La dominación y lo cotidiano

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Sari: Paper #17
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Hershman y Lacy (en sus trabajos sobre la prostitución) asumen estos problemas al comenzar su obra con una «transformación» de sí mismas en personas socialmente diferentes. Ellas se convierten en metáforas de sus sujetos. Sus presentaciones enfatizan el estilo, Lacy como un medio de aproximación al contenido y Hershman de un modo más cercano al mundo del arte. Hershman, que trabaja en San Francisco, donde no existe una comunidad de mujeres artistas que insistan en el valor pleno del contenido sustancial de la obra frente al estilístico, solo es capaz de dar una versión formal de la misma. Klick y, en menor grado, Griffin combinan dentro de su obra lo metafórico con elementos realistas. Incluso en sus «secretos», Klick trata sus contenidos como emblemas y al proceso de compartirlos como paradigmático. En la presentación de las cintas de Fortune en el mundo del arte, Griffin usa la galería como si fuera una sala de relax y actúa como si ella fuera una masajista. Sugar and Spice, por supuesto, tiene como objeto el estilo y los sistemas de signos; por otro lado, la justificación que Griffin hace de su obra elude cualquier compromiso.

Las pretensiones de las obras de Lacy, Griffin y Hershman no son analíticas sino «fenomenológicas»; versan sobre la creación de una «experiencia». La ausencia de un metanivel de crítica dentro de la obra que aborde el material de un modo directo, permite que esta sea usada como pornografía por cualquier desaprensivo (del mismo modo que la fotografía puede incitar al voyeurismo), un problema que no mitiga el énfasis que las artistas ponen sobre el control formal del material. Klick es la única de las cuatro que incluye conscientemente una crítica directa.

Tal énfasis en la elección consciente es un requisito necesario de la autoría y constituye la marca de profesionalidad dentro del mundo del arte. La performance, en particular, requiere diferenciarse explícitamente de la representación terapéutica, por un lado, y de las «ciencias sociales» por otro; ya que las dos, de nuevo, no son arte. Ya que dichas obras se refieren a hechos objetivos y a psicodramas, las artistas deben distanciarse cuidadosamente de los yos proyectados y conservar su «firma» como autores. Por ejemplo, Eleanor Antin, quien insiste en el carácter ficticio de toda afirmación sobre el yo, rechaza la idea de que sus serio-cómicos «yos» sean «realmente» ella misma, o que encarnen incluso sus propias fantasías. Ella les niega la «vida» para afirmarlos como «arte». Al hacer una separación fundamental entre el yo real y el asumido, ni Lacy ni Hershman llegan a implicarse sexualmente con los otros en sus obras de inmersión20. Griffin, por otro lado, solo tiene que evitar parecer demasiado «analítica» (científica).

Tales tramas de afirmación y negación dejan múltiples huecos a la mistificación, algunos aceptados y otros encubiertos. Debemos subrayar que las dificultades retóricas más manifiestas tienen lugar en aquellas obras en que se traspasan las barreras de clase hacia una posición inferior.

Me vienen a la mente otras preguntas que puede que no tengan respuesta. Una de ellas tiene que ver con la explotación y la otra con el público. Diga lo que diga el mito, todo mundo social tiene sus limitaciones psíquicas, y eso es algo que va a descubrir cualquiera que se introduzca en el «submundo» de los no-privilegiados. La vida de la prostituta, por ejemplo, no es tan libre como algunos afirman y requiere de una alienación drástica del yo respecto al cuerpo. Tal y como Griffin expresa con claridad, mientras la prostitución convierta en criminal a la mujer implicada en tal práctica (normalmente solo a ella, y no al cliente), siempre existirán en su entorno individuos, sobre todo hombres, que controlen las decisiones que quiera tomar sobre su propia vida. (El hecho de que la alienación afecte a todas las relaciones «normales» dentro del sistema es un dato que COYOTE probablemente no dude en recordarnos, y que estas artistas también señalan.) En este sentido, merece la pena preguntarse hasta qué punto comprendieron aquellas personas con las que interactuaron estas artistas el modo en que se recibirían sus imágenes dentro del mundo del arte. Los participantes en la obra de Hershman ni siquiera sabían que se estaban creando tales imágenes. Sociólogos y antropólogos —y a menudo los fotógrafos— son despreciados, y con razón, por sus instintos depredadores. Artistas como Klick, que no utilizan a otras personas en su obra, pueden evitar este problema. Lacy se encontró con ese problema en una obra reciente sobre mujeres mayores (en el que dedicó cuatro horas al maquillaje), al utilizar a un grupo de estas mujeres para que hablaran de sí mismas.

Mi segunda pregunta se refiere a la relación que estas artistas mantienen con el mundo del arte, y a qué esperan obtener de él. Tal vez no se pueda dar, por el momento, respuesta a tal pregunta, puesto que actualmente no existe ningún otro tipo de audiencia alternativa21. La obra de Lacy, y la de Klick en menor grado, me llevan a preguntarme si el poder de las transformaciones metafóricas no logra, paradójicamente, que el público deje de pensar de un modo constructivo en los importantes temas identitarios sobre los que versa la obra. Lo que cuestiono es la capacidad comunicativa de estas obras en su función de estimular a la gente a producir cambios, que es, tal y como ya he subrayado, el objetivo principal del feminismo.

Dudo que resolvamos a corto plazo el problema del oportunismo de los artistas o que podamos acortar los rodeos que estos deben dar para evitar que el público invierta el significado de su obra. Es posible que la autoría colectiva sea el modo adecuado de esquivar algunas de las trampas del yo puestas por el mundo del arte. (Curiosamente, algunos recién licenciados de la FSW que trabajan en equipo han criticado a los artistas de la facultad por no hacerlo.)

A pesar de lo dicho, todas las mujeres de las que he hablado, y muchas otras, siguen realizando una obra importante. Con frecuencia, dicha importancia estriba en que señalan uno de los principios en los que insistía el feminismo de los años setenta: que la sociedad está impregnada de un poder opresivo en todos los niveles de acción, y que la interdependencia de lo «público» y lo «privado», de lo «exterior» y lo «interior», no es ilusoria sino real.

(1977)

WHAT'S YOUR NAME, LITTLE GIRL? [¿CÓMO TE LLAMAS, PEQUEÑA?]

Traducción de Gemma Deza Guil

Guion para una performance radiofónica transmitida por la emisora KPFK de Los Ángeles. La genealogía de nombres, tanto ingleses como castellanos, demuestra que la mayoría de los nombres femeninos son modificaciones, sean abreviaciones o versiones extravagantes, de nombres masculinos22.


Título: ¿Cómo te llamas, pequeña?

Nombres.

INTÉRPRETES:

Voz masculina – lector urbano – nombres de hombres

Voz femenina – lectora urbana – nombres de mujeres

o viceversa

Voz femenina – «ponente» polémica

ATREZO/MATERIAL:

Hojas con nombres y tambor rotativo o generador de personajes

Título y tarjetas de biblioteca

Escenario: Lectura de los nombres masculinos y femeninos siguiendo el guion. A medida que se van leyendo aparecen en pantalla. Tras lo que se antoja una retahíla «inacabable», una voz más polémica (femenina) interrumpe leyendo su ponencia. Otra voz, masculina o femenina (posiblemente la misma que lee los nombres de mujer), puede formular las preguntas oportunas.

HERMENÉUTICA O INTERPRETACIÓN DE LOS NOMBRES PROPIOS

Poner nombre es un ejercicio de arte minimalista, de arte abstracto, más aún: de arte manierista, de arte simbolista. Es un arte basado en la representación, en palabras con significado, pero que niega su significado; se sustenta en una trama de estilos y asociaciones al tiempo que rechaza y se avergüenza de las especificidades que denota. Poner nombre a alguien es una poesía con una sólida referencia social sometida a todos los cambios de moda. Dar nombre a alguien es el arte de vestirlo, de otorgar a esa nueva personita o persona en ciernes, al futuro adulto, un traje social permanente tan caracterizador como la túnica de José o un pantalón de peto.

LA RETÓRICA DEL NOMBRE

El nombre anuncia a la persona al mundo social, al grupo. Reivindica a la persona para el grupo y la ata a este. Efectúa las incisiones siguientes en el patrón total de la identidad: la más contundente de ellas es definir el género, seguida por la definición del grupo étnico, del momento del nacimiento y, con frecuencia, de la religión, la clase social y la raza, a todo lo cual se suman las alusiones a heroínas y héroes ficticios, políticos y religiosos, y la sensibilidad o la necedad de los progenitores o quien quiera que sea quien bautice.

EL BAUTIZO COMO ARTE DENOTATIVO ABSTRACTO

En el que la ortografía primero y la caligrafía después asumen el papel de la floritura barroca, del volante de encaje. Así ocurre en la sustitución de la «I» por la «Y» o de la «S» por la «SS», como en S-U-S-Y o V-A-N-E-S-S-A. En la multiplicación de letras para rellenar el nombre, para completarlo y concretarlo, para suavizarlo, un correlato de la carne adicional considerada parte esencial de la mujer: VIVIENNE, LOUISETTA, DEANNE.

Las florituras ortográficas, el redondeo de las letras, el punto sobre las íes con circulitos: pequeñas burbujas simbólicas vacuas, afirman algunos, de la feminidad.

La ortografía y la caligrafía se aúnan en oposición al estándar «masculino» de rectilinealidad, firmeza, energía y economía: J-O-H-N, no J-O-H-N-N-E; L-E-N-N-Y, no L-E-N-N-Y-E ni L-E-N-N-I-E; S-A-M, no S-A-M-M-E; Jack, no Jacqueline ni Jacquenetta.

 

PARA QUÉ SE USA EL NOMBRE

Los nombres tienen una función privada

una función familiar

una función social

una función política

Los nombres propios son entidades lingüísticas funcionales. Su mensaje se dirige en parte al exterior, a la familia, al grupo y a la sociedad en su conjunto, y en parte al interior, a la persona que porta el nombre.

Un nombre propio tiene varias capas de significado, la menos importante de las cuales es el significado literal de las palabras y las partículas que lo componen.

¿CUÁL ES LA FUNCIÓN PÚBLICA DE UN NOMBRE PROPIO?

El nombre te identifica ante las autoridades civiles de toda índole, pero el nombre es una identificación «flexible», no absoluta, a diferencia de un número, por ejemplo, que es una identificación «rígida». Ahora bien, los nombres se complementan fácilmente con números y con características identificativas aún más absolutas, como las huellas dactilares y las huellas vocales.

El «significado» público de tu nombre propio es que funciona como tu identidad virtual, y el nombre suele bastar como identificación para la mayoría de los cometidos humanos de la vida cotidiana, a diferencia de lo que sucede en el caso de trámites administrativos o burocráticos de otra índole.

¿Cuál es la función privada de un nombre propio?

El nombre también sirve para que uno se identifique consigo mismo, a partir del primer momento en el que su identidad empieza a forjarse. Consideramos los nombres propios parte del «yo». Además de indicárselo a los demás, tener un nombre te indica a ti que eres un individuo. Asimismo, sus sonidos familiares te vinculan a una comunidad lingüística.

Los publicistas han llevado la teoría del nombre concebido como el aura de la cosa hasta el paroxismo y han llegado a invertir millones en desentrañar el nombre mágico que sostendrá la «imagen» que han inventado para envolver los productos que comercializan. La realidad del producto en sí queda relegada a una idea en segundo plano frente al poder del nombre y sus adornos.

Los anunciantes consideran el nombre parte del «alma» de los artículos comerciales.

Y nosotros hemos aprendido a contemplar los nombres propios como parte del alma de las personas.

«Washington» es un nombre sólido y formal, paternal incluso.

«Samantha» es romántico.

«Ramona» exuda un patetismo exótico.

«Jasón», «Josué» y «Jonathan» son íntimos y nostálgicos, héroes de antaño de la Edad de Oro.

«Bret» y «Bart» tienen una firmeza anglosajona al estilo del Oeste.

Iris, Alba, Aurora, Rosa, Esmeralda, Begoña, Coral, Mar, Rocío, Valle, Abril, Juno sitúan a las mujeres en el mundo natural, con las rocas, las piedras y los árboles. Las mujeres son parte de la naturaleza. Así lo demuestran sus nombres, ¿no es cierto?

Nuestra cultura permea para implantar y determinar esos significados en el seno de una persona como un método de convertir a la persona en el «hombre» deseado y en la «mujer» deseada. Y lo mejor de todo es que te cubre como una segunda piel. Y crece contigo.

CÓMO CREAR UN NOMBRE DE MUJER

Busca un hombre, ya sea real o ficticio, un religioso, un personaje de una novela o alguien por el estilo, y retoca su nombre para que suene «femenino». Feminízalo. Añádele una a, ine, ina, ette, etta, eta, ita, itha, elle, ella, ela, ille, illa, ila, inde, inda, ie, ye o ia.

O toma el apodo de un hombre y procede de idéntico modo.

Rodolfa, Rodolfina, Rodolfeta, Rodolfita, Rodolfela, Rodolfila, Rodolfinda, Rodolfina, Rodolfia.

Adolfa, Adolfina, Adolfita, Adolfeta, Adolfela, Adolfila, Delfina, Dolfita.

Rodolfo significa «lobo famoso». Se nos ha olvidado, pero no olvidemos que Rodolfa o Rodolfina son un diminutivo de Rodolfo.

Willie Mae, Tina, Tiny, Fifi, Lulubelle, Lexie, Loula, Tansy, Sissie, Angelica, Fritzie, Winnie, Tildy, Chrissie, Chatty: aprenderéis a ser femeninas, subordinadas y pequeñas o, de lo contrario, experimentaréis una alienación de parte de vuestro «yo».

Un nombre, el marcador personal aparentemente más benigno y menos imperativo, se conjuga con una formación social más potente para comunicar a las niñas lo que son y lo que deben ser. Constanza, Prudencia, Paciencia, Misericordia, Armonía, Piedad, Caridad, Dulce, Esperanza, Felicidad.

Hay una moda adscrita a los nombres femeninos que trasciende el bautizar a las niñas. Es la moda de olvidar y recordar los nombres de mujeres particulares. La larga sequía de la memoria y del relato de mujeres fuertes y poderosas es una larga sequía que regresa una y otra vez, una y otra vez. Si escarbamos, descubrimos que solo somos capaces de recordar a unas cuantas de ellas. Y entre aquellas a quienes podemos denominar artistas, averiguamos que sus firmas han quedado sepultadas bajo nombres de hombres. Así, el nombre de Judith Leyster quedó borrado por el de su maestro, Frans Hals, y el de Constance-Marie Charpentier por el de Jacques-Louis David; descubrimos que se pintó sobre sus lienzos o bien que sus obras se descartaron y se abandonaron en sótanos. Sophonisba Anguissola, Rosalba Carriera, Katerina van Hemessen, Angelica Kauffman. Incluso Georgia O’Keeffe. Imogen Cunningham, Willa Cather. Joan Mitchell, Grace Hartigan, Helen Frankenthler. Gritamos para intentar abrir las puertas de la memoria, para resquebrajarlas. Sojourner Truth, Mother Jones, Carrie Chapman Catt, Victoria Woodhull, Tennesee Claflin, Elizabeth Blackwell, Harriet Tubman, Elizabeth Candy Stanton, Elizabeth Gurley Flynn, Emma Goldman, Alexandra Kollontai.

Las mujeres satisfacen esta necesidad. Sus producciones y sus obras recuerdan a los hombres que las suyas son más y mejores, del mismo modo que las mujeres se presentan como una amenaza en tanto que mano de obra barata, pero capaz.

Los nombres de las mujeres son como las placas amarillas que los nazis obligaban a llevar a los judíos.

Los nombres de las mujeres son un cúmulo cosificado de predisposiciones culturales a la dominación masculina.

Angelica, Harriette, Fifine, Alphonsina, Ambrosia, Conradina, Cyrilla, Lysandra, Michaeline.

AQUILES. Griego, «sin labios». Probablemente en honor a un héroe de guerra; posteriormente nombre de cuatro santos.

AQUILA, AQUILEA. Femenino de Aquiles. En honor al protagonista de la Ilíada y cuatro santos.

ADÁN. Hebreo, posiblemente «del polvo rojo». Nombre bíblico y de santo.

ADAMINA, ADIE. Femenino de Adán. En honor al Adán bíblico y el san Adán irlandés del siglo VII.

ADOLFO. Alemán, «lobo noble», es decir: héroe noble. Nombre de la antigua nobleza teutónica; también es nombre de santo.

ADOLFA, ADOLFINA, ADOLFITA, DOLFINA. Femenino de Adolfo. En honor a reyes alemanes y a un santo.

ADRIÁN/ADRIANO. Latino, «procedente de Hadria»; clan Adriano de Roma. Nombre de santo.

ADRIANA, ADRIANE, ADRIA, HADRIA, ADRENA, ADRIEL, ADRIELLE, ADRINI. Femenino de Adrián. En honor a san Adrián.

ALAN. Celta, «hombre apuesto que vive en armonía».

ALANA. Femenino de Alan.

ALARICO, ULRICO. Teutónico, «el controlador de todo». Visigodo.

ALARICE, ULRICA, ALARICA, ALRICA, ELRICA, ODELIA, ODETTE, ODILA, ODELLA, ODELINDA, ODA. Femenino de Alarico, Ulrico.

ALBERTO. Alto alemán antiguo, «el que brilla por su nobleza». El nombre favorito para varón entre la nobleza. Otras formas de escribirlo son Albrecht, Adelbrecht, Edelberto y Adalberto.

ALBERTA, ALBERTINA, ALBERTINE, TINA, ELBERTA, ELBERTINA, BERTINE, BERTIE, ALBERTHA, ALLIE, BETTIE, BET. Femenino de Alberto. En honor a reyes.

ALEJANDRO. Griego, «defensor del hombre». En honor a Alejandro Magno y Alejo de Roma.

ALEJANDRA, ALEXANDRA, ALEJANDRÍA, ALEJANDRINA, ALEXANDRINA, ALEXANDINE, ALLESANDRA, ALEXIA, ALEXA, ALEJA, ALEXINE, ALESSA, ALEXINA, ZANDRA, SANDRA, SAUNDRA, SANDY, ZANDY, LEXINE, LEXIE, ALEX, SASHA. Femenino de Alejandro y sus diminutivos. En honor a Alejandro Magno y Alejo de Roma.

ALFREDO. Anglosajón, «elfo parte del consejo»; «consejo de sabios». El «nombre élfico» más importante de la mitología nórdica. También en honor a Alfredo el Grande.

ALFREDA, ALFRETA, ELFRIEDA, ELVA, ELVIA. Femenino de Alfredo. En honor a Alfredo el Grande.

ALOISIO, LUIS. Alto alemán antiguo, «guerrero famoso». Nombre de santo, nombre de rey. También LUDWIG, CLOVIS, LUDOVICO, ELOY.

ALLISON, ALLIE, ALOISIA, ALOIS, ALOISA, ELOISA, ELOISE, LUISA, ELOINA, LOUELLA, LUDWIGA, LOIS, LOUISETTE, LOUISETTA, LOUISINE, LUETTA, LOULA, LULU, LU, LISETTE, LUDOVICA. Femenino de Aloisio, Luis y Lewis. En honor a múltiples reyes y santos.

ALFONSO. Alto alemán antiguo, «de familia noble». Nombre de rey y de santo.

ALFONSINE, ALFONSINA, ALFONSA, ALONZA, FONSIE. Femenino de Alfonso. En honor a reyes y al santo Alfonso.

AMBROSIO. Griego, «inmortal» o «de naturaleza divina»; literalmente «ambrosía». Nombre de santo.

AMBROSINA, AMBROSIA. Femenino de Ambrosio. En honor a san Ambrosio.

ANASTASIO. Griego, «resurrección». Nombre de sumo pontífice y de santo.

ANASTASIA, ANSTICE, STACIA, STACEY, ANTY. Femenino de Anastasio. En honor al patriarca bizantino, el emperador Anastasio I, papas y santos.

ANATOLIO. Griego, «originario del Este». Nombre de santo.

ANATOLIA. Femenino de Anatolio. En honor a san Anatolio.

ANDRÉS. Griego, «hombre», «fuerte y viril». Nombre de santo.

ANDREA, ANDREANNA, ANDRINA. Femenino de Andrés. En honor al apóstol Andrés.

ÁNGEL, ENGEL. Griego, «ángel». Nombre de santo en honor a san Ángel.

ÁNGELA, ANGELOT, ANGÉLICA, ÁNGEL, ANGELINA, ANGELITA, ANGIE, ANGIOLA, ANGIOLETTA, ANGELI, ANGELIQUE. Femenino de Ángel o Engel. En un origen usado en honor a san Ángel.

ANSELMO. Teutónico, «portador del yelmo divino» y, por ende, «el protegido de los dioses». En honor a san Anselmo de Lombardía, san Anselmo de Canterbury.

ANSELMA, ZELMA, ANSA, SELMA. Femenino de Anselmo. En honor a san Anselmo de Lombardía.

ANTONIO. Latino, «inestimable». Clan romano. Nombre de santo.

ANTONIA, ANTOINETTE, TOINON, ANTONIETA, ANTONETTA, ANTOÑICA, TOINA, TONI, NETTIE, TOÑA. Femenino de Antonio. En honor a san Antonio.

ARNALDO, ARNOLD. Alto alemán antiguo, «fuerte como las águilas». Nombre de santo, nombre de rey.

ARNOLDlNE, ARNOLDA, ARNOLDE. Femenino de Arnaldo. En honor al santo francés Arnaldo y del rey Arnaldo.

ATANASIO. Griego, «inmortal». Nombre de santo.

ATANASIA, ATANASIE, ATANE, TANSY. Femenino de Atanasio. En honor a san Atanasio.

AUGUSTO. Latino, «consagrado, venerado».

AUGUSTA, GUSSIE, GUSTA, GUS, AGUSTINA, GUSTAVA, GUSTINA, SUSTINE. Femenino de Augusto.

AUSTIN, AGUSTÍN. Diminutivo de Augusto.

AUSTINE, AUSTINA, AGUSTINA. Femenino de Austin. En honor a san Agustín.

BAUTISTA. Griego, «el que bautiza». En honor a san Juan Bautista.

BAUTISTA, BATTISTA. Femenino de Bautista. En honor a san Juan Bautista.

BENEDICTO, BENNETT. Latino, «bendito». Nombre de santo.

BENEDICTA, BENEDETTA, BENETTA, BENA, DIXIE. Femenino de Benedicto. En honor a san Benedicto.

BERNARDO, BARNARD. Teutónico, «oso fuerte». Nombre de santo.

BERNADETTE, BERDARDINE, BERNARDINA, BERNARDOTTE, BERNARDA, BERNETTA, BERNITA, BERNETTE. Femenino de Bernard. En honor a san Bernardo.

BRANDÁN, BRAND, BRENNAN, BRANDON, BRANDÓN, BRENDON. Teutónico, «instigador» o «de espada veloz». Nombre de santo.

BRENDA, BRENDAN. Femenino de Brandán o Brennan. Por san Brandán.

BRIAN, BRAN. Celta, «el fuerte». Nombre del rey irlandés Brian Boru.

BRENNA, BRIANA. Femenino de Brian o Bran. En honor al rey irlandés.

CALVIN, CALVINO, CALVO. Latino, «calvo». En honor a Juan Calvino.

CALVINA. Femenino de Calvino. En honor a Juan Calvino.

CARLOS, CARL, CAROL, CHARLES. Alto alemán antiguo, «fuerte», «varonil». Nombre de santo, nombre de rey. En honor a Carlomagno y Karl o Carlos Marx.

CARLA, CAROL, CAROLA, CHERYL, CAROLINE, CAROLINA, CARO, CHARLIZE, CHARLENE, CHARLINA, CHARLETTE, CHARLOTTE, CHATTY, CARLOTA, LOTA, LOTTIE, LOTTA, CARRIE, LINA, LOLA, LOLANDA, LOLITA. Femenino de Carlos. En honor a emperadores, como Carlomagno, reyes y santos.

CECILIO. Latino, «ciego». En honor a los santos Cecilio y Cecilia.

CECILIA, CECILE, CECIL, CECILY, SISLEY, SISSIE, SHEILA, CIS. Femenino de Cecilio.

 

CRISTIAN, CRISTIANO. Griego, «seguidor de Cristo».

CRISTINA, CRISTINE, CRISTIANE, CRISTIANA, CRISTI, CRISSIE, CRISSA, CRISTAL, CRIS, CRISTA, TINA, XINA, TINE, KRISTEN, KIRSTEN. Femenino de Cristian.

CRISTÓBAL. Griego, «portador de Cristo». Nombre de santo.

CRISTÓFERA. Femenino de Cristóbal. Por san Cristóbal.

CLEMENTE, CLEMENS. Latino, «misericordioso», «benigno». Nombre de santo.

CLEMENCE, CLEMENTINE, CLEMENTINA, CLEMENTIA, CLEMENCIA, CLEMENCY, CLEMMY, CLEM. Femenino de Clemente. En honor a san Clemente.

CONRADO, CONRAD. Alto alemán antiguo, «consejero audaz». Nombre de rey.

CONRADINE, CONRADINA. Femenino de Conrado. En honor a reyes germanos.

CONSTANTINO. Latino, «firme o constante». En honor al emperador cristiano Constantino I.

CONSTANZA, CUSTANCE, CONSTANTINA, CONSTANTINE, CONSTANT, CONSTANCY, CONNIE, CY. Femenino de Constantino. En honor al emperador cristiano Constantino I.

CRISPÍN. Latino, «de pelo crespo o rizado». Nombre de santo.

CRISPINA, CRISPINE, CRISPETTE. Femenino de Crispín. En honor a los santos Crispín y Crispiniano, hermanos y mártires.

CIRILO. Griego, «señor», «señorial». Nombre de santo.

CIRILA. Femenino de Cirilo. En honor a tres santos llamados Cirilo.

DANIEL. Hebreo, «Dios es mi juez». Nombre bíblico.

DANIELA, DANIELLE, DANELLA, DANILA, DANITA, DANETTE. Femenino de Daniel.

DARÍO, DARIAN. Persa, «el que posee riquezas». Nombre de rey.

DARÍA, DARINA, DARICE. Femenino de Darío. En honor al rey persa del siglo V.

DAVID. Hebreo, «amado». Nombre bíblico y nombre de santo.

DAVIDA, VIVA, DAVINA, DAVITA, VIDETTE, TAFLINE, TAFFY. Femenino de David.

DIONISIO, DENÍS. Griego. Nombre de santo.

DIONISIA, DENISE, DIONYZA, DENNETTE, DENNET, DONNET, DIONE, DIONA, DIONNE, DIONETTE, DENNA. Femenino de Dionisio. En honor a san Dionisio, santo patrón de Francia.

DONALD. Gaélico, «príncipe del universo». Nombre de rey.

DONALDA, DONALEE, DONNIE, DONALDINA, DONIA. Femenino de Donald.

DUNCAN. Gaélico, «guerrero oscuro».

DUNCANNE. Femenino de Duncan.

EDAN, AIDAN, EGAN. Celta, «fuego». Nombre de santo, por san Aidan.

EDANA, AIDAN, EDINA. Femenino de Edan, Aidan, Egan. En honor al santo irlandés Edan o Aidan.

EDMUNDO, EDMOND. Anglosajón, «el que defiende sus bienes», «el que defiende su tierra». Nombre de rey.

EDMUNDA, EDMONDA, EDMONIA, EDMEE. Femenino de Edmundo. En honor al rey inglés Edmundo y a san Edmundo, arzobispo de Canterbury.

EDUARDO. Anglosajón, «guardián de la riqueza». Nombre de rey.

EDUARDINA, EDUARDA, NEDDA, NEDA. Femenino de Eduardo. En honor a los reyes de Inglaterra.

EDWIN, EDVINO. Anglosajón, «amigo de la propiedad», literalmente «el que gana propiedades», de ahí el significado de «bendito amigo». Nombre de rey.

EDVINA, EDWINE, EDWINETTE, WINNIE. Femenino de Edvino. Probablemente en honor a un rey de Northumbria.

EGBERTO. Anglosajón, «espada brillante». Nombre de rey.

EGEBERTA, EGBERTINA. Femenino de Egberto. En honor al rey inglés Egberto.

EUJAH, ELÍAS, ELUS, ELIOT, ELIA. Hebreo, «Mi Dios es Yahvé», «Dios es mi Señor». Bíblico.

ELLICE. Femenino de Elías, etc.

ELMO. Griego, «amigable». Nombre de santo.

ELMA. Femenino de Elmo. En honor a san Elmo.

ENMANUEL, MANUEL. Hebreo, «Dios está con nosotros». En honor a Cristo.

EMMANUELLE, ENMANUELA, MANUELA. Femenino de Manuel. En honor a Jesucristo.

ENRIQUE. Alto alemán antiguo, «amo de una propiedad privada». En honor a emperadores germanos y a reyes germanos e ingleses.

ENRIQUETA, HENRIETTA, HENRIETTE, HERIETTE, HENNIE, HETTY, RETTA, ETTA, ETTIE, HENNIE, HATTIE, NETTIE, Femenino de Enrique. En honor a reyes y santos.

ERIC. Noruego, «gobernante poderoso».

ERICA, RICKY. Femenino de Eric. En honor a reyes vikingos.

ERNESTO. Alto alemán antiguo, «serio, perseverante, honrado».

ERNESTINE, ERNESTINA, ERNESTA, ERNA, ERNETTE, ERNETTA, ERNIE, TINA, TINY. Femenino de Ernesto.

ERVIN, ERWIN. Anglosajón, «amigo del mar».

ERVINA, ERWINA, ERWINIA. Femenino de Ervin.

ESTEBAN. Griego, «coronado». Nombre de santo y de rey.

ESTEFANÍA, ESTEFANA, ESTEFA, STEPHANA, STEVENA, STEPHA, STEPANIA, STEFFIE, TEENA, ETIENNETTE, TIENNETTE. Femenino de Esteban. En honor a varios santos y reyes llamados Esteban.

EUGENIO. Griego, «de raza noble», «de cuna noble». Nombre de príncipe, nombre de santo.

EUGENIA, EUGENIE, GENE, GENIE. Femenino de Eugenio. Originalmente, en honor a san Eugenio, mártir romano.

FEDERICO. Alemán, «aquel que impone la paz». Nombre de rey.

FEDERICA, FREDERICA, FREDA, FREDRICA, FARICA, FRITZIE. Femenino de Federico. En honor a emperadores y reyes; en un origen, en honor a Federico el Grande de Prusia.

FELIPE. Griego, «amante de los caballos». Nombre de rey y de santo.

FELIPA, FILIPA, PHILIPPE, PHILLIE, FILIPINA. Femenino de Felipe. En honor a varios santos, mártires y reyes llamados Felipe.

FERNANDO. Alemán, «guerrero valiente», «el que trae la paz». Nombre de rey.

FERNANDA, FERDINANDA, FERNANDE, FERNANDINE, FERNANDINA, NANDY. Femenino de Fernando. En honor a emperadores y reyes teutones.

FRANCISCO, FRANCIS, FRANCO, PACO. Alemán, «libre». Nombre de santo.

FRANCISCA, FRANCIS, FRANCES, FRANCESCA, FRANCINE, FRAN, FRANELLE, FANNY, FRANNY, FRANCIE, FRANCE, FRANCELA, FRANCENA, FRANKIE, FRANCIA, FRANCHET, FRANETTE, FANIA, PACA, PAQUITA. Femenino de Francisco. En honor a numerosos santos.

GABRIEL. Hebreo, «hombre de Dios». Por el ángel de la Anunciación.

GABRIELA, GABRIELLE, GABI, GABY, GABRILLA, GAVRA, GAVRILLA. Femenino de Gabriel. En honor al ángel de la Anunciación.

JORGE. Griego, «marido», «el que labra la tierra». Nombre de santo.

JORGINA, GEORGIA, GEORGETTE, GEORGINE, GEORGINA, GEORGIANE, GEORGIANA, GEORGIE. Femenino de Jorge. En honor a san Jorge y a reyes ingleses.

GERARDO, GERALD. Alto alemán antiguo, «lancero valiente». Nombre de santo.

GERARDA, GlRALDA, GERALDINE, GERRY, GERLINDA, GERARDINE. Femenino de Gerardo. En honor a santos.

GILES. Latino, Aegidius, «escudero». Nombre de santo.

EGIDIA. Femenino de Giles. En honor a san Giles.

GLENN. Celta, «de la cañada o el valle».

GLENNA, GLENNIS, GLENDORA, GLENDENE. Femenino de Glenn.

GREGORIO. Griego, «despertar», literalmente: «vigilante». Nombre de santo.

GREGORIA. Femenino de Gregorio. En honor a san Gregorio.

GUILLERMO. Alto alemán antiguo, «protector decidido».

GUILLERMINA, WILHELMINA, WILHELMINE, WILHELMA, WILHELNA, WILMA, GUILHERMINA, HELMA, WILLAMENA, WILIMENA, WILELLA, WILETTA, WILLETTE, WILLETHA, WILMETT, WILMOT, WILONA, WILONE, WILNE, WILLANN, WILMENA, WILEEM, WILLA, VELMA, VILMA, MINA, MINELLA, MINNA, MINNIE, GUILLA, WILLIE, BILLIE, MIMI, GUILLEMETTE. Femenino de Guillermo. En honor a múltiples santos, mártires y reyes.

GUY. Francés antiguo, «el que estabiliza o guía». Nombre de santo.

GUIDA, GUILLENA, GUIETTE. Femenino de Guy. En honor a san Guy.

HAROLD. Anglosajón y danés, «heraldo», también «comandante de ejércitos». En honor a reyes nórdicos e ingleses.

HARELDA, HARALDA, HAROLDA, HALLIE, HALLETTE. Femenino de Harold. Por reyes y santos.

HARRY. Diminutivo de Enrique y Harold.

HARRIET, ETTA, ETTIE, HARRIOTE. Femenino de Harry.

HERNÁN, ARMANDO. Alto alemán antiguo, «hombre del ejército». Originalmente latino, Herminio, «el que va armado» y «noble o de alto rango». Del latín Arminiano. En la actualidad usado en honor a san Armando.

HERMINE, ERMINE, ERMINIA, EMMA, ARMINA, ARMANDA, ARMINE, ERMAN, HERMINIE, HERMANDINE, HERMANDINA, ARMIDA, ARMINDA, ARMYN, MINTY, IRMADINE, HERMA, HERMIA, HERMILIA, HERMIONE. Femenino de Hernán y Armando.

HUGO. Alto alemán antiguo, «mente».

HUGA, HUGUETTE, HUETTA, HUETTE. Femenino de Hugo.

IGNACIO. Latino, «fiero». En honor a san Ignacio de Loyola y otros dos santos.

IGNACIA. Femenino de Ignacio. En honor a san Ignacio de Loyola y otros dos santos.

ISIDORO. Griego, «regalo de Isis». En honor a nueve santos y tres obispos entre los griegos.