Incursiones ontológicas VII

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EMERGER DESDE LAS SOMBRAS A LA LUZ UN NUEVO DISEÑO

Catherine Arriagada Torres

Agradecimientos

A mis queridos compañer@s de camino, padres, hijos, amores, hermanos y amigos quiero agradecer por su compañía.

Me parece que el camino recorrido ha ido construyendo sus frutos en mí y en quienes me rodean, el amor, la fortaleza y la valentía han sido ingredientes primordiales en quien me he convertido hasta ahora.

Podría recordar los momentos difíciles de mi vida, pero hoy creo que esos momentos y situaciones fueron necesarios para conformarme en quien estoy siendo, en mi corazón quizás sería otra y, les agradezco, les abrazo desde mi profunda humildad y les dedico este trabajo.

A mi madre, maestra y valiente mujer, quien, con los recursos que tenía, me enseñó a cuidarme y a cuidar a quienes amo, proteger a los que me importan y a saber que la vida se vive, me enseñó a crecer y ser adulta comprendiendo que el valor está en mi interior y no fuera de mí, que nos podemos diseñar abrazando lo dolores vividos y con gran esperanza podemos mirar un futuro amable y amoroso.

A mis hijos, maestros que me enseñaron a reinventarme una y otra vez por amor, a buscar en mi palabra amorosa para acercarme a ellos sin importar la razón, a amar incondicionalmente desde lo más profundo de mi ser, sin reservas y sin esperar nada a cambio. Me enseñaron a buscar caminos para levantarme una y otra vez. Me salvaron muchas veces y me enseñaron a encontrar sentido cuando creí que no lo había, solo en honor al amor.

A mis padres, les agradezco por enseñarme a caminar por las sombras y dolores, por mostrarme que el abandono solo existe si me abandono a mí misma y que con valentía el perdón a mí misma y a otros, se alcanza entendiendo y sintiendo que esa “Gran palabra” nos libera y nos permite caminar más liviana y en libertad.

A los hombres que me amaron y en especial a mi esposo Antonio, les honro y solo tengo palabras de gratitud por acompañarme a ser mujer, por mostrarme el camino de la confianza y el amor, por enseñarme que la comprensión y compañía se alimentan todos los días. Por mostrarme lo intensa y apasionada que puedo ser, por estar a mi lado en aquellos momentos menos iluminados y contenerme, por acompañarme a vivir la vida como una elección, pero por, sobre todo, por regalarme la posibilidad de conocer a mis tres grandes maestros Sebastián, Benjamín y Cristóbal.

A mis amigas, les agradezco por acompañarme en la sororidad y mostrarme como confiar, por cuidarme y ser pacientes con mi intensidad.

Desde mi comprensión profunda de hoy y agradecimiento por este hermoso regalo, me comprometo conmigo y con ustedes a seguir construyéndome, dando un paso a la vez, conectándome con mi fluidez y generosidad de mi escucha, con desbordes quizás “reconociéndome múltiple”, pero aceptando mis límites y volviendo a la calma, teniendo una voz propia sintiendo que mis silencios me conecten con la inmensidad del amor para estar presente y acompañarme y acompañar a quien lo requiera.

¡Gracias, gracias y gracias!

ÍNDICE

1. “Yo en el Mundo “Dasein”.

1.1Contexto

1.2Mi Llegada

1.3El Nuevo Amor

1.4Aprender a callar “NO DIGAS NADA”

1.5Un antes y un después

1.6 Cómo aprendí a ser como era

2. Miedos y Sombras.

3. Modelo OSAR y Estructura de Coherencia.

3.1Modelo OSAR

3.2Estructura de Coherencia y Perfil Unitario

3.3El Miedo

3.4La Rabia

3.5La Victimización

3.6La Arrogancia

4. Creación de mi propia Obra de Arte.

4.1Diseño Estratégico de Identidad.

4.1.1 DEI

4.2Estrategias de aprendizaje.

5. Aporte Ontológico.

6. Bibliografía.

1.“Yo en el Mundo “Dasein””.

1.1.- Contexto.

Aquí voy en interpretación del ser quien estoy siendo, tal como menciona Heidegger en su concepto del Dasein y en su definición de “como un estar-en-el-mundo fácticamente existente”. “Ser y Tiempo”. (Rivera J. E., 1926, pág. 62)

•Chile estaba pasando por momentos políticos complejos. El gobierno de ese tiempo era el de Salvador Allende y de la Unidad Popular. El país se encontraba en una etapa convulsa, mucha división, desconfianzas, descontentos y movilizaciones sociales. Nuestro país estaba en crisis. Algunos ciudadanos sentían necesario un cambio y otros sentían injusto que lo que habían ganado, les fuera arrebatado. El contexto social era de desigualdades sociales, confusiones e inseguridades.

Mientras tanto, el mundo que me esperaba estaba conformado por Juan y Guillermina. Mi madre se casó muy joven para salir de su casa y el maltrato que sufría por parte de su madre, hermana mayor de nueve hermanos de un segundo matrimonio. Juan, mi padre, tenía 23 años al momento de casarse, hombre alegre y amigo de los amigos y con especial gusto por las fiestas. Alto, moreno, de cara alargada y ojos tristes, “Un muy buen padre, pero no tan buen esposo” -decía mi madre.,

Después de un año de casados, se fueron a vivir a Renca, otra comuna de Santiago, en una casa muy humilde; en mi imaginación tiene un cierto parecido a la casa del cuento de los tres cerditos, esa que con un soplido podría volar por los aires. Mi mamá me ha contado que la abundancia no era parte de sus días, por tanto, el trabajo y el esfuerzo eran parte fundamental de sus vidas.

Al siguiente año, en marzo nace mi hermano mayor Juan, y dos después, mi hermana Soledad, y siete años más tarde, fui recibida en este mundo.

1.2.- Mi Llegada.

Durante esos diez años de matrimonio, mi madre cuenta que, si bien al principio tuvieron alegrías, ella recuerda una vida difícil en lo económico y en lo afectivo, y su espera por mí estuvo llena de contradicciones; la esperanza, la desilusión, la alegría, la pena, la soledad, la inseguridad, la resiliencia podrían ser elementos que envolvieron mi llegada al mundo.

Mi mamá cuenta que ese año tuvo alegrías, reconciliaciones y profundas penas, un 3 de octubre de ese mismo año, mi padre falleció en un accidente automovilístico y ella se vio enfrentada a un mundo que no conocía y para el que no estaba preparada, viuda de 26 años con tres hijos pequeños de 9, 6 años y una bebé de 8 meses. La soledad, la desesperación y la incertidumbre inundaron nuestro hogar. Me imagino que la soledad y la sensación de abandono debe haberme inundado también, me imagino como una bebé sin atención, sin cuidados, pero también comprendo que no existió otra forma de que hubieran pasado las cosas.

Durante algunos meses recibimos ayuda de cercanos y algunos familiares, durante ese tiempo mi madre salió a buscar sustento para sus tres niños pequeños y el cuidado de las dos pequeñas quedó a cargo de mi hermano Juan, cambiando pañales, cocinando, asumiendo esa tarea. Me imagino que no fui tan cuidada y me pregunto ¿cómo un niño de 9 años podría estar a cargo de una beba de 8 meses?

Hoy nos cuenta que, en realidad, no sabía cómo hacerlo, y que ahí se sentía como un papá, se sentía responsable de cuidarnos. Creo que aquello ocurrió durante tres meses, y luego fuimos enviados al cuidado de familiares paternos en el sur, y a internados. Mi emoción al recordar estos hechos es de tristeza al sentir la desprotección, dadas las situaciones de mi madre para cuidarnos.

1.3.- El Nuevo Amor.

Durante los meses de verano, mi madre encontró el amor; se enamoró profundamente de Gustavo y su mundo cambió y el de nosotros también. Según las conversaciones con mis hermanos, la principal atención de mi madre fue hacía él, ¿quizás en respuesta a tanto desamor y abandono sufrido durante su vida? Comenzaba así una nueva vida.

Yo era muy pequeña, tal vez sentí que la atención y el poco cuidado de mi madre eran atrapados por este nuevo amor. Comenzamos a vivir con él, conformamos una nueva familia y eso colaboró con mi crianza desde muy temprana edad. En una conversación con mi hermano mayor durante este año, ya cumplido mis 49 y con el objetivo de ir reconstruyendo mi historia, él me contó que este nuevo amor extraño llegó a vivir a nuestras vidas muy luego después de la muerte de mi padre, y que él sintió que ocupaba un lugar que no le correspondía y que nos robaba la atención, cuidado y amor de nuestra madre.

 

Fue a él a quien reconocí como mi papá, no sé si él me adoptó o yo necesité adoptarlo a él. Creo que mis ansias eran más grandes que las de él; en realidad, creo que yo encontré una imagen paterna que me podría entregar amor, abrazar y dar atención.

Crecí asumiendo que él era mi padre, a pesar de que siempre supe que no lo era; mi madre se encargó de recordármelo “siempre”, pero yo necesitaba sentir que él era parte de mí. Recuerdo que hacía muchas cosas para llamar su atención, comía todo lo que a él le gustaba, recuerdo que una oportunidad que tomé una sopa muy mala de sabor, creo que era “de cola de buey”, la tomé hasta el final, aunque su sabor me daba ganas de vomitar y aunque sabía muy amarga, lo hice para obtener su aprobación.

Además, recuerdo que cuando pequeña lo único que quería era cambiarme el apellido por el de él cuando fuera grande, creo que era como una forma de sentir la pertenencia y el amor de un padre más allá de no tener un vínculo sanguíneo. Hoy entiendo que buscaba su aprobación y que me quisiera. Yo estaba dispuesta a hacer todo lo que pudiera para tener su amor.

Sin embargo, creo que crecí sintiéndome ajena a él y mi madre se encargaba de hacérmelo sentir permanentemente, ella no me permitía abrazarlo, ni sentarme en sus piernas, ni ninguna expresión de afecto y me parece que a él tampoco le importaba hacerlas, más bien yo sentía que me dejaba hacerlo por cumplir, era como si nada fuera suficiente para que me quisieran; me ignoraban, no me veían.

Mi madre tuvo otros hijos, “mis hermanos menores” y dada la situación económica, comenzó a trabajar muchas horas, así que no recuerdo quien, durante esos años, estuvo a cargo de mi cuidado y el de mis hermanos; creo que padecimos aguda soledad durante esos años.

1.4.- Aprender a callar “NO DIGAS NADA”

Una noche -recuerdo tener 12 años-, en horas previas de hacer la primera comunión, mi madre salió a una comida de su trabajo, yo y mis hermanos quedamos a cargo de mi papá José, en realidad, mi padrastro, pero a quien, durante muchos años, lo llamé papá, pues, como mencioné anteriormente, yo sentía que lo era.

Esa noche, mi papá invitó a un tío, para compartir y tomarse algo; la hora pasó y nos fuimos a acostar, mientras ellos seguían conversando, riendo y bebiendo mucho alcohol. Por lo menos eso era lo que yo escuchaba, hasta que me dormí.

En medio de la noche, me desperté sintiendo a alguien en mi espalda acostado detrás de mí, con mucho olor a alcohol y con su mano tocando mi vagina. En un primer momento no entendía lo que estaba ocurriendo, sentí mi cuerpo extraño, como una contracción, me sentí congelada, pero no dije nada y me quedé muy quieta ¡no sabía qué decir! Al pasar un rato, me di cuenta de que era mi papá y seguí en silencio… hasta que comencé a sentir algo extraño, una sensación agradable, al pasar un rato más supe que no estaba bien y al cabo de un momento me moví y mencioné la palabra ¡papá! En ese momento, él se paró y creo que, haciéndose el borracho, salió de mi habitación, pero antes de salir dijo “NO DIGAS NADA”, y se fue.

Yo no sabía qué hacer, ¡no entendía!, pero algo en mi interior me decía que eso era malo; tomé mi nuevo testamento y comencé a rezar, pidiendo perdón… no sé de qué, creo que de esa sensación agradable que había experimentado, me sentí sucia, como no entendiendo nada. No sé si esa noche pude dormir, sólo recuerdo haber vivido una confusión gigantesca y mucha pena por no entender, y culpa y miedo que hicieron que me llevaron a callar. No recuerdo más de esa noche.

Al pasar los días y observar que en mi mundo externo todo seguía igual, que todos se comportaban de modo habitual, percibí que mi mundo ya no era el mismo; sentía rabia, culpa y surgió en mí la necesidad de hablar, de contar lo ocurrido.

Busqué la forma de contárselo a mi mamá, no sé si fue antes o después de mi primera comunión, ¡y un día, en un baño se lo conté!; recuerdo que se armó una gran pelea, me veo parada en el pasillo, observando una gran discusión. Me sentí paralizada, como sintiendo que me había equivocado, que no debía haber hablado. Mi madre me ha contado que ella casi se vuelve loca y que tomó una pistola y amenazó a mi papá con matarlo, pero nada de eso ocurrió y siguieron juntos; yo no recuerdo nada de eso, ¡solo puedo sentir que el haber hablado fue tremendo! Tiempo después nos enteramos de que él había hecho lo mismo con mi hermana, pero mi madre siguió junto a él. En ese momento sentí que hubiera sido mejor haber callado. En algunas oportunidades, en el transcurso de mis años, he sentido que no sé qué decir frente a situaciones de riesgo y que es mejor callar, como un “rutina defensiva del callar”, en que fui generando explicaciones privadas sobre el comportamiento de los demás y en muchas ocasiones, asignando “malas intenciones” (Newfield Consulting, 2019, pág. 20) y que lo mejor sería solo guardar silencio.

Siento que ella no optó por sus hijas, sino que por el amor que tenía por él; siento que no nos cuidó, que no fuimos su primera opción. Se fue a su fiesta y confió en el hombre que estaba a su lado, no resguardó a sus hijas. Siguió como si no hubiera pasada nada (eso es lo que yo creo) y continuó su vida junto a él; permanecieron veintiún años juntos.

Hoy me cuenta que él nos pidió perdón y que nosotras lo aceptamos, que por eso y por el amor mutuo, siguió con él muchos años más. Creo que una niña de 12 años no entiende si realmente perdona, yo creo que no perdoné, que me faltó un acto reparador, porque aún en ocasiones duele y siento la traición de quienes debían cuidarme, y aparecen mecanismos de defensa frente al abandono de mi madre, a la falta de cuidado y a la traición de quienes yo amaba.

1.5.- Un antes y un después.

Al transcurrir el tiempo, ella seguía siendo muy severa con nosotras, su trato era duro. Recuerdo que, a los 13 años, un día, en una discusión muy fuerte entre ellos, mi madre estaba en su habitación y me llama para que me acercara a dónde estaban discutiendo y en el momento en que yo me paré bajo el umbral de su puerta, gritando, me pregunta:

-¿Tú sabes qué él no es tú papá?

A lo que yo no supe que decir… solo estaba asustada por la pelea, nuevamente paralizada y, seguido de eso, le grita a él y le dice:

-¡Dile que no la quieres, como quieres a tus hijos!, ¡dile de una vez!,

A lo que él me mira y me dice:

-Yo no te puedo querer como a mis hijos-.

Yo no entendía nada, solo sentía un tremendo dolor en mi corazón, me sentí rechazada (creo que ya lo sentía antes) pero ese día ¡fue oficial!, me sentí tan poco importante, tan disminuida, me sentí perdida, oculta, no vista, sin ser parte de nada, sin ser la opción de nadie, no cuidada. ¡Fue tan dura!

Creo que nuevamente mi madre no me cuidó y sentí que mi vida se dividió en un antes y un después, sintiendo el rechazo de ellos, el abandono, no ser vista y que, desde ese momento, envuelta en mi soledad, aprendí a defenderme.

Desde ese momento fui sintiendo mucha rabia y pena, comencé a ser una adolescente rebelde y depresiva. Mi madre continuó siendo severa, trabajando mucho y ausentándose. Comencé a visitar al psicólogo y a tener dificultades relacionales, Sin embargo, hoy siento que ella no tenía otra opción, debía hacerlo, para mantener a su familia y a esos tres hijos que eran de su nuevo matrimonio y, de alguna forma, mantener a su lado al hombre que le daba atención y amor; creo que no quería sentirse sola, tal como había sido su historia.

1.6.-Cómo aprendí a ser como era.

Dado la vida y las experiencias que tuve en mi llegada al mundo, mi niñez y preadolescencia, me fui conformando en una adolescente y adulta, con aprendizajes que me acompañaron a transitar entre miedos, luces y sombras.

Entre esos aprendizajes, puedo mencionar que aprendí que: el esfuerzo tenía sus recompensas y que el rigor podía ser un espacio para protegerme; transformarme en la mejor en todo, para ser vista y admirada por los otros que me rodeaban, a buscar refugio, seguridad y cuidado fuera de mi hogar y de mí; que existe la traición; que las amigas son escasas. No se podía confiar a ciegas, porque me podían hacer daño. A ser celosa, a no pedir ayuda, a competir y ser arrogante, a que el sexo es negativo, culposo y que podría ser un elemento de manipulación para obtener algunas cosas, a aislarme, sentir pena por mí y que otros también la sintieran para obtener su lástima y que me quisieran. Pero, a pesar de que aprendí de las sombras elementos para mí defensa y que me sirvieron para conformarme, también aprendí a sacar elementos para brillar. Por ejemplo, hoy observo que, aunque fuera difícil sociabilizar, lo lograba. Aprendí el concepto amistad, el amor de pareja, descubrir lo que más me gustaba, a ser independiente, a ser paciente, a lograr lo que me propongo, a ser resiliente, a tomar decisiones, a insistir en búsqueda de un camino que me hiciera más feliz, libre de miedos y a no rendirme en el intento.

2.Miedos y Sombras.

Al leer mi arrojo en el mundo, me parece que los elementos que atraviesan mis relatos anteriores son “el miedo al abandono y la rabia por las posibles promesas no cumplidas de aquellas personas a las que les abrí mi corazón y que, de algún modo metafísico, siento que debían cuidarme, protegerme, valorar mis esfuerzos y actos realizados desde mi necesidad de ser vista, valorada, amada”.

Siento que durante mi vida y hasta ahora, las promesas estaban puestas en ellos, lejos de mí y que de cierta forma los hice responsables por mi cuidado, compañía, seguridad, validación, valor y amor a mí misma siendo ellos los protagonistas de mi vida o tal vez siendo esos ojos por los cual me miraba.

Al parecer, les entregué la responsabilidad de mi felicidad, cuidado y tranquilidad, de cierta forma buscaba que se hicieran cargo de mí o en palabras de Heidegger “Sorge” (Rivera J. E., 1926, pág. 193) y cuando siento que no están presente o que lo estoy perdiendo, aparecen ciertos patrones que se relacionan con el miedo a estar sola, “abandonada”, “no vista” y “no valorada”.

Al escribir estas líneas, siento que éste es el relato que he tenido de mi vida hasta ahora, siento en palabras de Heidegger que fui arrojada en un mundo del cual aprendí a cuidarme, a hacerme cargo de mí bajo patrones de defensa, victimización y arrogancia.

Me escucho asociándolo a cierta tristeza, a cierta resignación de lo que me tocó vivir. Sin embargo, hoy lo siento como parte importante de quien me conforma y elementos importantes para integrarlos en mí, para mirarme en “quien estoy siendo hoy” y que de alguna manera no posible que fuera de otra forma.

Hace unos meses atrás, vi aparecer algunos de estos patrones frente a una situación de separación en época de pandemia con mi esposo. A inicios del confinamiento, él se fue a pasar un tiempo solo a nuestra casa de la playa, lapso que pasamos separados y que duró casi tres meses. Durante ese periodo, solo nos comunicamos por teléfono y vídeo llamadas; en algunas oportunidades, yo comencé a viajar, pero nuestros encuentros solo eran de discusión, en especial el 4 de octubre.

En un escrito realizado hace unos días, me encontré con lo siguiente: “Este fin de semana estuvimos de aniversario de matrimonio, cumplimos siete años juntos. Esta vez sería una celebración distinta, yo me sentía que no había mucho que celebrar, han sido días difíciles de mucha discusión y desconfianza de mí hacia él, yo esperaba esa celebración, pero tenía mucho miedo de lo que resultaría.

Debido a tantas discusiones y desencuentros sexuales, yo le pedí que me dejara sola unos días en la playa, sentía que necesitaba calmarme y soltar la emoción de desesperación que sentía al ver que día tras día no pasaban las discusiones, sentía ganas de arrancar, de separarme de él, de no sufrir más, de no despertar el día y comenzar a llorar (eso no me deja hacer otras cosas, no podía trabajar ni concentrarme). Es algo que no me gusta hacer, siento que es verme sufriendo y cada vez que me veo así, me da pena conmigo, me siento desolada y me observo como una mujer triste y ya no quiero ser más así, no quiero estar en el dolor, en ese dolor que me inmoviliza, sintiendo que mi dignidad se comprometía.

Al momento de que él accedió a irse, sentía que una parte de mí quería que se fuera, pero otra parte tenía susto de que se fuera; pensé que se iría con otra persona o que simplemente, de alguna forma, me estaba abandonando de nuevo y yo solo quería que me abrazara; en esos momentos me decía a mí misma que todo era tan contradictorio, que imagino que ni siquiera él tenía opción de hacer algo diferente.

 

En el momento en que se fue, lo seguí. Algo dentro de mi quería confirmar que él me estaba engañando, pero al mismo tiempo sentía mucha vergüenza de lo que estaba haciendo y nuevamente me sentí desesperada, sin saber qué hacer y no me gustó verme así. No vi nada, pero me sentí aún más abandonada por mí misma y aún más comprometida mi dignidad.

Creo que, dentro de mí, quiero castigarlo y demostrarle que yo soy víctima de su desamor; me veo como si quisiera estar ahí para terminar con mi desesperación, pero al mismo tiempo siento que tengo miedo a estar sola”.

Todas estas contradicciones, me han hecho pensar en los miedos que me paralizan y las sombras que parecieran emerger desde mi estómago para protegerme y defenderme, dándome cierto aliento de seguridad, pero luego de escucharme cómo me defiendo, siento que no me gusta y me pregunto ¿quién será el cochero que está llevando mi carreta?, ¿cuál de mis miedos, sombras o personajes se está tomando el protagonismo? y me confundo. Es, como lo diría Echeverría en El alma humana, citando a Nietzsche, (Rafael Echeverría, El Alma Humana Según Nietzsche, 2003) “Son los dioses múltiples y diferentes como expresión de las fuerzas que luchan en nuestro interior”. Es como si, al mirarme en mis propias contradicciones y no gustarme lo que observo, pudiera estar siendo un reflejo de reconocerme humana, perfectible y también con capacidad para transformarme. En palabras de Walt Whitman “contengo multitudes”.

Me pregunto ¿cuál de esas multitudes me gustaría que tomase el protagonismo hoy? como respuesta a la premisa que menciona Echeverría al citar “El alma humana no es una unidad, sino que tiene texturas y puede presentarse en diversas formas”. (Rafael Echeverría, El Alma Humana Según Nietszche, 2003)

Creo que, frente a situaciones de abandono como sentirme descuidada, ignorada, no importante, no escuchada, no valorada, no tomada en cuenta, experimento mucho miedo, siento que me paralizo, que mi estómago se aprieta, mi garganta se cierra y mi mente corre muy rápido para buscar explicaciones en las cuales soy víctima. Percibo que me están hiriendo y me digo a mí misma que me estoy viendo débil, desprotegida y amenazada y comienzo a defenderme, a protegerme, como queriendo salir de esa “Anarquía de multiplicidad” que menciona Nietzsche y que, en palabras de Echeverría, estaría buscando “la legitimación de los elementos gobernantes en búsqueda de sentido”. (Rafael Echeverría, El Alma Humana Según Nietzche, 2003)

Me parece haber descubierto que, cuando me siento “amenazada”, busco protegerme, mostrándome como una víctima de los daños del otro, esperando que se conmueva con mi dolor y cambie su actitud, para que haga lo que yo necesito (así lo intenté con mi marido en nuestra última discusión) o me enojo tanto, que de alguna manera busco castigar al otro con mi palabras y actitudes para atacarlo. Al final. mirando mis resultados. no lo logro, lo alejo y solo crece mi dolor.

Cuando me siento ofuscada y herida, no me es tan fácil soltar mi rabia sin un acto reparador del otro y si éste no aparece, siento la traición, abandono e injusticia. Busco una explicación en mi interior y como una escapista profesional busco la forma de salir rápidamente poniéndome como la víctima, yo abandonando. Luego, pienso y siento que “no quiero quedarme sola” y vuelvo a un cierto circulo que mantiene mi dolor lleno de miedos profundos que confunde mi actuar, mi hablar y mi sentir.

Miedos que irrumpen y que parecieran estar atravesando mi vida como una emocionalidad fundante y compleja en búsqueda de certezas y cuidados, tal como cita Echeverría a Nietzsche, al decir que “El miedo es una emocionalidad compleja. Uno de sus rasgos es que tiende a ocultarse, a vestirse de ropajes de otras emocionalidades, lo que hacen difícil descubrirlo” (Echeverría R. , Mi Nietzche, La Filosofía del Devenir y el Emprendimiento, 2013, pág. 178), que en mi caso pudiera ser la victimización y la arrogancia, sombras que ocultan el miedo del abandono y la no valoración.

Sombras que, al descubrirlas, pudieran ser una versión de mí que no me está gustando tanto y que, de alguna forma, han emergido durante estos años como máscaras para mi defensa, como el “Dasein” que menciona Heidegger o como aparte de mi “proceso de individualización”, en palabras de Carl Gustav Jung, citado por Echeverría en El Observador y su Mundo, mencionando que “se trata de voces que el proceso de constitución de la persona que somos, en su objetivo por establecer un determinado orden (…..) se obligó a excluir, a reprimir, a someter” (Echeverría R. , pág. 81) y que he tratado de ocultar, de luchar con ellas, pero de alguna forma emergen en mis días y hasta se han tomado el protagonismo en muchas ocasiones limitándome a ser distinta en liviandad y disfrute de una nueva “YO”.

Sin embargo, a través del camino recorrido voy comprendiendo que, si bien son oscuridades que duelen y que he luchado contra ellas, son parte de lo necesario para conformarme en quien estoy siendo, son parte de mi ser y me resuena la frase de (Nietzche, 1886): “El que lucha con monstruos debe tener cuidado para no resultar él un monstruo. Y si muchas miras a un abismo, el abismo concluirá por mirar dentro de ti” (Más allá del bien y del mal, p.86).

3. Modelo OSAR y Estructura de Coherencia.

En búsqueda de encontrar posiblemente una estructura ontológica para interpretar mi historia y comprender mi consciencia en el presente, indagaré en los hechos y juicios del pasado, tal como menciona Hans-Georg Gadamer “La acción de comprender no sólo implica conocer cosas del pasado. Ella es parte fundamental del proceso de forjarse una identidad y de participar, por lo tanto, en la creación de nosotros mismos” (Echeverría R. , El Observador y su Mundo, Volumen II, 2010, pág. 25).

Intentaré mirar los resultados que he obtenido a través de la acciones realizadas, siendo la particular observadora que soy, haciendo sentido a mi forma de pertenecer a un sistema en donde interactúo con otros como seres sociales y que, de alguna manera, condiciona quién fui y quien pudiera estar siendo hoy, tal como lo menciona el modelo OSAR de Rafael Echeverría en “Escritos sobre Aprendizaje” (Echeverría R. , Escritos Sobre Aprendizajes: Recopilación., 2018, pág. 9).

3.1 Modelo OSAR.

El Modelo Osar (Echeverría R. , Por la Senda del Pensar Ontológico. Segunda edición, 2015, pág. 435) surge del pragmatismo y de la corriente filosófica americana y hace referencia a la interacción a conceptos como el Observador, el Sistema, la Acción y Resultados y que es leído de derecha a izquierda.

El modelo creado por Echeverría busca despertar el desafío de tomarlo como una “Actitud fundamental ante la vida”



Resultados: Son el producto de nuestras acciones. Cuando miramos estos resultados, nos estamos refiriendo a lo que estamos obteniendo en la vida y en nuestra forma de existir que se generan a partir de la forma que actuamos, desde allí podríamos evaluar nuestro comportamiento y preguntarnos ¿si lo que estamos obteniendo es el tipo de vida que queremos? O tal vez preguntarnos si ¿estamos generando las relaciones qué queremos? O si ¿nos gusta cómo estamos siendo?, por tanto, los resultados que estemos teniendo podría ser un buen indicador para mirarnos y saber si lo que estamos mirando nos inquieta o queremos continuar siendo como estamos siendo.

Acción: Corresponde a lo que hacemos en cada situación particular. Si deseo entender mis resultados o tal vez modificarlos, debemos aceptar que ellos remiten a las acciones que tanto nosotros como otros realizan. Por otra parte, en las acciones hay cinco determinantes que podría influir en la forma de accionar, entre ellas: predisposición biológica, capacidad de adquirir nuevas plasticidades, tecnologías, factores emocionales, habitualidades.

Observador: Es la forma como hacemos sentido de lo que acontece. “Se trata de la manera como interpretamos la situación que enfrentamos y las acciones que emprendemos dependen de las interpretaciones que realizamos sobre lo que está sucediendo” (Echeverría R. , Escritos Sobre Aprendizaje: Recopilaciones., 2018, pág. 27).

Sistema: Los seres Humanos no somos seres individuales, somos seres sociales que convivimos con otros. El ser que somos nos constituimos a partir de la particular forma de insertarnos en el entorno social al cual somos insertos. “la individualidad de cada uno se desarrolla y que lo hace ser el tipo de persona que es, recoge y está marcado por las condiciones históricas y sociales que a cada uno le corresponde vivir” (Echeverría R. , Escritos Sobre APrendizaje: Recopilación., 2018, pág. 29).

Aprendizaje de primer orden: Aprendizaje, que estando conscientes de que es necesario cambiar acciones para obtener resultados diferentes, decidimos cambiar a nivel de acciones.