que hacemos y también lo que obtenemos con nuestras acciones tanto para nosotros mismos como dentro de la comunidad en la que nos desenvolvemos”. (Rafael Echeverría, 2017).

1.Las relaciones de noviazgo fueron terminadas porque apareció otro con el que yo pudiera hacer pareja.

2.Digo lo que pienso que el grupo quiere oír, en vez de decir lo que pienso.

3.Actuar en pos de un reconocimiento público.

4.Decir que SÍ a lo que me piden con facilidad.

5.Acusar el comportamiento de los demás miembros de un grupo, si no tienen los mismos códigos.

6.Opino rápidamente de todos los temas.

7.Me castigo duro por mis errores. Poca tolerancia a fracasar.

8.Ante el temor de ser rechazada, mi mente comienza un proceso laberíntico en donde la imaginación se dispara e imagina escenarios de rechazo. Pienso escenarios posiibles y me aflijo por cuestiones que podrían suceder en un futuro. Sufro anticipadamente por un futuro incierto. Sale mi control para poder anticiparme al futuro.

9.Respondo y acudo a las necesidades del resto como forma de garantizar la legitimidad al grupo. “La aprobación humana es uno de nuestros ídolos más preciados y la ofrenda que debemos depositar ante sus pies insaciables es no causar molestias ni incomodidades a los demás” - Jen Hatmaker, líder religiosa que apoya a los derechos LGTBQ y a la inclusión. (Brené Brown, 2018)

10.Comprar ropa y accesorios de manera excesiva que me lleven a ser impecable en mi imagen pública.

2.OBSERVADOR

“Nuestra capacidad de acción depende del tipo de observador que somos, de la mirada que desplegamos sobre las cosas. Si el resultado que observamos se nos presenta como problemático o insatisfactorio, y nos enfrentamos a una dificultad para alterarlo, ello puede eventualmente resolverse si desplazamos, si modificamos nuestra mirada”. (Rafael Echeverría, 2017).

Lenguaje

•Juicios:

“La gente lucha por ser el número 1, o por ser alguien especial” (Alexander Lowen, 1980)

♦Estar solo es angustiante, triste. Hay que tener amigos, de varios grupos.

♦Formar parte de los grupos en donde la gente se destaca por sus habilidades y conocimientos, me pone también a mí en un lugar de privilegio.

♦El NO ante un pedido de alguien del grupo puede ser visto como motivo de critica.

“Sin la capacidad de decir “no”, ni de delegar funciones, dar prioridad, negociar o pedir ayuda de una forma efectiva, el flujo continuo de pedidos de los demás no se regula ni se filtra de ningún modo (…) Bajo esta carga excesiva, queda comprometida su capacidad para responder y usted se ve sometido a un gran esfuerzo por satisfacerlas.” (Braiker, 2012)

 

♦No pido ayuda, por miedo al rechazo, a que me digan que “No”.

♦No delego las tareas.

♦Hay una necesidad de estar en todos los temas de conversación, opinar, decir lo que pienso, no perderme de nada. En la jerga centeniall: FOMO – Fear of Missing Out.

♦Una debilidad en mí es percibida como una falla, y debido a esa falla no soy digna de ser querida.

♦Anhelo de perfección e impecabilidad, sobre todo en el aspecto físico.

“Yo debería satisfacer completa y perfectamente estas expectativas de ‘debería’ y ‘no debería’ con respecto a mí mismo. Los modelos de perfeccionismo a los cuáles usted se adscribe se miden en dos niveles. Primero, usted se exige complacer a todo el mundo, todo el tiempo. Segundo, usted se impone mantener un temperamento emocional positivo en todas las ocasiones. Por tanto, usted se debe demostrar una actitud optimista y feliz, a pesar de que se está agotando y vaciando mientras complace a los demás y se niega sus propias necesidades. Se exige a sí mismo no mostrar jamás sus sentimientos negativos a los demás, aunque su ánimo cambie involuntariamente”. (Harriet B. Braker, 2012).

♦Los errores propios pueden ser vistos por otros como motivos de no aceptación.

♦La amabilidad ante todo. Una vez una amiga me dijo: “Es re fácil hablar con vos, siempre decís lo que el otro quiere escuchar.” Hoy entiendo más por qué me lo decia. Ella es quien siempre pone en palabras lo que a veces no quiero escuchar, pero que en el fondo me llevan a mirar las situaciones de distinta manera. Para evitar el conflicto, yo buscaba amablemente decorar las palabras y hacerlas acordes a los oídos de mi interlocutor.

“Específicamente, las personas complacientes estiman que al ser amables evitarán experiencias dolorosas, como el rechazo, el aislamiento, el abandono, la desaprobación y la ira. Después de todo, si usted no hace olas ni mueve la barca, los otros pasajeros no desearán arrojarlo por la borda”. (Harriet B. Braker, 2012)

•Observador de enfoque único. Orientado a proponer siempre las “mejores ideas”.

•Poca capacidad de escucha. Interrumpo. Ansiedad para hablar y dar mi opinión.

•Silencios. Callar para no discutir. “Si optamos por guardar silencio, el coste individual y colectivo es muy elevado. Individualmente, lo pagamos con nuestra integridad. Colectavimamente, con desunión, y lo qué es peor, eludiendo la resolución efectiva del problema” (Brené Brown, 2017)

•Criticar y fomentar la crítica hacia un enemigo en común. Como dice el dicho: “Divide y reinarás”

¿Existe una forma más rápida y sencilla de congeniar con un extraño que ponerse a echar pestes de un conocido de ambos? ¿Hay algo mejor que la sensación de sentarse con alguien y ponerse a cotillear en un plan sarcástico y criticón? … Una conexión creada a base de comentarios mordaces tiene tanto valor como la mordacidad misma: nada. (Brené Brown, 2017)

Emoción:

“Cada vez que actuamos lo hacemos desde cierta emocionalidad. A través de ella obtendremos cierto nivel de resultados, mientras que en otra los resultados serán diferentes.” (Rafael Echeverría, 2017).

•Aparecen los celos cuando no me siento parte de un grupo del que me gustaría formar parte.

•Envidia por aquellas personas que son el centro de los grupos. Siento que ellas no tienen que hacer el esfuerzo por estar en ese lugar.

•Enojo conmigo misma, por que a veces hago cosas que no me corresponden con tal de que me sigan aceptando y queriendo. Me cargo de tareas.

•Me angustio al saber que hay alguien que esta criticándome, que no esta de acuerdo con lo que hago o digo.

•Felicidad, alegría y devoción al reconocerme aceptada y querida por los otros. Cuando me elogian, cuando se ríen de mis chistes o simplemente cuando soy considerada como parte central del grupo .

•Me enojo cuando discrepan conmigo, cuando no están de acuerdo, cuando no me tienen en cuenta. Siento el “rechazo” de ellos hacia mí.

•Inseguridad por una baja autoestima.

•Preocupación ocasionada por la mortificación del qué dirán

•Miedo a la discrepancia.

“Si yo tuviera que señalar una variable escencial que alimenta y magnifica nuestra tendencia compulsiva a segregarnos en facciones y al mismo tiempo, a aislarnos de una conexión real con los demás, diría que es el miedo. El miedo a la vulnerabilidad. El miedo a resultar herido. El miedo al dolor de la desconexión. El miedo a la crítica y al fracaso. El miedo al conflicto. El miedo a no dar en la talla.El miedo”. (Brené Brown, 2017)

•Ansiedad. “La amenaza latente de sufrir represalias si emitimos una opinión o una idea que ponga en cuestión nuestros compañeros de bunker nos mantiene en un estado constante de ansiedad” (Brené Brown, 2017)

•Ira y enojo contenidas por no poder expresar y decir lo que siento.

“La enfermedad de complacer a los demás es un conjunto de pensamientos y creencias incorrectas – en relación consigo mismo y con los demás – que alimentan una conducta compulsiva que, a su vez, está motivada por la necesidad de evitar sentimientos negativos prohibidos”. (Harriet B. Braiker, 2012).

Cuerpo:

•Me muestro sonriente, divertida, gesticulo, muevo mucho los brazos.

•Tono de voz fuerte

•Hay mucha tensión en mi mandibula. De sonreír o contenter ciertas emociones que no aplican al querer mostrarme como complaciente. Bruxo de noche

•Mirada pendiente en la mirada del resto

•Dificultad para llorar

•Control para no manifestar la ira, enojo. Cuando sale, lo hace de una manera desenfrenada.

“No estamos dejándonos ser, no dejamos que el flujo de la excitación recorra totalmente nuestro cuerpo y se exprese; contenemos nuestra ira, nuestro temor; contenemos nuestro llanto y nuestros gritos. Contenemos nuestro amor y hacemos todo esto porque tenemos miedo de soltar, miedo de ser, miedo de vivir”. (Alexander Lowen, 1980)

•Migrañas recurrentes. La Dra Harriet Braiker aduce:

“Los sentimientos negativos, reprimidos, pueden emerger en forma de migrañas o jaquecas, dolor de espalda, dolor de estómago, alta tensión o una amplia variedad de sintomas relacionados con el estrés. Y debajo de la superficie el resentimiento y la frustración burbujean y se agitan, amenazando con provocar una erupción de franca hostilidad e ira descontrolada”. (Harriet B. Braiker, 2012).

•Desórdenes de alimentación, bajas y subidas de peso abruptas. Compulsión por la comida.

3.RESULTADOS

“Al evaluar un resultado insatisfactorio, podemos modificar nuestras acciones, pero es importante entender qué fue lo que pasó: ¿Qué nos hace actuar así? ¿De dónde proviene nuestra forma de actuar? ¿Qué podemos hacer para que las cosas se produzcan en forma diferente y con ello esperar resultados más satisfactorios?” (Rafael Echeverría, 2017).

1.Malestar, disconformidad e incomodidad en mi ser como persona.

2.Miedo, vivir en estado de alerta.

3.Identidad pública e identidad privada cada vez más distanciadas y la brecha haciéndose mayor.

4.Me siento poco auténtica, poco genuina.

5.No atreverme a decir lo que pienso me lleva a frustrarme y a enojarme. A hacer cosas que no quiero hacer por callar.

6.Dolor, tristeza y sufrimiento por lo que está aconteciendo en mi mente e imaginación.

7.Conexión poco real con los demás. Yo no me muestro tal cual soy. No digo lo que pienso ni hago lo que siento. Me reprimo o exagero emociones.

8.Falta de integridad en mi. Inautenticidad.

4.SISTEMA

“Nos es imposible separar nuestro carácter individual de nuestro carácter social dado que cada uno desarrolla su individualidad a partir de condiciones históricas y sociales que le tocó vivir”.

“Cada ser humano tiene su propia manera de actuar y generar resultados, los cuales son distintos al los que podría generar otro individuo. La manera como observamos, la forma como actuamos y, en consecuencia, los resultados que obtenemos en la vida, remiten tanto a los sistemas en los que hemos participado como a las posiciones que hemos ocupado en cada uno de ellos”. (Rafael Echeverria, 2017)

Al referirme al sistema, reflexiono cuáles fueron los entornos en donde crecí y me desarrollé, siendo el primero, mi familia. Pienso en mi madre, viendo en ella los primeros comportamientos de este estilo. Se crio siendo hija única, y su mamá falleció a los ocho meses de mi nacimiento. No le conocí amigas de la infancia, ni amigas que no fueran esposas de los amigos de mi padre. Tiene primos y tíos, pero la relación con ellos no es muy buena. La veo relacionarse, y veo en ella ciertos comportamientos que me generan rechazo: poca profundidad en sus conversaciones, cierta falsedad cuando saluda, cierta “pose” cuando habla. Todo muy falso y sobreactuado. Sus relaciones de amistad están condicionadas por las relaciones que tiene con los matrimonios de amigos de mi padre, pero allí tampoco se la ve íntegra, sino actuando. Me genera mucha bronca verla así, porque si tan sólo se mostrara como es, sus relaciones serían más profundas y duraderas. De todos modos, entiendo que ella no está interesada en generar lazos, así lo expresa.

Por otro lado, mi padre mostró tener amigos y lazos afectivos y familiares. Él es generador de los grupos de pertenencia de nuestra familia: el club, amigos, sus hermanos con primos y tíos. Es reconocido y querido en sus grupos. Sin embargo, él sintió siempre que debía presentarse ante sus grupos con una imagen joven y de belleza, y le exigía eso a mi madre también. Años después, comenzó a exigírselo a mi hermano, debido a que él comenzó a excederse de peso. La presión en ningún momento cayó directamente sobre mí, porque para ese entonces el metabolismo me acompañaba en mi imagen, y parecía que podía sumarme al “clan” de los impolutos. La condición era mostrarse radiantes, divertidos, impecables y perfectos.

Pero hay algo de ambos que siempre me llamó la atención: jamás los vi notarse mostrarse vulnerables ante el resto. Sus peleas eran siempre puertas adentro de mi hogar, se mostraban estéticamente siempre impecables ante los demás. El no ver unos padres auténticos mostrarse tal cual son, creó en mí el valor por buscar esa perfección inalcanzable, dejando de lado mi autenticidad y singularidad.

Me resuenan las palabras de Alexander Lowen:

“Los papeles y juegos se desarrollan a menudo más sutilmente, como respuesta a las mudas exigencias y presiones de los padres. Las mascaras, fachadas y roles se estructuran en el cuerpo, porque el niño cree que esta actitud lo hará merecedor del amor y la aprobación parentales. Nuestros cuerpos son moldeados por las fuerzas sociales de la familia, que forman nuestro carácter y determinan nuestro sino… consciente en tratar de agradar para lograr amor y aprobación”. (Alexander Lowen, 1980).

El segundo sistema, que en el que crecí, fue el colegio. Desde mis cinco años que asistí a un colegio escocés cerrado, a donde íbamos sólo mujeres. Era un colegio relativamente pequeño, en donde egresaban veinte alumnas promedio, por camada. En mi caso, terminamos el secundario siendo un grupo de catorce chicas, y habíamos comenzado el secundario siendo veintiuno. ¿Qué sucedió? Quienes no se adaptaban al grupo, eran expulsadas socialmente, es decir, aquellas que no encajaban, o se mostraban diferentes, no tenían otra opción que hacer un cambio escolar. No existía el lugar para la discrepancia, para la diferencia, ni con los profesores, ni con las propias alumnas de cada clase. Si eras diferente, si no te clonabas con el resto, la invitación a irte era muy tentadora. Para mí, cambiarme de colegio nunca fue una opción, por lo que siempre busqué formar parte del grupo y amalgamarme con quienes hoy son mis amigas.

Mi ser al encuentro de su sombra

No puedo evitar escribir y percibir el miedo que sentí todos estos años. Un profundo temor a sentirme sola. ¿De dónde proviene? ¿Qué hay más allá? ¿Cuáles serían las raíces de este desgarro que me acompañó gran parte de mi vida?. “El dolor permaneció en su cuerpo, intensificando sus esfuerzos para sobreponerse a su condición. Como resultado, no podía ser ella misma y, carente de un ser verdadero, auténtico, siguió sintiéndose sin amor”. (Alexander Lowen, 1980).

 

La soledad no elegida que aparece cuando me siento fuera, rechazada, no querida, abandonada. El miedo se siente, vibra en el pecho, pero, sobre todo, retuerce las tripas y el útero. Es un miedo muy lejano que debe haber convivido conmigo desde siempre. “El miedo arranca a la “existencia” – que es como Heidegger designa ontológicamente al hombre – de la “cotidianeidad” familiar y habitual, de la conformidad social. Con el miedo, la existencia se confronta con lo siniestro y desapacible.” (Byung-Chul Han, 2017).

No me es fácil soportar el dolor que provoca el miedo. Perturba, genera desconfianza, asusta, me pone en alerta y me sobresalta la ansiedad.

“Hoy, muchos se ven aquejados de miedos difusos: miedo a quedarse al margen, miedo a equivocarse, miedo a fallar, miedo a fracasar, miedo a no responder a las exigencias propias. Este miedo se intensifica a causa de una constante comparación con los demás”. (Byung-Chul Han, 2017).

Lowen describe: “Si tenemos miedo de ser, de vivir, podemos ocultar ese miedo aumentando nuestro hacer (…) y en la medida que ese miedo exista inconscientemente en el individuo, este último correrá más rápido y tendrá mas actividades, para no sentirlo.” (Alexander Lowen, 1980).

Y así actuaba yo. Haciendo. Salir de mi casa, colocándome la máscara del agrado, y recorriendo grupos que me dieran cobijo, amor y seguridad. La búsqueda sería inalcanzable, porque el miedo, hasta entonces, me pertenecía.

Para poder deshabitar esas áreas de dolor, mi ser creó una lógica inconsciente en mi mente: el rechazo y la soledad producen miedo. El miedo duele, incomoda. Para evitar sentir ese miedo, no debía ser rechazada. Agradar para sentirme segura. Pertenecer para evitar el temor. Dejar de lado mi ser auténtico y espontáneo, para darle lugar al ser que agrada, que es admirado por su impecabilidad, por su sonrisa. En palabras de Lowen: “Con las pérdida de auntenticidad, perdemos el sentido del ser y, en su lugar, se instala la imagen, que adquiere una importancia increible.” (Alexander Lowen, 1980).

La Dra. Braiker, asismismo, expresa:

“De hecho, por ser una persona complaciente, su sentido de la identidad, su autoestima e incluso su merecido derecho a ser amado se derivam de todas las cosas que hace por los otros. En realidad, a menudo, parece que usted es lo que hace”. (Braiker, 2012).

Habité esa máscara hasta hoy, hasta identificarme con ella. Una máscara colorida y resplandeciente. Pero llegó el tan temido momento de quitármela, y lo que descubrí debajo de ella será relatado a continuación.

Mi ser que pertenece a sí misma

“Si ser es vida, ¿por qué tenemos tanto miedo de ser? ¿Por qué se nos hace tan difícil soltarnos y simplemente ser? (…) ¿Por qué más tarde, en la vida, es tan difícil restablecer la conexión original? ¿Qué temores entorpecen la recuperación de la inocencia? Sabemos que esto no es tan simple como mostrarle a alguien el camino a casa. Este camino, atraviesa valles escondidos con peligros que sólo se descubren al retroceder hasta la niñez y la infancia”. (Alexander Lowen, 1980).

Recorrer este camino de la mano de la mirada ontológica me ha ayudado a descubrir cómo es mi parada personal frente a la vida.

Mientras iba avanzando en este recorrido, la autoindagación era inevitable. ¿Qué implicaría dejar caer esa máscara de la adaptabilidad y empezar a dejar de lado esos comportamientos impostados? ¿Cuál sería el riesgo que corro por ser singular y auténtica? ¿Cómo puedo resignificar esa emocionalidad que habita la angustia, miedo y tristeza al sentirme dejada de lado? ¿Qué nuevos resultados obtendría parándome desde un nuevo ser genuino? ¿Cómo mirarme, auto percibirme o identificarme libre del grupo social o laboral del que formo parte?

El coaching ontológico me abrió dos caminos para resolver estos cuestionamientos. En primer lugar, el aprendizaje que yo no soy de donde pertenezco. Recuerdo una de las últimas sesiones de coaching que siguen haciendo eco al día de hoy. Fui invitada, a través de un ejercicio corporal, a poder entrar y salir de los grupos, sin perderme en ellos, sin fusionarme y perder mi propia forma. A permitirme abrazar a cada miembro, poner límites, y después sentirme recibida nuevamente. Hice el ejercicio una y otra vez. Mi cuerpo todavía recibe el calor de los abrazos luego de haber marcado mis límites, de haber dicho que “no”. Y ese abrazo me recibió entera. Y me soltó entera, no me perdí allí, como aquel hielo que se derrite y se mezcla con el agua. Tengo bordes firmes y puedo mantenerme en tierra. Soltar mi ser camaleónico que se esfuerza por adaptarse a cada entorno cambiando mi color original por el que creo que es el que mejor se adapta al ambiente que me rodea.

El segundo y profundo aprendizaje llegó de la mano del entender que hay un lugar muy valioso al que nunca busqué pertenecer, y es a mí misma. Los grupos, las parejas, los equipos laborales, no fueron sino réplicas en las que yo busqué formar “hogar”. Ese hogar, que, de niña, se prendió fuego en más de una oportunidad. Es la niña que fui la que busca la red de contención por algo que le faltó en su infancia. Esa pequeña hoy me tiene a mí. Yo soy mi propio hogar. Yo tengo los recursos para autocontenerme. Brené Brown describe:

“El verdadero sentido de pertenencia es la práctica espiritual que consiste en creer en ti mismo y en pertenecer a ti mismo tan profundamente que puedes compartir tu yo más auténtico con el mundo y descubrir lo que hay de sagrado tanto en formar parte de algo como en sostenerse sólo en un territorio salvaje. La verdadera pertenencia no requiere que cambies lo que eres, requiere que seas lo que eres”. (Brené Brown, 2017).

Añado las palabras de a Dra. Braker, quien plantea:

“La solución reside en reconocer que la persona cuya aceptación usted más necesita es usted mismo. Cuando reconozca los verdaderos motivos que le hacen sentir que no merece el aprecio de los otros, y al mismo tiempo, desconocer su valor escencial como persona debido a algunos atributos de su apariencia o algún suceso del pasado, la herida de su autoestima comenzará a curarse y los problemas derivados de su hábito de complacer a los demás comenzarán a resolverse. (Dra. Harriet B. Braiker”, 2012).

Desde esta parada, puedo salir al mundo, mostrarme frente al otro, decir lo que pienso, actuar como siento, ya sin el miedo que me hace reaccionar rápidamente y buscar desesperadamente aquello que me hizo falta. Ya no lo necesito, porque soy mi propio sol que ilumina mi soledad.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

• Brown, Brené. (2018). Desafiando la tierra salvaje. Buenos Aires: Penguin Random House.

• Braiker, Harriet B.. (2012). La enfermedad de complacer a los demás. Buenos Aires:

• Edaf S.L.

• Echeverría, R. (2017). El observador y su mundo; I. Chile. Echeverría, R. (2007). Por la senda del pensar Ontológico. Chile: J.C. Sáez editor.

• Echeverría Rafael (2006) Ontología del lenguaje. Editorial Granica

• Echeverría Rafael (2007) Por la Senda el pensar ontológico. Editorial Granica

• García-Allen, J. (s/f). “Pirámide de Maslow: la jerarquía de las necesidades humanas. Analizando uno de los artefactos teóricos más famosos: la jerarquía de necesidades”. Psicología y Mente. Recuperado de https://psicologiaymente.com/psicologia/piramide-de-maslow

• Han, Byun - Chun . (2017). La expulsión de lo distinto . Barcelona: Herder Editorial S.L..

• Lowen, Alexander. (1980). Miedo a la Vida. Buenos Aires: Editorial Era Naciente SRL.

• Lowen, Alexander. (1994). El gozo. La entrega al cuerpo y a los sentimientos. Buenos Aires: Era Naciente.