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PRÍNCIPE

Siempre os hemos tenido por varon santo y de virtudes. Oigamos ahora al criado de Romeo.

BALTASAR

Yo dí á mi amo noticia de la muerte de Julieta. A toda prisa salimos de Mántua, y llegamos á este cementerio. Me dió una carta para su padre, y se entró en el sepulcro desatentado y fuera de sí, amenazándome con la muerte, si en algo yo le resistia.

PRÍNCIPE

Quiero la carta; ¿y dónde está el paje que llamó á la ronda?

PAJE

Mi amo vino á derramar flores sobre el sepulcro de Julieta. Yo me quedé cerca de allí, segun sus órdenes. Llegó un caballero y quiso entrar en el panteon. Mi amo se lo estorbó, riñeron, y yo fuí corriendo á pedir auxilio.

PRÍNCIPE

Esta, carta confirma las palabras de este bendito fraile. En ella habla Romeo de su amor y de su muerte: dice que compró veneno á un boticario de Mántua, y que quiso morir, y descansar con su Julieta. ¡Capuletos, Montescos, esta es la maldicion divina que cae sobre vuestros rencores! No tolera el cielo dicha en vosotros, y yo pierdo por causa vuestra dos parientes. A todos alcanza hoy el castigo de Dios.

CAPULETO

Montesco, dame tu mano, el dote de mi hija: más que esto no puede pedir tu hermano.

MONTESCO

Y aún te daré más. Prometo hacer una estatua de oro de la hermosa Julieta, y tal que asombre á la ciudad.

CAPULETO

Y á su lado haré yo otra igual para Romeo.

PRÍNCIPE

¡Tardía amistad y reconciliacion, que alumbra un sol bien triste! Seguidme: aún hay que hacer más: premiar á unos y castigar á otros. Triste historia es la de Julieta y Romeo.

OTELO

PERSONAJES

DUX DE VENECIA.

El senador BRABANCIO.

GRACIANO, su hermano.

LUIS, su pariente.

Varios Senadores.

OTELO, moro al servicio de la República.

CASIO, teniente suyo.

YAGO, su alférez.

RODRIGO, caballero veneciano.

MONTANO, gobernador de Chipre antes que Otelo.

Un criado de Otelo.

DESDÉMONA, hija de Brabancio y mujer de Otelo.

EMILIA, mujer de Yago.

BLANCA, querida de Casio.

UN PREGONERO, ALGUACILES, MÚSICOS, CRIADOS, etc.

ACTO I

ESCENA PRIMERA

Una calle en Venecia
RODRIGO y YAGO
RODRIGO

No vuelvas á tocar esa cuestion, Yago: mucho me pesa que estés tan enterado de eso tú á quien confié mi bolsa, como si fuera tuya.

YAGO

¿Por qué no me ois? Si alguna vez me ha pasado tal pensamiento por la cabeza, castigadme como os plazca.

RODRIGO

¿No me dijiste que le aborrecias?

YAGO

Y podeis creerlo. Más de tres personajes de esta ciudad le pidieron con la gorra en la mano que me hiciese teniente suyo. Yo sé si valgo como soldado y si sabria cumplir con mi obligacion. Pero él, orgulloso y testarudo se envuelve en mil retóricas hinchadas y bélicas metáforas, y acaba por decirles que no, fundado en que ya tiene su hombre. ¿Y quién es él? Un tal Miguel Casio, florentino, gran matemático, lindo y condenado como una mujer hermosa. Nunca ha visto un campo de batalla, y entiende tanto de guerra como una vieja. No sabe más que la teoría, lo mismo que cualquier togado. Habilidad y práctica ninguna. Á ese ha preferido, y yo que delante de Otelo derramé tantas veces mi sangre en Chipre, en Rodas y en otras mil tierras de cristianos y de gentiles, le he parecido inferior á ese necio sacacuentas. Él será el teniente del moro, y yo su alférez.

RODRIGO

¡Ira de Dios! Yo mejor seria su verdugo.

YAGO

Cosa inevitable. En la milicia se asciende por favor y no por antigüedad. Decidme ahora si hago bien ó mal en aborrecer al moro.

RODRIGO

Pues entonces, ¿por qué no dejas su servicio?

YAGO

Sosiégate: le sigo por mi interes. No todos podemos mandar, ni se encuentran siempre fieles criados. A muchos verás satisfechos con su condicion servil, bestias de carga de sus amos, á quienes agradecen la pitanza, aunque en su vejez los arrojen á la calle. ¡Qué lástima de palos! Otros hay que con máscara de sumision y obediencia atienden sólo á su utilidad, y viven y engordan á costa de sus amos, y llegan á ser personas de cuenta. Éstos aciertan, y de éstos soy yo. Porque habeis de saber, Rodrigo, que si yo fuera el moro, no seria Yago, pero siéndolo, tengo que servirle, para mejor servicio mio. Bien lo sabe Dios: si le sirvo no es por agradecimiento ni por cariño ni obligacion, sino por ir derecho á mi propósito. Si alguna vez mis acciones dieran indicio de los ocultos pensamientos de mi alma, colgaria de la manga mi corazon para pasto de grajos. No soy lo que parezco.

RODRIGO

¡Qué fortuna tendria el de los labios gruesos, si consiguiera lo que desea!

YAGO

Véte detras del padre: cuenta el caso por las plazas: amotina á todos los parientes, y aunque habite en delicioso clima, hiere tú sin cesar sus oidos con moscas que le puncen y atormenten: de tal modo que su misma felicidad llegue á él tan mezclada con el dolor, que pierda mucho de su eficacia.

RODRIGO

Hemos llegado á su casa. Le llamaré.

YAGO

Llámale á gritos y con expresiones de angustia y furor, como si de noche hubiese comenzado á arder la ciudad.

RODRIGO

¡Levantaos, señor Brabancio!

YAGO

¡Levantaos, Brabancio! ¡Que los ladrones se llevan vuestra riqueza y vuestra hija! ¡Al ladron, al ladron!

(Aparece Brabancio en la ventana.)

BRABANCIO

¿Qué ruido es ese? ¿Qué pasa?

RODRIGO

¿Teniais en casa toda la familia?

YAGO

¿Estaban cerradas todas las puertas?

BRABANCIO

¿Por qué esas preguntas?

YAGO

Porque os han robado. Vestíos presto, por Dios vivo. Ahora mismo está solazándose con vuestra blanca cordera un macho negro y feo. Pedid ayuda á los ciudadanos, ó si no, os vais á encontrar con nietos por arte del diablo. Salid.

BRABANCIO

¿Te has vuelto loco?

RODRIGO

¿No me conoceis, señor?

BRABANCIO

No te conozco. ¿Quién sois?

RODRIGO

Soy Rodrigo, señor.

BRABANCIO

Pues lo siento mucho. Ya te he dicho que no pasees la calle á mi hija, porque no ha de ser esposa tuya, y ahora sales de la taberna medio borracho, á interrumpir mi sueño con gritos é impertinencias.

RODRIGO

¡Señor, señor!

BRABANCIO

Pero has de saber que mi condicion y mi nobleza me dan fáciles medios de vengarme de tí.

RODRIGO

Calma, señor.

BRABANCIO

¿Qué decias de robos? ¿Estamos en despoblado ó en Venecia?

RODRIGO

Respetable señor Brabancio, la intencion que á vos me trae es buena y loable.

YAGO

Vos, señor Brabancio, sois de aquellos que no obedecerian al diablo aunque él les mandase amar á Dios. ¿Así nos agradeceis el favor que os hacemos? ¿O será mejor que del cruce de vuestra hija con ese cruel berberisco salgan potros que os arrullen con sus relinchos?

BRABANCIO

¿Quién eres tú que tales insolencias ensartas? Eres un truhan.

YAGO

Y vos… un consejero.

BRABANCIO

Caro te ha de costar, Rodrigo.

RODRIGO

Como querais. Sólo os preguntaré si consentisteis que vuestra hija, á hora desusada de la noche, y sin más compañía que la de un miserable gondolero, fuera á entregarse á ese moro soez. Si fué con noticia y consentimiento vuestro, confieso que os hemos ofendido, pero si fué sin saberlo vos, ahora nos reñis injustamente. ¿Cómo habia de faltaros al respeto yo, que al fin soy noble y caballero? Insisto en que vuestra hija os ha hecho muy torpe engaño, á no ser que la hayais dado licencia para juntar su hermosura, su linaje y sus tesoros con los de ese infame aventurero, cuyo orígen se ignora. Vedlo: averiguadlo, y si por casualidad la encontrais en su cuarto ó en otra parte de la casa, podeis castigarme como calumniador, conforme lo mandan las leyes.

BRABANCIO

¡Dadme una luz! Despierten mis criados. Sueño parece lo que me pasa. El recelo basta para matarme. ¡Luz, luz!

(Brabancio se quita de la ventana.)

YAGO

Me voy. No me conviene ser testigo contra el moro. A pesar de este escándalo, no puede la República destituirle sin grave peligro de que la isla de Chipre se pierda. Nadie más que él puede salvarla, ni á peso de oro se encontraria otro hombre igual. Por eso, aunque le odio más que al mismo Lucifer, debo fingirme sumiso y cariñoso con él y aparentar lo que no siento. Los que vayan en persecucion suya, le alcanzarán de seguro en el Sagitario. Yo estaré con él. Adios.

(Se va.)

(Salen Brabancio y sus servidores con antorchas.)

BRABANCIO

Cierta es mi desgracia. Ha huido mi hija. Lo que me resta de vida será una cadena de desdichas. Respóndeme, Rodrigo. ¿Dónde viste á mi niña? ¿La viste con el moro? Respóndeme. ¡Ay de mí! ¿La conociste bien? ¿Quién es el burlador? ¿Te habló algo? ¡Luces, luces! ¡Levántense todos mis parientes y familiares! ¿Estarán ya casados? ¿Qué piensas tú?

 
RODRIGO

Creo que lo estarán.

BRABANCIO

¿Y cómo habrá podido escaparse? ¡Qué traicion más negra! ¿Qué padre podrá desde hoy en adelante tener confianza en sus hijas, aunque parezcan honestas? Sóbranle al demonio encantos y brujerías con que triunfar de su recato. Rodrigo, ¿no has visto en libros algo de esto?

RODRIGO

Algo he leido.

BRABANCIO

Despertad á mi hermano. ¡Ojalá que la hubiera yo casado con vos! Corred en persecucion suya, unos por un lado, otros por otro. ¿Dónde podríamos encontrarla á ella y al moro?

RODRIGO

Yo los encontraré fácilmente, si me dais gente de brios que me acompañe.

BRABANCIO

Id delante. Llamaremos á todas las puertas, y si álguien se resiste, autoridad tengo para hacer abrir. Armas, y llamad á la ronda. Sígueme, Rodrigo: yo premiaré tu buen celo.

(Se van.)

ESCENA II

Otra calle
OTELO, YAGO y criados con teas encendidas
YAGO

En la guerra he matado sin escrúpulo á muchos, pero tengo por pecado grave el matar á nadie de caso pensado. Soy demasiado bueno, más de lo que convendria á mis intereses. Ocho ó diez veces anduve á punto de traspasarle de una estocada.

OTELO

Prefiero que no lo hayas hecho.

YAGO

Pues yo lo siento, porque anduvo tan provocativo y tales insolencias dijo contra tí, que yo que soy tan poco sufrido, apenas pude irme á la mano. Pero dime, ¿os habeis casado ya? El senador Brabancio es hombre de mucha autoridad y tiene más partido que el mismo Dux. Pedirá el divorcio, invocará las leyes, y si no consigue su propósito, os inquietará de mil modos.

OTELO

Por mucho que él imagine, más han de poder los servicios que tengo hechos al Senado. Todavía no he dicho á nadie, pero lo diré ahora que la alabanza puede honrarme, que desciendo de reyes, y que merezco la dicha que he alcanzado. A fe mia, Yago, que si no fuera por mi amor á Desdémona, no me hubiera yo sometido, siendo de tan soberbia condicion, al servicio de la República, aunque me dieran todo el oro de la otra parte de los mares. Pero ¿qué antorchas veo allí?

YAGO

Son el padre y los parientes de Desdémona, que vienen furiosos contra tí. Retírate.

OTELO

No, aquí me encontrarán, para que mi valor, mi nobleza y mi alma dén testimonio de quién soy. ¿Llegan?

YAGO

Me parece que no, por vida mia.

(Salen Casio y soldados con antorchas.)

OTELO

Es mi teniente con algunos criados del Dux. Buenas noches, amigos mios. ¿Qué novedades traeis?

CASIO

General, el Dux me envia á que os salude, y desea veros en seguida.

OTELO

Pues ¿qué sucede?

CASIO

Deben de ser noticias de Chipre. Es urgente el peligro. Esta noche han llegado uno tras otro, doce mensajeros de las galeras, y el Dux y muchos consejeros están secretamente reunidos, á pesar de ser tan avanzada la hora. Os llaman con mucha prisa: no os han encontrado en vuestra posada, y á mí me han enviado más de una vez en busca vuestra.

OTELO

Y gracias á Dios que me encontrasteis. Voy á dar un recado en mi casa, y vuelvo inmediatamente.

(Se va.)

CASIO

¿Cómo aquí, alférez Yago?

YAGO

Calculo que esta noche he alcanzado buena presa.

CASIO

No lo entiendo.

YAGO

El moro se ha casado.

CASIO

¿Y con quién?

(Sale Otelo.)

YAGO

Con… ¿En marcha, capitan?

OTELO

Andando.

CASIO

Mucha gente viene buscándoos.

YAGO

Son los de Brabancio. Cuidado, general, que no traen buenas intenciones.

(Salen Brabancio, Rodrigo y alguaciles con armas y teas encendidas.)

OTELO

Deteneos.

RODRIGO

Aquí está Otelo, señor.

BRABANCIO

¡Ladron de mi honra! ¡matadle! (Trábase la pelea.)

YAGO

Ea, caballero Rodrigo: aquí, á pié firme, os espero.

OTELO

Envainad esos aceros vírgenes, porque el rocío de la noche podria violarlos. Venerable anciano, vuestros años me vencen más que vuestra espada.

BRABANCIO

¡Infame ladron! ¿Dónde tienes á mi hija? ¿Con qué hechizos le has perturbado el juicio? Porque si no la hubieras hechizado con artes diabólicas, ¿cómo seria posible que una niña tan hermosa y tan querida y tan sosegada, que ha despreciado los más ventajosos casamientos de la ciudad, hubiera abandonado la casa de su padre, atropellando mis canas y su honra, y siendo ludibrio universal, para ir á entregarse á un asqueroso mónstruo como tú, afrenta del linaje humano, y cuya vista no produce deleite sino horror? ¡Que digan cuantos tengan recto juicio si aquí no han intervenido malas artes y engaño del demonio, por virtud de brebajes ó de drogas que trastornan el seso, y encadenan el libre albedrío! Yo he de ponerlo todo en claro. Y entre tanto aquí te prendo y te acuso criminalmente como embaidor y hechicero, que profesa ciencias malas y reprobadas. Prendedle, y si se resiste, matadle.

OTELO

Deteneos, amigos y adversarios. Yo sé cuál es mi obligacion cuando se trata de pelear. Ahora debo responder en juicio. Dime en dónde.

BRABANCIO

Por de pronto irás á un calabozo, hasta que la ley te llame á comparecer ante el tribunal.

OTELO

¿Y crees que el Dux te lo agradecerá? Mira: todos éstos han venido de su parte, llamándome á comparecer ante él para un gran negocio de Estado.

BRABANCIO

¿Llamarte el Dux á consejo? ¿Y á media noche? ¿Para qué? Prendedle: que el Dux y el Consejo han de sentir esta afrenta mia como propia suya. Porque si tales crímenes hubieran de quedar impunes, valdria más que rigieran la República viles siervos ó paganos.

ESCENA III

Sala del Consejo
El DUX y los SENADORES sentados á una mesa
DUX

Estas noticias entre sí no tienen relacion.

SENADOR 1.º

En verdad que no concuerdan, porque segun las cartas que yo he recibido, las galeras son 107.

DUX

Pues aquí dice que 137.

SENADOR 2.º

Y esta que yo tengo asegura que llegan á 200. Pero aunque en el número no convengan (y en tales ocasiones bien fácil es equivocarse), lo cierto y averiguado es que una armada turca navega hácia Chipre.

DUX

Esto es lo principal y lo indudable, y esta es bastante causa para nuestros temores.

UN MARINERO

(Dentro.) ¡Ah del Senado!

OFICIAL 1.º

Trae noticias de la armada.

(Sale el marinero.)

DUX

¿Qué sucede?

MARINERO

El capitan me envia á deciros que los turcos navegan hácia Rodas.

DUX

¿Qué pensais de esta novedad?

SENADOR 1.º

No la creo: es algun ardid para engañarnos. No sólo Chipre es para el turco conquista más importante que la de Rodas, sino más fácil, por estar enteramente desguarnecida, y ser menos fuerte por naturaleza. Y no hemos de creer tan necio al turco, que deje lo cierto por lo dudoso, empeñándose en una empresa estéril y de dudoso resultado.

DUX

Para mí es seguro que no piensa en atacar á Rodas.

OFICIAL

Ahora llegan otras noticias.

(Entra el marinero 2.º)

MARINERO 2.º

Ilustrísimo Senado, el turco se ha reforzado en Rodas con buen número de naves.

SENADOR 1.º

Lo sospeché. ¿Sabes cuántas?

MARINERO 2.º

Treinta. Y ahora navega de retorno hácia Chipre, con propósito manifiesto de atacarla. Esto me manda á deciros con todo respeto vuestro fiel servidor Montano.

DUX

No hay duda que atacarán á Chipre. ¿Está allí Márcos Luchesi?

SENADOR 1.º

Está en Florencia.

DUX

Escribidle de mi parte que vuelva en seguida.

SENADOR 1.º

Aquí llegan Brabancio y el moro.

(Salen Brabancio, Otelo, Yago, Rodrigo, Alguaciles, etc.)

DUX

Esforzado Otelo, necesario es que sin dilacion salgais á combatir al turco. (A Brabancio.) Señor, bien venido seais: no os ví al entrar. ¡Lástima que esta noche nos hayan faltado vuestra ayuda y consejo!

BRABANCIO

Más me ha faltado á mí el vuestro. Perdon, señor. No me he levantado tan á deshora por tener yo noticia de este peligro, ni ahora me conmueven las calamidades públicas, porque mi dolor particular, como despeñado torrente, lleva delante de sí y devora cuantos pesares se le atraviesan en el camino.

DUX

¿Qué ha acontecido?

BRABANCIO

¡Ay hija mia, desdichada hija mia!

DUX Y SENADORES

¿Ha muerto?

BRABANCIO

Peor aún. Para mí como si hubiese muerto. La han sacado de mi casa, le han trastornado el seso con bebedizos de charlatanes, porque sin arte diabólica ¿cómo ella, que no está loca ni ciega, habia de caer en tal desvarío?

DUX

Sea quien fuere el autor de vuestra afrenta, el que ha privado de la razon á vuestra hija y la ha arrancado de vuestra casa, vos mismo aplicareis con inflexible rigor la sangrienta ley, aunque recaiga en mi propio hijo.

BRABANCIO

Gracias, señor. Quien la robó es el moro.

DUX Y SENADORES

¡Lástima grande!

DUX

¿Qué contestais, Otelo? ¿Qué podeis decir en propia defensa?

BRABANCIO

¿Qué ha de decir, sino confesar la verdad?

OTELO

Generoso é ilustre Senado, dueños y señores mios, confieso que he robado á la hija de este anciano, y que me he casado con ella, pero ese es todo mi delito. Mi lenguaje es tosco: la vida del campo no me ha dejado aprender palabras suaves, porque desde que apenas contaba yo seis años y mis brazos iban cobrando vigor, los he empleado en las lides, y por eso sé menos del mundo que de las armas. Mala será, pues, mi defensa, y poco ha de aprovecharme; con todo eso, si me otorgais vénia, os contaré breve y sencillamente cómo llegué al término de mi amor, y con qué filtros y hechicerías logré vencer á la hija de Brabancio.

BRABANCIO

¡Una niña tan tierna é inocente que de todo se ruborizaba! ¿cómo habia de enamorarse de un mónstruo feísimo como tú, que ni eres de su edad, ni de su índole ni de su tierra? Es aberracion contra naturaleza suponer tal desvarío en una niña que es la misma perfeccion. No: sólo con ayuda de Satanás puedes haber triunfado. Por eso vuelvo á sostener que has alterado su sangre con yerbas ó con veneno.

DUX

No basta que lo creais ni que lo sospecheis. Es necesario probarlo, y las conjeturas no son pruebas.

SENADOR 1.º

Dime, Otelo, ¿es cierto que la has seducido con algun engaño, ó es que mutuamente os amabais?

OTELO

Mandad á buscar á mi esposa, que está á bordo del Sagitario. Ella sabrá defenderse y contestarle á su padre. Y si despues de oirla me condenais, no sólo despojadme del mando que me habeis confiado, sino condenadme á dura muerte.

DUX

Que venga Desdémona.

OTELO

Acompáñalos, alférez mio. (A Yago.) Tú sabes dónde está. Y mientras llega, yo, tan sinceramente como á Dios me confieso, os referiré de qué manera fué creciendo el amor de esa dama y el mio.

 
DUX

Hablad, Otelo.

OTELO

Era su padre muy amigo mio, y con frecuencia me convidaba, gustando de oirme contar mi vida año por año: mis viajes, desastres, peleas y aventuras. Todo se lo referí, cuanto me habia sucedido desde mis primeros años: naufragios y asaltos de mar y tierra, en que á duras penas salvé la vida: cómo fuí vendido por esclavo: cómo me rescaté, y cómo peregriné por desiertos, cavernas, precipicios, y rocas que parecen levantarse á las nubes: le hablé de los antropófagos caribes que se devoran los unos á los otros, y de aquellos pueblos que tienen la cabeza bajo los hombros. Desdémona escuchaba con avidez mi relacion, levantándose á veces cuando la llamaban las faenas de la casa, pero volviendo á sentarse en cuanto volvia, y devorando con los oidos mis palabras. Yo lo advertí, y aprovechando una ocasion favorable, hice que un dia estando á solas, me pidiese la entera relacion de mi vida. La hice llorar, contándole las desgracias de mis primeros años, y con lágrimas y sollozos premió mi narracion, que llamaba lastimosa y peregrina. Me dió mil gracias y acabó diciéndome que si algun dia era yo amigo de algun amante suyo, le enseñase á contar aquella historia, porque era el modo más seguro de vencerla. Esto me dijo. Ella me amó por mis trabajos, victorias y desdichas. Yo la amé por su compasion, y no hubo más sortilegios. Aquí llega Desdémona que puede dar testimonio de ello.

(Salen Desdémona y Yago.)

DUX

Y pienso que aún mi hija se hubiera movido á compasion con tal historia. Respetable Brabancio, consolaos y echadlo todo á buena parte. Más vale en la lid espada vieja que mano desarmada.

BRABANCIO

Oigámosla, señor, y si ella me confiesa que le tuvo algun cariño, ¡caiga sobre mí la maldicion del cielo, si vuelvo á quejarme de ellos! Ven acá, niña: entre todos los que están aquí congregados ¿á quién debes obedecer más?

DESDÉMONA

Padre mio, dos obligaciones contrarias tengo: vos me habeis dado el sér y la crianza, y en agradecimiento á una y otra debo respetaros y obedeceros como hija. Pero aquí veo á mi esposo, y creo que debo preferirle, como mi madre os prefirió á su padre, y os obedeció más que á él. El moro es mi esposo y mi señor.

BRABANCIO

¡Dios sea en tu ayuda! Nada más puedo decir, señor; si quereis, tratemos ahora de los negocios de la República. ¡Cuánto más vale adoptar á un hijo extraño qué tenerlos propios! Óyeme, Otelo: de buena voluntad te doy todo lo que te negaria, si ya no lo tuvieras. Desdémona, ¡cuánto me alegro de no tener más hijos! Porque despues de tu fuga, yo los hubiera encarcelado y tratado como tirano.

DUX

Poco voy á decir, y quiero que mis palabras sirvan como de escalera que hagan entrar en vuestra gracia á esos enamorados. ¿De qué sirven el llanto y las quejas cuando no hay esperanza? Sólo de acrecentar el dolor. Pero el alma que se resigna con serena firmeza, burla los embates de la suerte. Quien se ria del ladron podrá robarle, y al contrario el que llora es ladron de sí mismo.

BRABANCIO

No estemos ociosos, mientras que el turco nos arrebata á Chipre. No estemos sosegados y con la risa en los labios. Poco le importa la condenacion ajena al que sale libre del tribunal, pero no así al mísero reo que sólo tiene el recurso de conformarse con la sentencia y el dolor. Siempre son oportunas vuestras sentencias, pero de sentencias no pasan, por más que digan que las dulces palabras curan el ánimo. Hablemos ya de los asuntos de la República.

DUX

Poderosa escuadra otomana va á atacar á Chipre. Vos, Otelo, conoceis bien aquella isla, y aunque teneis un teniente de toda nuestra confianza, la opinion, dueña del éxito, os cree más idóneo que á él. No os pese de interrumpir vuestra dicha de hoy con esta nueva y peligrosa expedicion.

OTELO

Generoso Senado, la costumbre ha trocado para mí en lecho de muelle pluma el silíceo y férreo tálamo de la guerra. Mi corazon está dispuesto siempre al peligro. Ya ardo en deseos de encontrarme con el turco. Humildemente os pido que presteis á mi esposa, durante mi ausencia, el acatamiento que á su rango se debe, con casa y criados dignos de ella.

DUX

Que viva en casa de su padre.

BRABANCIO

De ninguna suerte.

OTELO

No, en modo alguno.

DESDÉMONA

Ni yo tampoco quiero turbar la tranquilidad de mi padre, estando siempre delante de sus ojos. Oid propicio, señor, lo que quiero deciros, y concededme una sencilla peticion.

DUX

¿Cuál, Desdémona?

DESDÉMONA

Que no quiero separarme del moro ni un punto solo: para eso me rendí á él como el vasallo al monarca: no me enamoré de su rostro sino de su valor y de sus hazañas: por eso le rendí mi alma y mi vida. Si él va ahora á la guerra, y yo como polilla me quedo en la paz, ¿de qué me ha servido este enlace? ¿Qué fruto cogeré de él sino llorar en triste soledad su ausencia? Quiero acompañarle.

OTELO

Concédaselo el ilustre Senado, y á fe mia que no lo deseo por carnal apetito y brutal ardor (que ya se va apagando el de mi sangre africana), sino por corresponder á su generoso amor. Y no temais que por ella olvide el alto empeño que me fiais. No ¡vive Dios! Y si alguna vez la torpe lujuria amortigua ó entorpece mis sentidos, ó roba vigor á mi brazo, consentiré que las viejas truequen mi yelmo en olla ó marmita, y que caiga sobre mi nombre la niebla de oscuridad.

DUX

Conviene que resolvais pronto si ella le ha de acompañar ó no.

SENADOR 1.º

Debeis salir esta misma noche.

OTELO

Iré gustoso.

EL DUX

Nos reuniremos á las nueve. Un oficial que para esto dejeis os enviará los despachos y las insignias de vuestra dignidad, Otelo.

OTELO

Si quereis, puede quedarse mi alférez, cuya probidad tengo experimentada. Él podrá acompañar á mi mujer, si consentis en ello.

DUX

Así será. Buenas noches. Oidme una palabra, Brabancio: si la virtud es el mejor adorno, no hay duda que vuestro yerno es hermoso.

SENADOR 1.º

Moro, amad mucho á Desdémona.

BRABANCIO

Moro, guárdala bien, porque engañó á su padre, y puede engañarte á tí.

(Vanse todos menos Otelo, Yago y Desdémona.)

OTELO

¡Con mi vida respondo de su fidelidad! Yago, te confio á Desdémona: tu mujer puede acompañarla. Llévala pronto á Chipre. Ven, hermosa mia: sólo una hora nos queda para coloquios de amor. El tiempo urge, y es preciso conformarse al tiempo.

(Vanse Desdémona y Otelo.)

RODRIGO

Yago.

YAGO

¿Qué dices, noble caballero?

RODRIGO

¿Y qué imaginas tú que haré?

YAGO

Acostarte y reposar.

RODRIGO

Voy á echarme de cabeza al agua.

YAGO

Si haces tal locura, no seremos amigos. ¡Vaya un mentecato!

RODRIGO

La locura es la vida cuando la vida es dolor, y la mejor medicina de un ánimo enfermo es la muerte.

YAGO

¡Qué desvarío! Conozco bien el mundo, y todavía no sé de un hombre que se ame de veras á sí mismo. Antes que ahogarme por una mujer, me convertiria en mono.

RODRIGO

¿Y qué he de hacer? Me avergüenzo de estar enamorado, pero ¿cómo remediarlo?

YAGO

¿Pues no has de remediarlo? La voluntad es el hortelano de la vida, y puede criar en ella ortigas y cardos, ó hisopos y tomillo: una sola yerba ó muchas: enriquecer la tierra ó empobrecerla: tenerla de barbecho ó abonarla. Para eso es la prudencia, el seso y el libre albedrío. Si en la balanza de la humana naturaleza, el platillo de la razon no contrapesara al de los sentidos, nos llevaria el apetito á cometer mil aberraciones. Pero por dicha tenemos la luz de la mente que doma esa sensualidad, de la cual me parece que no es más que una rama lo que llamais amor.

RODRIGO

No lo creo.

YAGO

Hervor de sangre, y flaqueza de voluntad. Muéstrate hombre. No te ahogues en poca agua. Siempre he sido amigo tuyo, y estoy ligado á tí por invencible afecto. Ahora puedo servirte como nunca. Toma dinero: síguenos á la guerra, disfrazado y con barba postiza. Toma dinero. ¿Piensas tú que á Desdémona le ha de durar mucho su amor por el moro? Toma dinero. ¿Qué ha de durar? ¿No ves que el fin ha de ser tan violento como el principio? Toma dinero. Los moros son versátiles é inconstantes. Dinero, mucho dinero. Pronto le amargará el dulzor de ahora. Ella es jóven y ha de cansarse de él, y caer en infidelidad y mudanza. Toma dinero. Y si te empeñas en irte al infierno, véte de un modo algo más dulce que ahogándote. Recoge todo el dinero que puedas. Tú la lograrás, si es que mis artes y el poder del infierno no bastan á triunfar de la bendicion de un clérigo, y de un juramento de amor prestado á un salvaje vagabundo por una discretísima veneciana. Toma dinero, mucho dinero. No te ahogues, ni te vuelvas loco. Más vale que te ahorquen despues que la hayas poseido, que no ahogarte antes.

RODRIGO

¿Me prometes ayudarme, si me arrojo á tal empresa?

YAGO

No lo dudes. Pero toma dinero. Te repetiré lo que mil veces te he dicho. Aborrezco de muerte al moro: yo sé por qué, y la razon es poderosa. Tú no le aborreces menos. Conjurémonos los dos para vengarnos. Tú tendrás el deleite, yo la risa. Muchas cosas andan envueltas en el seno del porvenir. Véte, y toma dinero y disfrázate. Mañana volveremos á hablar. Pásalo bien.

RODRIGO

¿Dónde nos veremos?

YAGO

En mi posada.

RODRIGO

Iré temprano.

YAGO

Así sea. ¿Rodrigo?

RODRIGO

¿Tienes más que decirme?

YAGO

No te ahogues. ¿Eh?

RODRIGO

Ya no pienso en eso: voy á convertir en dinero todo lo que poseo.

YAGO

Hazlo así, y mucho dinero, mucho dinero en el bolsillo.

(Se va Rodrigo.)

Este necio será mi tesorero. Bien poco me habia de servir mi experiencia del mundo si yo fuera á perder más tiempo con él. Pero aborrezco al moro, porque se susurra que enamoró á mi mujer. No sé si es verdad, pero tengo sospechas, y me bastan como si fueran verdad averiguada. Él me estima mucho: así podré engañarle mejor. Casio es apuesto mancebo. ¡Qué bien me valdria su empleo! Así mataria dos pájaros á la vez. ¿Qué haré? Yo he de pensarlo despacio. Dejaré correr algun tiempo, y luego me insinuaré en el ánimo de Otelo, haciéndole entender que es muy sospechosa la amistad de Casio con su mujer. Las apariencias suyas, son propias para seducir á las hembras. Por otra parte, el moro es hombre sencillo y crédulo: á todos cree buenos, y se dejará llevar del ronzal como un asno. ¡Ya he encontrado el medio! ¡Ya voy engendrando mi plan! ¡El infierno le dará luz para salir!

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