Etiopía

Tekst
Autor:
Loe katkendit
Märgi loetuks
Kuidas lugeda raamatut pärast ostmist
Šrift:Väiksem АаSuurem Aa

Aunque el declive de Yeha se corresponde con la aparición de Axum, las relaciones entre ambas ciudades fueron ambiguas, al igual que la fundación de la propia ciudad de Axum. Mencionado por primera vez en el siglo I en el Periplo del mar Eritreo, el nombre de Axum reapareció un siglo después en La Geografía de Ptolomeo. Sin embargo, parece que Adulis, el puerto de la ciudad en el mar Rojo, estaba activo ya en el siglo III a. C. y se beneficiaba de la instalación de puestos de comercio griegos en las costas eritreas. De hecho, dado que las excavaciones arqueológicas realizadas hasta la fecha apenas cubren el 10 % del yacimiento de Axum, estas no permiten establecer con certeza la época en que se fundó la ciudad.

Sin embargo, la ciudad prosperó a lo largo de siete siglos sacando partido a sus recursos naturales, incluido el precioso marfil, y a su ubicación en pleno cruce de las principales rutas comerciales de Egipto a Sudán y al mar Rojo, desde donde controlaba las rutas marítimas hacia el Mediterráneo y la India. Su influencia territorial y comercial continuó expandiéndose y, en el siglo III, el escritor persa Mari ya describía el reino axumita como uno de los cuatro más poderosos del mundo.

Aunque Axum desarrolló una civilización de tipo indígena, con estelas y obeliscos como símbolo, no faltaron las influencias externas. Así, coexistieron tres lenguas: el griego antiguo, la lengua del comercio, el sabeo, y el ge’ez, que es el idioma semítico local. El dinero se introdujo en el siglo I antes de que se acuñara localmente en el siglo III, cuando se marcaba con símbolos politeístas como la media luna o el círculo.

A partir de ese momento, es probable que la religión cristiana entrara en el reino desde Nubia a través del valle del Nilo, pero que también la expandieran los numerosos comerciantes romanos cristianizados presentes en el mar Rojo.

Ezana y la llegada del cristianismo

Con su llegada al poder a principios del siglo IV, el rey Ezana multiplicó las conquistas y extendió su dominio sobre el reino de Meroe y el suroeste de Arabia.Las inscripciones de la época indican que atribuyó sus éxitos al apoyo del Marhem invencible pero después dio las gracias al Señor del cielo y de la tierra. En poco tiempo la cruz sustituyó los símbolos paganos de las monedas, el soberano empezó a hablar del hijo de Dios y el cristianismo se proclamó la religión del estado.Se conoce la leyenda de esta conversión por el monje e historiador bizantino Rufino: mientras acompañaban a su maestro Metropius, un filósofo sirio que fue a visitar el reino africano, Frumentius y Edesio, sus dos estudiantes cristianos, fueron los únicos supervivientes de un naufragio que mató a la expedición.Llevados a la corte como esclavos, los sirios se ganaron el respeto de los gobernantes por su erudición. Y Frumentius, que se convirtió en el mentor de Ezana, obtuvo del rey la libertad de culto para las pequeñas comunidades cristianas, antes de incitarle a convertirse. Frumentius puso la nueva Iglesia bajo la autoridad del patriarca de Alejandría quien, a su vez, lo nombró primer obispo etíope. Limitada primero a una élite, la nueva religión se difundió después del Concilio de Calcedonia en 421, que provocó la separación de las iglesias monofisistas siria, egipcia y armenia de Roma y Bizancio. En los siglos V y VI, los legendarios nueve santos sirios (de diferentes provincias del Imperio Romano) se establecieron en Etiopía, tradujeron textos religiosos al ge’ez y fundaron varios monasterios, incluido el famoso Debre Damo.En el siglo VI, el rey Kaleb intervino en Yemen para poner fin a la persecución de los cristianos promovida por un soberano judío. Estableció una administración etíope y construyó la catedral de Sana.Pero Axum no pudo oponerse a la expansión persa en Yemen, de donde los etíopes fueron expulsados definitivamente en 578.

Expansión del islam y agonía de Axum, siglos VII-X

En el siglo VII, los primeros discípulos de Mahoma, expulsados de La Meca, encontraron refugio en Axum. Los árabes pronto conquistaron el Egipto bizantino e impusieron gradualmente su control sobre el mar Rojo, y fundaron el puerto de Zeila. Los musulmanes entraron en el Cuerno de África y establecieron sus propias redes comerciales hasta las fronteras del reino abisinio. Ante la pérdida del monopolio sobre el comercio en el mar Rojo, el desarrollo de nuevas rutas comerciales persas y árabes y la islamización de la región, el puerto de Adulis entró en decadencia, lo que asfixió y aisló a Axum. La tradición oral cuenta que en el siglo X los ejércitos de una misteriosa reina del sur o de Lasta, llamada Gudit (o Esat, el Fuego), sembraron la desolación y asestaron una estocada mortal al reino axumita.

La dinastía Zagwe

El avance del islam y el declive de Axum desplazaron el centro de gravedad de la Etiopía cristiana hacia el sur, hacia la provincia de Lasta. A principios del siglo XII en el corazón de esta región poblada por los agaw de habla cusita surgió una nueva dinastía, la Zagwe. Este período siguió siendo oscuro, probablemente debido a la voluntad de los gobernantes salomónicos de eliminar todo rastro de una dinastía que consideraban usurpadora. Se afanaron en demostrar que su legitimidad era más antigua que la de los Zagwe. En cualquier caso, los reyes zagwe fomentaron una intensa actividad religiosa. El soberano más destacado de la dinastía, Lalibela (1190-1225), empezó a crear una nueva Jerusalén en su capital, Adefa (Roha), que hoy lleva su nombre, e hizo excavar un conjunto de iglesias monolíticas que fueron uno de los mayores logros de la arquitectura cristiana.

Mucho más tarde se canonizó a los gobernantes Lalibela Masqal Kebra, Yemrehanna Kristos y Nakuta La’ab y a sus esposas.

La Edad de Oro de la dinastía salomónica

Yekuno Amlak (1270-1293) estableció una nueva dinastía. Esta se arraigó poco a poco en la mitología política, que la convirtió en descendiente de Menelik, hijo de la reina Makeda (o reina de Saba) y del bíblico rey Salomón. Esta autenticación genealógica se difundió ampliamente mediante el Kebra Nagast (Libro de la Gloria de los Reyes), probablemente escrito en el siglo XIV, y que les proporcionó los fundamentos ideológicos de la dinastía durante siete siglos.

Tras años de luchas internas, la llegada de Amda Seyon (1314-1344) al poder implicó el retorno de la estabilidad para el reino. Amda Seyon se encargó del control de los sultanatos musulmanes que amenazaban su poder desde el sur y el oeste del país. Este período estuvo marcado por el desarrollo de la monarquía y por una intensa vitalidad política y espiritual que provocó desacuerdos teológicos. El rey Zara Yaqob (1434-1468) intentó unificar la Iglesia etíope en base a una ortodoxia estricta que definía claramente los dogmas y un culto casi exaltado a la Virgen María. Continuó con la lucha contra los emiratos circundantes y trató de centralizar el gobierno del reino. Con el consentimiento de los gobernantes occidentales y el papa Eugenio IV, el rey Zara Yaqob envió a los primeros monjes etíopes a Tierra Santa. En el siglo XV se incrementaron las relaciones entre el reino abisinio y los europeos, sobre todo los portugueses, cuya ayuda sería tan imprescindible como peligrosa.

La lucha entre religiones

Las primeras décadas del siglo XVI se encuentran entre las más sangrientas de la historia abisinia y aún hoy hostigan el inconsciente colectivo nacional. A medida que las relaciones entre los emiratos musulmanes de Ifat y Adal y los gobernantes abisinios se deterioraban, el emir Mahfuz declaró la yihad (guerra santa) contra los cristianos, antes de que el rey Lebna Dengel (1508-1540) le derrotara en 1516.

En 1525, para vengar la derrota de su suegro, Ahmad ibn Ibrihim al-Gazi, apodado Gragn (el Zurdo) volvió a lanzar sus ejércitos contra el reino ortodoxo. A esto le siguieron dieciocho años de desolación, durante los cuales las masacres, la destrucción de iglesias y monasterios, así como del patrimonio religioso y literario etíope, llevaron al Imperio cristiano al borde del colapso.

Acorralado en sus trincheras, Lebna Dengal envió una llamada de socorro al rey de Portugal. Finalmente, fue su hijo y sucesor, Galawados, quien dio la bienvenida al destacamento de 400 arqueros portugueses dirigidos por Cristóbal da Gama (hijo del famoso navegante).

Derrotadas en un primer momento en Ashangui, donde perdieron a su líder, al que capturaron y luego decapitaron, las tropas portuguesas lograron recuperarse e infligir una grave derrota a los musulmanes en 1543 en la región del lago Tana. La muerte del Gragn durante el enfrentamiento hizo que su ejército se retirara hacia Harar.

Pero el debilitado reino permaneció bajo la amenaza de los turcos, la insurrección de los judíos falashas en el Simien y la expansión de los oromo del sur hacia tierras cristianas. Zarsa Dengal (1563-1597) recompuso un ejército y logró restaurar la autoridad imperial sobre todo el territorio abisinio, que entonces abarcaba la mayor parte de Eritrea, Tigray y vastas zonas de Welo, Gojam y Choa.

Libres de la amenaza islámica, a lo largo del siglo XVII, los etíopes se vieron confrontados con los insidiosos planes de los misioneros católicos. Los jesuitas españoles desembarcaron tras los soldados portugueses y se esforzaron por devolver a la Iglesia etíope al seno de Roma. Uno de ellos, el padre Pedro Páez (natural de Olmeda de las Fuentes, Madrid), especialmente influyente, logró convertir al emperador Za Dengal (1603-1604) al catolicismo. Lo asesinaron poco después. El rey Susenyos (1607-1632) reiteró su sumisión al Papa y trató de convertir a sus súbditos al catolicismo. Esto provocó una insurrección popular, promovida por el clero ortodoxo, que obligó al soberano a abdicar en favor de su hijo Fasilides.

 

Esplendor y decadencia de la dinastía gondariana (1632-1855)

Tras renegar de su bautismo católico, Fasilides (1632-1667) restauró la fe tradicional y expulsó a los jesuitas del país. A partir de ese momento, la desconfianza hacia los occidentales, y en particular hacia los misioneros, fue constante.

A diferencia de sus predecesores, que trasladaron la corte en base a los conflictos, el monarca decidió establecer su capital en la ciudad de Gondar. Este estilo de vida sedentario atrajo a artesanos y artistas y dio inicio a una era de intensa actividad cultural. Al abrigo de sus imponentes castillos con ricas bibliotecas, la ciudad se convirtió en un centro de erudición, arte y música.

El asesinato del rey Iyasu en 1706 anunció el declive de Gondar. Durante siglo y medio, las luchas fratricidas, la expansión de los oromo y sus intrigas en el seno del poder real debilitaron el reino, que se dividió en diferentes poderes locales. Este período, conocido como la Era de los jueces por la anarquía que precedió al establecimiento de la realeza entre los israelitas, duró hasta 1855.

Restauración de la monarquía y fracaso del imperialismo europeo

Los años de disturbios favorecieron el ascenso de Kassa Hailu, hijo de un gobernador de la provincia de Quarra. Educado en un monasterio, Kassa perfeccionó su vocación como estratega militar luchando en las guerras que asolaban el país, y después se convirtió en una especie de forajido (shifta). Reunió gran número de adeptos a su alrededor y derrotó una a una a las dinastías locales, hasta la más poderosa en Choa, donde Menelik, futuro soberano, se convirtió en su prisionero.

Lo nombraron rey en 1855 con el nombre de Teodoro II (1855-1869) y se esforzó por reformar y modernizar el país, a pesar de la resistencia de la población y, en particular, la Iglesia, a quien pidió importantes contribuciones económicas. Ambicioso y autoritario, Teodoro acabó perdiendo la cabeza. En 1886, ofendido por no tener una respuesta de la reina Victoria a su petición de participar en una campaña contra los musulmanes, tomó como rehenes a diplomáticos británicos. Esta vez la respuesta no se hizo esperar y, en 1868, un ejército de 32 000 hombres, bajo el mando de lord Napier, asoló el país. Teodoro, sabiéndose perdido, terminó suicidándose. Tras nuevas disputas de sucesión, el ras de Tigray se hizo con el trono bajo el nombre de Yohannis IV (1872-1889). Gran diplomático, obtuvo la lealtad de sus oponentes más peligrosos, entre ellos Menelik, rey de Choa.

Durante su reinado, Yohannis trabajó para repeler las incursiones egipcias, así como para contener los objetivos colonialistas de los italianos, ingleses y franceses que se habían instalado en Somalia. Pero la amenaza que determinó su destino llegó desde Sudán. Tras haber repelido a los ingleses, los mahdistas sudaneses (o derviches) amenazaron a Gondar. Yohannis resultó mortalmente herido mientras combatía contra esta secta musulmana.

Ante esta noticia, el rey de Choa, que ansiaba el título supremo desde hacía mucho, se autoproclamó monarca bajo el nombre de Menelik II (1889-1911). De mutuo entendimiento, el soberano firmó el Tratado de Wuchale con los italianos, ya muy arraigados en Eritrea. Pero una interpretación divergente del texto llevó a Menelik a revocarlo en 1893, lo que bastó para despertar las ambiciones expansionistas de Italia, que reclamaba Tigray y exigía un protectorado sobre Harar. Sin apocarse, el rey reunió un ejército de 120 000 hombres y se enfrentó a los italianos en Adua en febrero de 1896. Contra todo pronóstico, Adua fue el escenario de la primera victoria de un ejército africano sobre un ejército occidental.

La soberanía y la independencia de Etiopía fueron reconocidas oficialmente. Durante los diez años siguientes, Menelik amplió sus territorios hacia el sur, dio al país sus fronteras actuales, construyó su nueva capital, Adís Abeba, y modernizó el país. Al tiempo que el ferrocarril comenzaba a extenderse desde Yibuti, la red de carreteras se amplió, las escuelas, los hospitales y los bancos se multiplicaron, y aparecieron la electricidad y el teléfono.

Tras la muerte de Menelik, su nieto, Iyasu 1913-1916), llegó al poder. Considerado demasiado cercano a los musulmanes e impopular entre la Iglesia y la nobleza por las reformas que emprendió, se le acusó de haber negado la fe cristiana antes de ser excomulgado y depuesto.

Nombrada reina, Zauditu, hija de Menelik, se vio obligada a compartir el poder con el ras Tafari, hijo del ras Makonnen, gobernador de Harar y primo de Menelik. Deseoso de situar a Etiopía en la escena internacional, Tafari abolió la esclavitud y consiguió la entrada de su país en la Sociedad de las Naciones (SDN) en 1924, lo que, en teoría, la debía proteger de las ambiciones coloniales europeas.

Mitos e historia

La historia etíope es rica en leyendas, milagros y profecías, así como mitos fundadores que explican el nacimiento y la razón de ser de estructuras religiosas y políticas. Esta abundancia se debe a la profundidad temporal de la historia etíope: los vestigios monumentales de Axum, por ejemplo, han sido reutilizados y reinterpretados tanto por los reyes etíopes como por la Iglesia, y algunos bloques monumentales, ubicados dentro de los muros de la iglesia de Santa María de Sion, sirvieron como asientos en la coronación de los gobernantes. El hecho de que hayan coexistido muchas culturas también ha contribuido al intercambio de ritos y leyendas. Finalmente, las culturas cristiana y musulmana impusieron sus modelos, pero incorporaron muchas de las tradiciones de los pueblos que sometieron y asimilaron. Así, es posible que las numerosas historias en las que las vacas o los toros desempeñan un papel espiritual y simbólico tengan su origen en las culturas pastorales y no en un trasfondo cristiano común. Por último, el hecho de que la historia se haya transmitido, por un lado, a través de los textos en lengua ge’ez —lengua que sigue siendo impenetrable para la gran mayoría— y, por otro, que se haya transmitido oralmente en amárico, lengua compartida por todos, ha creado diferentes niveles de comprensión del pasado. Hay muchos intercambios entre la historia escrita y la oral, pero lo que está claro es que solo la tradición oral podía permitirse transmitir los elementos más oscuros de la historia oficial. Así, pasarán varios siglos antes de que se escriba la parte oculta de la historia del rey Fasilides. Este gobernante, conocido por restaurar la fe ortodoxa y fundar la ciudad de Gondar, también está asociado con algunas leyendas sangrientas y escabrosas. Una de ellas es digna de Las mil y una noches: con el cuerpo cubierto de vello tupido, Fasilides satisfacía sus deseos carnales cada noche con una mujer que mataba por la mañana, hasta que un día, conmovido por la oración de la más pobre de las esclavas de su castillo, comenzó a buscar su redención y construyó puentes sobre los principales ríos que rodean a Gondar para que su pueblo lo alabara y salvara con sus oraciones.

Así pues, comprender y escribir la historia a distintos niveles resulta, a veces, difícil. Al visitar iglesias y yacimientos históricos es habitual que el clero, los guías locales y los residentes compartan los aspectos legendarios y milagrosos de su historia antes que datos objetivos, que requieren un conocimiento real de la historia y la cultura para ser entendidos.

Reinado de Haile Selassie (1930-1974)

Cuando murió la emperatriz en 1930, Tafari se proclamó Negus y se coronó como el 256º rey de la dinastía salomónica. Asumió el nombre de Haile Selassie, que significa « poder de la Trinidad ». Instituyó un Parlamento cuyos miembros eran elegidos por él o por la nobleza, pero sus reformas beneficiaban esencialmente a la élite.

Distribuidos por todo el país, los partidarios de Mussolini promovieron conspiraciones para exacerbar las tensiones étnicas y desestabilizar así el poder. Allanaban así el terreno a la intervención italiana, que, basándose en un incidente menor entre los dos ejércitos, comenzaría el 3 de octubre de 1935. La indulgencia en las sanciones impuestas por la SDN y la neutralidad de las otras dos potencias coloniales de la región, Francia y Gran Bretaña, no hicieron sino promover esta agresión. Las tropas italianas, procedentes de Eritrea y de Somalia, tomaron la capital el 5 de mayo de 1936 y, unos días después, Mussolini declaró la anexión de Etiopía a las colonias italianas. Sabiéndose perdedor, Haile Selassie se exiló en Londres.

Nombrado virrey, el mariscal Graziani emprendió una sangrienta represión contra los arbegnoch (patriotas) que, en Choa, Gojam y Gondar dirigían una valiente guerra de guerrillas. En febrero de 1939, un intento de atentado contra Graziani desencadenó un verdadero pogromo contra la población de la capital. En pocos días, los Camisas Negras (milicias fascistas italianas) dejaron 10 000 muertos.

Esta barbarie no hizo sino reforzar la resistencia etíope hasta que en 1938 los ingleses y franceses ratificaron el tratado de « buena vecindad » con Italia, que le otorgó la soberanía sobre Etiopía. Pero la aparición del Duce, junto con la Alemania nazi en junio de 1940 cambió la situación radicalmente.

Los ingleses, ansiosos por asegurar el canal de Suez y el mar Rojo, finalmente respondieron favorablemente a las peticiones del Negus. Desde Sudán, las tropas británicas, la « Fuerza Gideon », dirigida por el mayor Wingate y el propio emperador, reunieron a partidarios etíopes. Aislados de sus bases europeas, los italianos se rindieron con dignidad y, el 5 de mayo de 1941, Haile Selassie entró en Adís Abeba como libertador, poniendo fin a cinco años de ocupación.

Dos tratados firmados con Gran Bretaña, en 1942 y 1944, restauraron la soberanía absoluta de Etiopía. En 1950, una resolución de las Naciones Unidas proclamó la autonomía de Eritrea, que estaba ligada a Etiopía por un vínculo federal.

Comenzó entonces una gran campaña de reconstrucción nacional, respaldada, en particular, por la ayuda estadounidense: se introdujo una nueva moneda, se creó Ethiopian Airlines en 1946, la Universidad de Adís Abeba abrió sus puertas y en 1955 se proclamó una nueva Constitución. Adís Abeba se convirtió en la sede de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para África (CEPA-1958) y de la Organización para la Unidad Africana (OUA-1962).

Sin embargo, a pesar de la modernización, el descontento siguió creciendo ante un poder sumamente autocrático y feudal. En 1960, aprovechando la visita del emperador a Brasil, un pequeño grupo de progresistas tramó un golpe de estado que se vio frustrado. Haile Selassie no se tomó la amenaza en serio e hizo oídos sordos a las ideas reformistas teñidas de marxismo que agitaban el medio estudiantil y campesino. Entonces empezó un período de quince años que precipitaría la caída del poder imperial.

La derogación del vínculo federal con Eritrea, simplemente anexionada a Etiopía en 1962, y la sustitución de la enseñanza del idioma local, el tigraya, por el amárico, encendieron las tentaciones secesionistas.

El Frente Popular para la Liberación de Eritrea (FPLE) luchaba por la independencia del país y contaba con el apoyo de Sudán, el Sudán Meridional y Siria, que consideraban que la política de Etiopía era antiárabe y estaba subordinada a la de Estados Unidos.

En 1963 se produjeron disturbios en la provincia de Ogaden, que exigía su vinculación a la Somalia independiente desde 1960. Etiopía envió tropas a la frontera para amenazar a Mogadiscio que, al no obtener un fuerte apoyo de su protector soviético, negoció un alto el fuego en marzo de 1964. Al mismo tiempo,

el gobierno llevó a cabo una represión sangrienta contra la rebelión de los campesinos oromo y somalíes en las provincias del Bale y Sidamo.

En Eritrea, la lucha se radicalizó con la creación del Frente Popular para la Liberación de Eritrea (FPLE), de tendencia marxista, que llevó a establecer el estado de emergencia en 1970.

La era revolucionaria (1974-1991)

Mientras que por todo el país crecía la ira contra la corrupción, la falta de una política educativa en las regiones no amáricas y la concentración de tierras en manos de una oligarquía, el gobierno fue incapaz de emprender las reformas económicas y sociales necesarias para restablecer la confianza. La administración, incompetente, infravaloró las hambrunas que asolaron el norte del país, en Shewa, Welo y Tigray, entre 1972 y 1974, y que empujaron a miles de campesinos a las ciudades.

Sin embargo, en 1973, la subida de precios del petróleo precipitó los acontecimientos. En Adís Abeba se produjeron huelgas, protestas y reivindicaciones y el ejército se amotinó.

 

Los soldados formaron el Comité de Coordinación de las Fuerzas Armadas (derg o « comité » en amárico), y detuvieron a ministros, personalidades y consejeros del emperador, a quien depusieron el 12 de septiembre de 1974.

El Consejo Administrativo Militar Provisional asumió el poder, disolvió el Parlamento, suspendió la Constitución e instauró el socialismo. Durante el Derg, las luchas ideológicas y de poder fueron sangrientas. Tras haber liquidado a sus principales competidores, el coronel Mengistu Haile Mariam se proclamó jefe del estado en 1977. Empezó entonces una época de terror y purgas contra todos los enemigos declarados del régimen.

En julio de 1977 Somalia invadió Ogaden pero, ante la amenaza que suponía para Adís Abeba, los soviéticos ofrecieron ayuda militar a Etiopía. Con el apoyo de soldados cubanos y suryemeníes, las fuerzas etíopes atacaron a los somalíes, que se retiraron del país en marzo de 1978.

En el interior del país, la política de colectivización, el desplazamiento forzoso de las poblaciones como parte del programa de urbanización, así como el terror rojo, promovieron la oposición al régimen y la aparición de movimientos secesionistas entre los afar, somalí, oromo y, sobre todo, los tigraya. En 1975 se formó el Frente de Liberación del Tigray (FLT, que más tarde sería el FLPT), que luchó junto a los eritreos del FPLE, aunque sus esperanzas de autonomía pronto se vieron truncadas. En 1984 y 1985, una nueva hambruna, cínicamente fomentada por el gobierno en las zonas rebeldes, mató a cientos de miles de etíopes a pesar de la ayuda internacional. A partir de 1988, la Unión Soviética de Gorbachov rechazó cualquier ayuda militar adicional a Mengistu y en 1989 un golpe de estado fallido desestructuró el ejército completamente. Nada pudo obstaculizar la marcha de las fuerzas de oposición coligadas en el Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope (FDRPE) hacia la capital. Abandonado por sus aliados tradicionales y cuestionada su autoridad militar, el Negus rojo se exilió en Zimbabue el 21 de mayo de 1991. Siete días después, el FDRPE tomó Adís Abeba.

El camino hacia la democracia y la difícil integración regional (1991-actualidad)

En julio de 1991, el FDRPE y el FPL establecieron un gobierno de transición presidido por Meles Zenawi, que emprendió profundas reformas económicas. En 1993, los eritreos apoyaron la independencia de su territorio de forma masiva y este se convirtió en el 52 º estado africano, lo que puso fin —o eso se creía— a un conflicto entre vecinos que había durado casi treinta años.

En 1994 se proclamó la República Democrática Federal de Etiopía. Los etíopes acudieron a las urnas para votar a los 547 diputados que formarían la asamblea constituyente. Esta última estableció un federalismo étnico que otorgaba a cada región el derecho a la autodeterminación e incluso a la secesión. Tras las nuevas elecciones de 1995, Meles Zenawi ratificó su puesto para continuar la liberalización económica e intentar desmantelar los grupos secesionistas, el FLO en el país oromo y el FLNO en Ogaden, que seguían oponiéndose al federalismo del FDRPE. Etiopía denunció el apoyo que Eritrea y otros países de la región prestaban a estos grupos para desestabilizar su poder. Las relaciones con el vecino del norte se tensaron cuando Eritrea introdujo una nueva moneda cuyo tipo perjudicaba el comercio etíope. Estas tensiones reavivaron las disputas fronterizas alrededor de la ciudad de Badme y, en 1998, se reanudó la lucha. Los eritreos se adentraron en territorio etíope antes de ser expulsados por una contraofensiva en febrero de 1999.

Aunque Eritrea había rechazado el plan propuesto por las Naciones Unidas y la Organización para la Unidad Africana, Etiopía aprovechó su ventaja y ocupó, a su vez, las regiones del sur de Eritrea. El 12 de diciembre de 2000, se llegó a un acuerdo de paz en Argelia y se estableció una zona desmilitarizada entre ambos países controlada por las Naciones Unidas.

Con unas 120 000 víctimas y decenas de miles de desplazados, Etiopía (al igual que Eritrea) salió del conflicto muy debilitada y desacreditada para muchos mecenas internacionales y potenciales inversores. En abril de 2002, una comisión internacional emitió un fallo, en principio irrevocable, sobre la delimitación de fronteras, cuya demarcación física debía comenzar en octubre de 2003. Pero para Etiopía perder la ciudad de Badme a favor de su enemigo sigue siendo inaceptable y, por lo tanto, el problema parece no tener solución.

Una situación geopolítica regional conflictiva

demás de con Eritrea, Etiopía mantiene relaciones más o menos tensas con casi todos sus vecinos. Tanto Kenia como Somalia están acusadas de albergar campamentos de combatientes independentistas. La situación de guerra en Sudán durante las dos últimas décadas ha provocado la afluencia masiva de refugiados a la provincia de Gambela y esto ha provocado tensiones con las poblaciones locales. La independencia de Sudán del Sur permite esperar una solución al problema de los refugiados. Para Etiopía, las relaciones con Yibuti son vitales dada la importancia, a nivel comercial, del acceso al mar (y a los puertos) que representa este país. Por último, las condiciones de utilización de las aguas del Nilo son una fuente de desacuerdo con Egipto y Sudán: una grave crisis diplomática sacude actualmente el país debido a la construcción de la faraónica presa del Renacimiento en el Nilo Azul. En Somalia, tras retirarse del conflicto en 2007, Etiopía envió un cuerpo militar al país somalí en 2011 para luchar contra los extremistas islamistas de Al Shabab. Tras pacificar el sur del país, Etiopía comenzó a evacuar la región en 2013 y espera retirarse rápidamente de todo el país dejando que los AMISOM, tropas de las Naciones Unidas, tomen posiciones.

Renovación económica etíope

La situación política interna se tensó después de las elecciones de 2010, que devolvieron al poder al partido tigraya. Meles Zenawi, en el cargo desde 1991, se encontró con un escenario bastante agitado. De hecho, a pesar de la relativa calma en la que se desarrollaron estas elecciones parlamentarias, la oposición cuestionó la aplastante victoria del partido FDRPE (con más del 90 % de los votos).

La muerte de Meles Zenawi en agosto de 2012 sorprendió a muchos etíopes y surgió la amenaza de una gran crisis de sucesión. Pero por primera vez desde 1930, con el ascenso al trono del emperador Haile Selassie, se produjo una transición ordenada al frente del país con la llegada al poder del vicepresidente Hailemariam Desalegn, un hombre nuevo, investido en septiembre de 2012. Las rivalidades dentro de la coalición se estabilizaron, sobre todo con la llegada del nuevo presidente: Mulatu Teshome. La oposición, por su parte, continúa con su lucha interna. El despegue económico del país ha centrado la atención en el desarrollo urbano, la apertura del país al turismo y, sobre

todo, el auge de la industria textil. Recientemente, muchos gigantes de esta industria, previamente ubicados en China, han hecho las maletas y se han trasladado a Etiopía, donde la mano de obra es más barata y está mejor formada. Otro nuevo El Dorado es el mercado de flores cortadas. Actualmente Etiopía es el segundo país exportador de flores del mundo, después de Kenia.